30| No vuelvas a tocarme.

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ÁNGEL

Muevo la cabeza de un lado a otro sintiendo como el sudor me recorre el cuello. Soy capaz de sentir el frío de noviembre en la piel, pero estoy transpirando. Abro los ojos debido a la impaciencia, pero no logro reconocer nada a mí alrededor. No me he recuperado del todo de la cirugía, así que eso también logra preocuparme provacando en mi un sentido de alerta ya que aun no veo del todo bien. Estoy atada de pies y manos a lo que parece ser una cama bastante vieja y sucia. Comienzo a hiperventilar al recordar que Daniel me había inyectado algo en el cuello.

—Vaya, no pensé que fueras a despertar antes que tu novio.

La voz me resulta conocida, pero mis oídos la distorsionan debido al eco en la habitación. Me encuentro desorientada y con pánico.

— ¿Daniel? — Me atrevo a cuestionar— ¿Eres tú?

— ¿Quién más podría ser, primor?

Un escalofrío me recorre la columna e impide que reaccione en cuanto mi profesor se me acerca y me acaricia la mejilla con su pulgar. Quiero decirle que no me toque..., pero nada logra salir de mi boca.

—Dime ¿Por qué él?

Mi ritmo cardiaco se acelera en cuanto me percato de que también tiene a Esteban ¿Por qué no lo tiene en la misma habitación que yo?, ¿por qué está haciendo esto? ..., ¿Esteban sigue con vida?

—Pudiste haberte quedado fuera de esto...bueno, no en realidad— sonríe con cinismo—. Ahora que lo pienso, creo que todo esto es por ti.

No entiendo nada de lo que está pasando. Esto no puede ser real ¿o sí? Mis ojos viajan por toda la habitación, pero no puedo..., no quiero verle a él.

— ¿Estás ignorándome?

Pregunta de pronto mientras me toma por el mentón, obligándome a enfocar la mirada en sus ojos desquiciados. Niego con la cabeza en respuesta a su pregunta. Tengo mucho miedo.

—Tu noviecito no es muy diferente a mí, ¿sabes?

Permanezco en silencio.

— ¡Te estoy hablando, maldita sea!

Su mano callosa y pesada choca con mi mejilla derecha, dejándome una sensación de cosquilleo combinado con dolor.

—Él es muy diferente a ti— contesto en un acto de valor y rabia repentina. No tiene ningún derecho a tratarme de este modo.

—No, no, no— sacude la cabeza y ríe entre dientes—. Cómo se nota que no le conoces en lo absoluto.

—No necesito conocerle para saberlo.

—No pensarías lo mismo—dice—, no tendrías el valor de contradecirme si tan solo hubieras leído el contenido de aquella carpeta ¿O que no te acuerdas? ¡La jodida carpeta que tiraste al suelo en el momento en que tocó tu mano!

— ¡Vete al infierno!

Entonces viene otra bofetada. Le regalo una mirada cargada de odio mientras siento como me tiembla la quijada debido a la impotencia que siento.

—Tienes suerte de que tenga evidencia en video.

Una memoria USB pende entre su pulgar y su índice.

El Guardaespaldas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora