13|¿Esteban, eres tú?

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ÁNGEL

—Ángel, ya te he dicho mil veces que Esteban no debería de volver— me dice Galia mientras me ayuda a acomodar el cuello alto de mi blusa. Ha pasado poco tiempo, así que las marcas están aún peor que hace un par de días. Además, mi voz suena algo áspera debido al daño en mi causado en mi garganta también.

—Sé que Daniel y tu están preocupados por mí—localizo sus manos y las tomo entre las mías—, pero sé que Esteban tiene una razón para hacer lo que me hizo, Galia. No pueden juzgarlo sin haber escuchado alguna explicación.

—Pues si eso es lo que quieres, te apoyo—una sonrisa comienza a formarse en mi rostro, pero las comisuras de mis labios vuelven a decaer en cuanto dice—: Pero tengo que decirte que, mi confianza, no la tendrá de vuelta, así como así.

—Pero Galia...

—No hay pero que valga, hermosa—siento su mano acariciando mi mejilla—. Eres como mi hija. No permitiré que ese joven te vuelva a hacer algo así otra vez—entonces sus brazos rodean mi cuerpo y me estruja en un fuerte abrazo—. Bien. Será mejor que bajemos ahora, tu profesor ya debe de estar esperándote en la biblioteca.



~*~



Daniel ha comenzado a leerme otro capítulo distinto en su libro. Está diciendo algo sobre la antigua Grecia y después se ha pasado a describir el tipo de técnica perfeccionista que Miguel Ángel usaba en sus esculturas. Intenta describirme las características de estas, pero no le estoy poniendo la mínima atención debido a que no he dejado de pensar en que Esteban no ha regresado y muy probablemente sea porque Daniel no ha cumplido con lo que le pedí.

— Fuiste a verlo, ¿cierto? — mi profesor detiene su lectura y escucho el sonido que hace el libro al cerrarse—. Contéstame, Dan. Necesito respuestas.

— ¿Por qué te importa tanto ese tipo? —pregunta, haciéndome callar.

Quiero decirle que me importa por el simple hecho de que siento algo por él. Siento muchas cosas por Esteban, y sé que mis sentimientos son correspondidos, pero no puedo decir nada. No puedo abrir la boca sin pensar en que el hombre que quiero es varios años mayor, y yo sigo siendo una menor de edad; así que, en teoría, nuestra relación, o lo que sea que esté pasando entre nosotros, es visto como un delito.

—Eso no fue lo que te pregunté, Daniel—evado su pregunta—. No me haz dicho si fuiste a verlo o no.

Pasan unos minutos de silencio antes de que me responda—: Sí, Ángel. Fui a buscarlo a su casa.

— ¿Qué fue lo que te dijo? —siento como mi corazón da un vuelco furioso dentro de mi pecho debido a la expectativa. Debido a estar esperando que me diga lo que quiero escuchar.

—Intenté persuadirle, Ángel—toma mis manos entre las suyas—. Le dije que lo querías de vuelta. Que querías una explicación—un suspiro pesado se hace presente—, pero se negó a volver y me dijo algo que me preocupa, Ángel.

— ¿Qué te dijo? —me siento al borde del llanto, pero no quiero llorar. No frente a Daniel— ¡¿Qué fue lo que te dijo, Daniel?!—le grito exigiéndole una respuesta.

—Me dijo que volvería al cuerpo de marines—mi corazón se hace pequeño dentro de mi caja torácica—. Dijo que no había nada que le retuviera en éste lugar—entonces me siento traicionada. Como si me hubieran apuñalado justo en el corazón. Como si hubieran arrancado una parte de mí.

El Guardaespaldas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora