El caos y el desorden aún reinaban en aquella cama deshecha, rodeada de estatuas y retratos de la Familia Real que parecían parpadear con cada centelleo de los relámpagos. Un joven de cabellera rubia se revolvía inquieto entre las sábanas, con la cabeza apuntando hacia la piecera de la cama y los pies sobre las almohadas.
La chimenea, custodiada por gárgolas de piedra, apenas conseguía mantener vivas las pequeñas brasas que luchaban por arder entre las cenizas, esforzándose por conservar hasta el último aliento de calor en la recámara.
Kaminari Denki no descansaba en la recámara de su alfa, no. Tras la feroz lucha con los espectros, la habitación del príncipe Eijirou quedó completamente devastada, y cuando la paz regresó a Salazen Kou, Eijirou y Denki se trasladaron a una recámara en el décimo piso del castillo para encontrar algo de reposo.
Desde entonces, Denki había caído en un profundo sueño, enredado entre las sábanas y las almohadas, agotado de tanto huir por su vida. Ni siquiera notó la ausencia de Eijirou, cuyo descanso fue interrumpido por una audiencia en la sala del trono. Solo en la habitación, Denki se dejaba llevar por el sueño, adoptando posiciones imposibles. A medida que avanzaba la noche, giraba su cuerpo en el sentido horario hasta terminar con los pies en las almohadas.
Sin embargo, desde hacía una hora no realizaba ningún movimiento ni hacía muecas extrañas; se había relajado por completo, una quietud que contrastaba con la espantosa tormenta que rugía en el exterior.
–Mhm... no –murmuró en sueños, ajeno al caos que le rodeaba.
Con las velas a punto de consumirse y el crepitar de las llamas moribundas en la chimenea, Denki agregó al ambiente sus propios gruñidos, como si su boca saboreara una fruta exquisita. Su lengua humedecía los labios, y en la repentina aparición de un relámpago, unas palabras claras fueron pronunciadas:
–No. ¿Qué dices? –murmuró Denki, moviendo la cabeza de un lado a otro–. El verdadero deber no reside en las palabras, sino en las acciones silenciosas que moldean el destino de los hombres.
La tormenta afuera rugía con furia desatada, los relámpagos iluminaban brevemente las torres del castillo, proyectando sombras amenazadoras en las paredes de la recámara. Las cortinas ondeaban con el viento que se colaba por las rendijas, mientras el eco de la lluvia golpeaba con insistencia los cristales de las ventanas.
–La luz y la oscuridad, dos caras de la misma moneda, luchando eternamente por el dominio –continuó Denki, mientras su respiración se volvía más errática–. ¿Y nosotros? ¿Dónde quedamos en esta danza de sombras?
Las sombras parecían cobrar vida propia, danzando al ritmo de las llamas, mientras las palabras de Denki resonaban en el espacio, cargadas de un profundo desasosiego. La habitación, con sus antiguos tapices y muebles tallados, se convertía en un testigo mudo de la tormenta interna y externa.
–Somos peones en un juego más grande de lo que podemos comprender –susurró, con voz cargada de desesperación–. Pero cada peón tiene su papel, y cada sacrificio su propósito.
Los árboles fuera del castillo se mecían violentamente, como si intentaran advertir de un peligro inminente. En el lejano horizonte, los truenos retumbaban con fuerza, añadiendo una sinfonía de caos a la noche. Las gotas de agua formaban pequeños riachuelos que serpenteaban por el marco de la ventana, dibujando patrones efímeros.
–Soy un alma extraviada, perdida en los laberintos de mi propia existencia y, sin embargo, bendecida con un extraño privilegio. Por mi naturaleza, he sido señalado para llevar esta pesada carga, pero debo advertir: si más almas se unen a esta empresa, la sombra de la muerte se cernirá sobre todos nosotros.
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Fantasía de un Soberano [Katsudeku-Omegaverse] En Edición
FanfictionBakugou Katsuki, rey de Mytitur, ostenta el liderazgo sobre el reino más prominente y avanzado del continente. Su dominio se destaca en todos los aspectos, desde la magia y la arquitectura hasta las armas, consolidándolo como una superpotencia. El r...