05| Cercanía

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ESTEBAN

Desde aquella noche, la relación entre Ángel y yo ha sido estrictamente laboral. No ha habido ninguna charla que no se relacione con un "Buenos días" o con "¿Podrías llevarme a tal lugar?". Me limito a permanecer callado mientras intento ignorar el hecho de que va a terapis con un psicólogo una vez cada dos semanas. Supongo que aún se debe al trauma que sufrió por el accidente de su madre, pero no me ha dicho nada y yo no pienso hacerle preguntas al respecto.

Las pesadillas son cada vez peores así que le he tomado un gigantesco miedo a quedarme dormido. Sin embargo, los domingos que veo a mi familia, le digo a mi madre que me ha ido bien y que mi cansancio se debe a cosas ajenas al trabajo —no a mi falta de sueño—, ella finge creerme, al igual que mi hermano.

He limitado mis domingos a pasear a Titán o a pasarme gran parte del día en el gimnasio al que me he inscrito. Entre menos tiempo pase en mi casa—o pensando en dormir—, mejor. Mi madre y David han estado casi tan distantes como yo. Mi hermano se pasa los días, y varias noches, con Patricia. Mi madre finge no extrañarnos al pasarse las tardes con su grupo de amigas más íntimas. Ya nada es igual que antes, y no creo que vuelva a serlo.

—Te ves como la mierda—me dice Salvador sacándome de mi ensimismamiento. Se acerca más a mí y veo el movimiento gracioso que hace su nariz al olfatearme—. Apestas a mierda.

—Acabo de llegar del gimnasio.

—Son las seis de la mañana— frunce el ceño—, ¿te fuiste al gimnasio a las cinco?

—A las cuatro— corrijo—. Está abierto las veinticuatro horas, y el dueño es un viejo amigo mío.

— ¿A qué hora duermes? — ríe.

—Me gusta entrenar. Eso es todo— medio miento y evito responder a su pergunta —. ¿Alguna novedad?

—No—todo ha estado bastante tranquilo en estas últimas semanas. No ha habido nada de acción, lo cual solamente aumenta mis dudas sobre las razones que tiene Ronald Woodsen para contratar a tres guardaespaldas e invertir en un equipo de vigilancia tan avanzado como el que se está instalando desde hace unos días—, llevaré a Teo a la escuela y después de eso sólo esperaré a que salga para traerlo de vuelta.

—Vaya agenda. — digo sarcástico.

— ¡Oh, ya cállate!—dice antes de seguir con su camino a la casa grande — ¡Como si tu estuvieras tan ocupado!— grita mientras se aleja trotando.


~*~


A las ocho en punto ya estoy aseado, vestido, desayunado y listo para trabajar. Estoy de pie a un lado de las escaleras, esperando a que Ángel baje para llevarla a "un lugar importante" según me había dicho. Volteo a ver el reloj en mi muñeca para comprobar la hora una vez más a pesar de saber que no han pasado más de dos minutos desde la última vez que lo hice.

Estoy por retirarme para buscar algo más que hacer, cuando Ángel Woodsen aparece en mi campo de visión. Lleva puesto un vestido blanco ceñido a su cuerpo, lo cual me deja apreciar la belleza de su anatomía, y sus labios están pintados de un rojo intenso. Un poco de rímel negro hace que sus ojos verdes se vean aún más grandes y sus zapatos de tacón —blancos también— hacen que luzca unos pocos centímetros más alta. Luce preciosa, pero diferente.

— ¿Esteban? — pregunta mientras la veo sacar su bastón de un pequeño bolso que no había visto en el momento que bajó.

—Aquí estoy—me pongo a un lado suyo inmediatamente y dejo que se apoye en mi hombro, tal y como suele hacerlo siempre. Caminamos hacia el lugar en donde he estacionado la camioneta y le ayudo a subir al asiento del copiloto. Rodeo el vehículo por la parte delantera y subo al asiento del chofer—. ¿A dónde te llevaré hoy?

El Guardaespaldas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora