06| Un desastre precioso

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ESTEBAN

Es mi segundo día a cargo. Ronald Woodsen llamó ayer para preguntarme si Ángel tiene planes de salida para hoy en la tarde. Yo le contesté que no lo sabía porque, después de todo, esa es la verdad. Ángel no me había comentado nada y yo tampoco le había preguntado, pero prometí mantenerlo al tanto de cualquier cambio de planes.

Salgo de mi habitación a las ocho de la mañana en punto. Camino hacia la casa grande con más tranquilidad sabiendo que Ronald Woodsen no estará ahí. No sé porqué razón me siento mucho más tranquilo cuando sé que él no estará cerca. Hay algo en ese hombre que no me resulta del todo confiable, pero probablemente sólo sean ideas mías.

Todo parece estar bastante tranquilo, como siempre. Subo las escaleras rumbo al cuarto de Ángel para corroborar que todo esté en orden, ya que me parece extraño que no esté despierta a esta hora. Doy un par de golpes a la puerta y no tardo en obtener respuesta. Ella sale del cuarto vistiendo su ropa para dormir. Su cabello está atado en una trenza, sus ojos siguen siendo víctimas del sueño y sus labios...

—Perdón, no quería despertarte—interrumpo mis pensamientos.

— ¿Pasa algo? —pregunta seguida de un bostezo.

—No, es sólo que me pareció extraño no encontrarte despierta.

—Hoy será un buen día— dice dejándome ver esa sonrisa tan común en ella—. Le pedí a Galia que se tomara el día libre.

—Pero, qué no es ella la que...

— ¿La que prepara mi ropa, mis zapatos, me arregla el cabello y me hace la vida más fácil? Sí, ella es. Galia merece un descanso. Es la única en esta casa que trabaja los siete días a la semana. Siempre está conmigo cuando la necesito y me ha ayudado en todo desde que tuve el accidente— suspira—. Así que hoy seré normal. Seré independiente. Lo cual indica que tendrás que esperarme un poco más.

—Esperaré el tiempo que necesites. —ella sonríe y cierra la puerta.

Bajo las escaleras y me topo de frente con Teobaldo. Viste una bata que le llega hasta las pantorrillas y unas pantuflas bastante impecables para ser propiedad de un adolescente. Su cabello está hecho un lío—como es normal—y carga una taza de café con su mano derecha, mientras que su mano izquierda sostiene un plato repleto de panqueques con mantequilla y miel de maple.

—Oye, no me veas como si fuera alguna clase de criminal— me dice alzando ambas cejas—. Papá no me deja comer en mi habitación, así que tengo que aprovechar que él no está para poder hacerlo. Realmente espero que no me delates, Maxfield.

Alzo las manos a la altura de mi pecho en señal de inocencia.

—No lo haré—digo—. Es más, no he visto nada.

El chico sonríe y continúa el camino hacia su habitación.

Me siento en el sillón de la sala con la intención de esperar a Ángel cuando veo a Patricia entrando por el umbral de la puerta principal. Pasa a un lado mío; sin embargo, finge no haberme visto.

—Oh..., perdona— sonríe de forma falsa—, no te había visto ¿Qué haces aquí? Se supone que deberías de estar trabajando. Mi papá no te paga para que estés sentado en la sala sin hacer nada.

Ruedo los ojos al cielo ¿Cómo es que una persona puede ser tan prepotente?

—Estoy esperando a tu...

No alcanzo a terminar. Veo a Ángel bajando por las escaleras. Me pongo de pie para ayudarle, pero recuerdo el hecho de que quiere sentirse independiente y la dejo llegar hasta donde me encuentro. Aunque sí me preocupa un poco que ni siquiera esté acompañada por Toby.

El Guardaespaldas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora