ESTEBAN
Ángel aún me está abrazando y el agua caliente sigue cayendo sobre nosotros, pero a ninguno de los dos parece importarle. La sangre en mis nudillos ya ha desaparecido, pero la piel humedecida me deja expuestas las heridas. No sé cuándo he dejado de llorar, pero sigo siendo capaz de sentir el exceso de alcohol haciendo estragos con mis nervios.
— ¿Quieres hablar? — pregunta Ángel con voz tímida.
—No — contesto en tono cortante—. No por ahora.
— ¿Qué es lo que quieres entonces? — pregunta después de haber cerrado la llave de la regadera.
Levanto la cabeza y la veo fijamente a los ojos. Esos hermosos ojos verdes que tanto me calman. Ella parece intimidarse un poco al darse cuenta de lo que trae puesto. Su ropa para dormir está empapada y la seda se adhiere a su cuerpo de una forma casi perfecta. Sus pezones logran resaltar bajo la fina capa de tela debido al frío y su cabello mojado cae como una cascada sobre sus hombros.
—Eres hermosa— lo digo porque no hay nada más cierto que eso. Ángel Woodsen es la mujer más bella que haya visto y es mía. Ella es mía y yo soy suyo. Me acerco a ella en un acto de valentía y estupidez. Noto como la piel de su pierna se eriza al hacer contacto con la piel de mi mano — ¿Puedo tocarte? — mi pregunta parece tomarla por sorpresa. Ella asiente con nerviosismo. Veo como cierra los ojos en cuanto dos de mis dedos recorren cada espacio de su cuello. Su piel es suave en contraste con mi piel rasposa. Siento como se acelera su pulso en el momento en que me atrevo a bajar hasta llegar a sus pechos. Los cuales quedan pequeños ante las palmas de mi mano. Acaricio su pezón con mi pulgar, formando pequeños círculos en esa zona. Es tan perfecta que sigo sin entender por qué sigue conmigo.
Mi mirada busca la suya, pero sus ojos están cerrados y su cabeza está echada para atrás. Sus labios están entreabiertos y su respiración se acelera con cada caricia. Quiero tocar cada parte de su anatomía. Quiero explorarla y descubrir sus partes más sensibles y vulnerables. Siento como mis labios comienzan a secarse y la forma en que el aliento me abandona al tenerla así frente a mí.
Hace mucho tiempo que no tocaba de esta forma a una mujer. No quiero decepcionarla. No quiero arruinarlo.
—Necesito tu permiso— le digo, haciendo un gran esfuerzo por articular las palabras.
— ¿P-Para qué? — pregunta, intentando recuperar el aliento.
—Para tocarte.
—Y-Ya lo tienes.
Niego con la cabeza al ver que no me ha entendido del todo.
—Necesito tu permiso, para tocarte, Ángel— ella parece haberme entendido esta vez. Veo como traga saliva y parece estar teniendo una batalla mental. Entonces ella asiente con la cabeza y no puedo evitar sentirme afortunado al saber que soy el primero en tocarla de esta forma. El primero en sentirla de esta forma. Recorro su vientre con las yemas de mis dedos antes de frenarme en el elástico de su pantalón para dormir. Siento la mirada de Ángel en mi nuca. Parece estar bastante inquieta.
—Puedo parar si así lo prefieres. No quiero que te sientas obligada a nada.
—No..., quiero que sigas, es sólo que— su voz tiembla—, estoy muy nerviosa.
Es entonces cuando me acerco aún más a ella y beso sus labios castamente. Siento como la tensión abandona de a poco su cuerpo. Me aparto de ella para poder acomodarme en el otro extremo de la regadera a modo que mi espalda quede recargada contra la pared.
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El Guardaespaldas ©
RomanceEsteban Maxfield es un teniente de la marina estadounidense. Su servicio acabó y ahora él ya no sabe qué hacer de vuelta como civil. Su vida y su mentalidad han cambiado. Evita dormir para no sufrir de sus perturbantes pesadillas y no puede bajar la...