ÁNGEL
Cinco meses después
Me levanto de golpe tras haber sufrido a causa de la misma pesadilla. Aquel mal sueño era el constante recordatorio de lo que había sucedido aquella noche. La noche en la que mi media hermana le había disparado en el pecho a Esteban. De no haber sido por la interferencia Stephen Bradley, Esteban estaría muerto.
Lo recuerdo como si hubiese sido ayer.
Me desperté de la siesta dispuesta a volver a la fiesta de Trevor cuando me percaté de la presencia de Patricia. Comenzó a decirme todo lo que había vivido los ultimos años llena de rabia y resentimiento. Me culpaba por todo. Estaba intentando calmarla en cuanto sacó el arma y me apuntó con ella; pero fue cuando Esteban entró. Intenté decir algo, pero no logré articular palabra. Solamente vi cómo mi media hermana le disparó sin pensárselo dos veces. Stephen, Galia y David no tardaron en aprecer. Galia arrestó a Patricia, mientras Stephen le gritaba a David que mantuviera presionada la herida en lo que él llamaba a emergencias.
Patricia no paraba de reír como una desquiciada.
Esteban estuvo en terapia intensiva y por poco no vive para contarlo.
— ¿Amor?— la voz ronca y somnolienta de Esteban me saca de mi ensimismamiento — ¿Necesitas que me encargue de Héctor?
—No, el bebé está bien. No es por eso que me he despertado.
Siento como Esteban se incorpora a mi espalda en la cama, y sus manos se colocan en mis hombros, dándome un breve masaje.
— ¿Pesadillas otra vez?
Me limito a asentir con la cabeza, mientras volteo a verle. Su pecho está desnudo, dejándome una clara vista a sus cicatrices, entre ellas, la que le ha hecho Patricia.
—Estoy aquí, cariño. No voy a dejarte nunca, ¿me oyes?
—No puedes prometerme eso, Esteban— lágrimas traicioneras ya han comenzado a derramarse y llega a mi memoria el momento en el que había encontrado su placa en uno de los cajones del estudio—. No cuando trabajas para el FBI.
Mi esposo logra quedarse mudo, y puedo jurar que sus ojos están a nada de abandonar su rostro. Sus manos dejan mis hombros mientras veo como coloca las palmas contra el colchón para colocarse a mi lado en la orilla de la cama.
— ¿D-Desde cuando lo sabes?— pregunta tras varios minutos de silencio.
—He encontrado tu placa hace dos semanas. Las pesadillas no me han dejado en paz desde entonces— cierro los ojos y paso saliva—. Es como si te perdiera cada noche.
Esteban me regala media sonrisa, mientras se acerca aún más sólo para envolverme en sus brazos.
—Perdóname por no habértelo dicho. Mi trato con ellos me impedía, me impide—corrige—, hablar de mi empleo contigo.
— ¿Aun después de tanto tiempo?
Esteban asiente con la cabeza.
—Además..., entre más lejos estén los niños y tú de eso, mejor. El no saber nada, les mantiene a salvo. Hace una semana asesinaron a la novia de uno de mis compañeros por saber de más.
Entonces, recuerdo aquel funeral al que Esteban me había prohibido ir. Lo había hecho para que no se conociera mi identidad o la de nuestros hijos.
—Pobre Bruce— digo recordando el nombre de aquel hombre—.No quiero ni imaginarme por lo que debe estar pasando.
—Se culpa por lo sucedido. No sabe cómo es que pudieron dar con ella. No muchos conocían a su chica.
—Esteban— tomo sus manos entre las mías—. Prométeme que si algo llegara a pasarme..., no te culparás.
—No digas esas cosas. Nada va a pasarte, ¿me oyes? Ni a ti, ni a Trevor, Sara o Héctor. Nada va a pasarles mientras yo viva.
—Esteban...
—No, Ángel— toma mi rostro entre sus manos—. No puedo prometerte que no voy a culparme, porque la verdad es que yo me muero si algo llegara a pasarles por culpa mía.
Quiero pedirle que deje su empleo entonces. Que se dedique a hacer otra cosa que no involucre poner su vida en peligro..., pero no puedo hacerle eso. No cuando veo lo feliz que es haciendo lo que sea que haga. Mis manos se aferran a las de él mientras le beso castamente sobre los labios.
—Como me gustaría poder darte más detalles— dice en cuanto me alejo de él.
—Hazlo entonces.
—No, amor. No puedo ponerte en riesgo de esa forma. Es mejor que las cosas sigan como están.
En cuanto termina la frase, se escuchan fuertes golpes en la puerta principal. Esteban me ordena que vaya por los niños, y que me quede en la habitación, mientras él se apresura a abrir uno de los cajones del armario para sacar un arma.
ESTEBAN
En cuanto logro asegurarme de que Ángel y mis hijos se encuentren a salvo en nuestra habitación, procedo a la puerta principal. Saco mi teléfono para poder ver, a través de la cámara de seguridad, la identidad de la persona que está al otro lado de la puerta.
—Bradley— digo con tranquilidad en cuanto dejo entrar a mi jefe— ¿Qué ha pasado?
Mi preocupación logra hacerse paso en cuanto me percato de que Stephen Bradley está llorando, y en cuanto cierro la puerta, me abraza con fuerza.
— ¿Qué ha pasado?— vuelvo a preguntar, pero él no parece estar listo para decirlo.
—Debí de llevármela antes. No debimos volver a Chicago— dice al fin. Stephen se aparta de mí, y coloca ambas manos a los costados—. Me lo advirtió. Ese hijo de perra me puso sobre aviso ¡Y yo lo ignoré!
Ha comenzado a divagar. La última vez que le había visto había sido poco después que me dieron de alta del hospital. Ese día me dijo que se llevaría a Danielle y a Emma fuera de la ciudad. No me dijo a dónde y parecía tener bastante prisa en despedirse.
—Stephen...
—Danielle está muerta.
Entonces sé que esto apenas empieza.
ESTÁS LEYENDO
El Guardaespaldas ©
RomanceEsteban Maxfield es un teniente de la marina estadounidense. Su servicio acabó y ahora él ya no sabe qué hacer de vuelta como civil. Su vida y su mentalidad han cambiado. Evita dormir para no sufrir de sus perturbantes pesadillas y no puede bajar la...