ESTEBAN
—Es por su bien, Esteban.
Dice mi hermano mayor tras haber dado un sorbo a su cerveza. Estamos sentados en el jardín trasero de nuestra casa. Es mi día de descanso, así que David ha pensado que pasar la tarde juntos no era tan mala idea; y para ser verdad, no lo era. He aprovechado para platicarle algunas cosas, entre ellas, mi relación con Ángel.
No ha reaccionado muy entusiasta —tal y como me lo esperaba— pero me ha dicho que, aunque no le agrade mucho que ande con una chica menor, se siente feliz al saber que aun puedo sentir algo así por alguien. También le he contado de las probabilidades que tiene de recuperar la vista. Le conté del hospital de clase mundial en Maryland y lo poco que Ángel me ha explicado sobre el procedimiento.
—Lo sé—digo—. Sé que es algo excelente. Una oportunidad única, pero tengo miedo.
— ¿Miedo de que?
—En el ejército se hacían experimentos de todo tipo—no debería de decirle esto a un civil, pero aun así lo hago para poder darme a entender—. Eran experimentos terribles ¿sabes? La mayoría no daba el resultado esperado y los cabos sometidos no volvían a ser los mismos.
Mi hermano permanece en silencio. Deja la lata de cerveza sobre el cristal de la mesa de enfrente, coloca las manos sobre sus rodillas y me encara para decir—: ¿Qué acaso no te gustaría que la chica que amas fuera capaz de verte?
— ¡Por supuesto que sí, Dave! —Me pongo de pie— ¡Amaría eso!
— ¿Entonces? —pregunta poniéndose a mi altura.
—No lo sé—odio que no me entienda—. Es un presentimiento que tengo. Uno de esos que no puedes sacarte de la mente.
—Estás siendo algo dramático, ¿no lo crees? —me ofrece una cerveza pero la rechazo—. Ángel debe de tener aún más miedo del que tú tienes. Intenta ponerte en sus zapatos.
—Es que—dejo escapar un suspiro—, ya no puedo imaginarme sin ella. No sé qué haría si algo llegara a pasarle.
— ¡Oh, vamos! —exclama con un tono lleno de ironía—. Esa niña es sólo para pasar un rato. No creo que la quieras para algo en serio— siento cada una de las articulaciones de mi cuerpo tensándose. No puedo creer que haya dicho eso cuando apenas hace unos minutos le conté todo lo que siento por Ángel—. Sólo intenta llamar la atención de alguien.
Entonces no lo resisto más y atesto un golpe en su nariz con mi puño, haciendo que caiga al suelo. Entonces lo tomo por la camisa, acercándolo a mí para decirle a unos centímetros del rostro —: Jamás. Escúchame con atención, David. Jamás en tu puta vida te atrevas a decir algo así de ella ¡¿queda claro?! ¡Eh! — le dejo ir sintiendo como la sangre hirve por mis venas.
— ¡Estás loco! —me grita limpiado la sangre de su nariz con la tela de su camisa azul celeste— ¡Soy tu hermano, no tu maldito saco de boxeo!
—No vuelvas a meterte con Ángel, ¿me oyes? No quiero que la ofendas de esa forma ni de ninguna otra, de lo contrario, juro que te golpearé algo más que el rostro. Me vale un jodido cacahuate que seas mi sangre—explico—. Ella no es como otras chicas, David. La quiero para algo serio.
— ¡Tiene diecinueve años! —grita perdiendo el control— Si su padre se entera..., no quiero ni imaginar lo que podría pasarte.
—Pero él no se enterará, ¿verdad? —lo observo en forma desafiante y el desvía la mirada.
—Estás idiota.
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El Guardaespaldas ©
RomanceEsteban Maxfield es un teniente de la marina estadounidense. Su servicio acabó y ahora él ya no sabe qué hacer de vuelta como civil. Su vida y su mentalidad han cambiado. Evita dormir para no sufrir de sus perturbantes pesadillas y no puede bajar la...