ESTEBAN
Ocho años después
—Esto es muy malo, Trevor.
Ocho años de matrimonio y cinco como padre, me han hecho bastante paciente; pero esa paciencia siempre se estiraba hasta el límite en fechas importantes —aniversarios, navidades, juntas escolares, fiestas de cumpleaños, etcétera—, y no era porque no me gustaran, sino porque algo siempre sale mal.
Los primeros cinco aniversarios habían transcurrido sin problemas. Me sentía orgulloso de no ser de aquellos a los que se les olvida, pero el sexto aniversario, Ángel tuvo problemas con tres de sus alumnos en la preparatoria, y yo tuve junta de accionistas, lo cual involucraba encargarme de algún otro delincuente creyéndose invencible. Al final del día, cuando por fin pudimos vernos, nos dimos cuenta de que ambos habíamos olvidado la reservación que habíamos hecho en uno de los restaurantes mejor cotizados en la ciudad.
Nuestra primera navidad con Trevor, era muy especial, ya que habíamos estado tratando de concebir por casi dos años, y él fue nuestro pequeño milagro. Esa navidad, yo quise encargarme de la cena, para no darle más carga a mi esposa, quien ya tenía bastante con un bebé de dos meses y su último año de maestría en artes visuales, pero todo se arruinó en el momento en el que descubrimos que nuestro horno no funcionaba, y terminamos pidiendo comida rápida.
La primera junta escolar, era para conocer a la maestra de Trevor, quién resultó ser una de las chicas con las que había salido en la preparatoria. En cuanto me vio, casi enloquece al darse cuenta de que estaba casado y con un hijo. Al final, tuve que explicarle a Ángel por qué la maestra había estado comportándose de una forma tan extraña y despectiva. Tardamos otro mes entero en encontrar una escuela lo suficientemente decente, yo tuve que encargarme de ese asunto. Revisar los antecedentes penales de cada maestro no fue problema, el estar en el FBI me ayudaba bastante.
Y justo ahora, me encuentro reprendiendo a mi hijo de cinco años, quien se había aprovechado de unos de los momentos de distracción de su madre embarazada de seis meses, logrando arruinar el pastel de cumpleaños. Se había encargado de hacer que el rostro de Iron Man se deformara por completo llenando todo de betún de diversos colores.
—Yo no he sido, papi— dice al borde de las lágrimas, su método de defensa más frecuente, haciéndole lucir adorable con su cabello enrulado en color café, y los ojos tan verdes y hermosos como los de su madre.
—Entonces dime, ¿por qué tu ropa está llena de betún rojo?
Ángel se enfadará mucho. Había tardado muchas semanas en conseguir el disfraz perfecto del hombre de acero como para que Trevor lo arruinara en menos de un parpadeo.
— ¡No lo sé!— quiero reír al ver su frustración. Sabe que no hay escapatoria.
—No puede ser— la voz de mi esposa se hace presente en la habitación, sé que ha visto el pastel. Su expresión no demuestra otra cosa — ¿Es que acaso no puedo ir al baño sin tener que preocuparme por todo lo demás?
Trevor se encuentra jugando con sus pequeños dedos regordetes en señal de nerviosismo. Es bastante consciente de que su madre se pondrá aún más furiosa en cuanto vea las manchas rojas, negras y amarillas aferradas a su atuendo.
Tomo al pequeño en brazos, y me aproximo hasta en donde se encuentra Ángel intentando reparar el daño que ha causado nuestro hijo.
—Tendré que llamar a la pastelería para ver si pueden tener otro listo en menos de hora y media.
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El Guardaespaldas ©
RomanceEsteban Maxfield es un teniente de la marina estadounidense. Su servicio acabó y ahora él ya no sabe qué hacer de vuelta como civil. Su vida y su mentalidad han cambiado. Evita dormir para no sufrir de sus perturbantes pesadillas y no puede bajar la...