31| Espero puedas perdonarme algún día.

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ESTEBAN

Me quedo inmóvil en mi sitio. Mi subconsciente no parece ser capaz de procesar lo que he escuchado unos minutos antes. Ángel me observa de forma distinta..., con miedo y enojo. Intento acercarme a tomar su mano nuevamente e intentar saber qué fue lo que hice, pero ella me exige que no vuelva a acercármele. Sigo sin poder articular palabra y ni siquiera me doy cuenta de cuándo es que entran los policías encargados de la seguridad de Ángel a la habitación. Intento aproximarme a ella otra vez, solamente que en ésta ocasión logro preguntarle qué es lo que pasa. En sus ojos ahora solamente hay temor, y noto cómo se encaja las uñas en las palmas de las manos. Los policías me sostienen por los brazos obligándome a apartarme aún más de ella.

— ¡¿Qué fue lo que te hice?!— Grito ya estando a unos pasos de la puerta—. Necesito que me lo digas— hablo con apenas un hilo de voz, pero la respuesta que obtengo es la misma mirada cargada de dolor y desprecio.


ÁNGEL

Siento mi cuerpo temblando de miedo y dolor. Me siento confundida y profundamente herida... traicionada. De no haber conocido a Esteban, yo no me encontraría pasando por esto ¿o sí? De no haberme enamorado de él, mi vida hubiera sido tan tranquila como solía serlo. Sería feliz ¿cierto?

— ¿Quiere que llamemos a su padre, señorita? — pregunta uno de los policías. Yo niego con la cabeza.

—Déjenme sola— es lo único que me atrevo a pronunciar.

Despierto al haber escuchado gritos. Gritos que sólo pueden pertenecer a Esteban. Quiero ayudarle, necesito verle. Intento zafarme de la cama. Lo intento hasta que siento como se quema la piel en mis muñecas.

—Eh, eh, eh— alzo la mirada sólo para toparme con Daniel. Hay sangre en su ropa — ¿A dónde crees que vas?

—P-Por favor—suplico—, necesito saber que está bien.

— ¿En serio quieres verle?

Asiento con la cabeza en respuesta.

—Honestamente..., no creo que estés en buena condición para hacerlo.

— ¿A-A qué te refieres?

—Bueno—se acerca a mí y comienza a liberarme de las ataduras —, verás, yo le dije que estabas tan lastimada que no podría reconocerte en cuanto volviera a verte.

Entonces, antes de que pueda reaccionar, Daniel me tira de la cama y caigo al suelo dando un golpe sordo. Intento ponerme de pie, pero en cuanto coloco la mano en el piso para darme impulso, Daniel me patea en el costado derecho. Siento como si fuera incapaz de respirar. Tengo mucho miedo, y el temblor que se adueña de mi cuerpo me delata.

—Si...—se aproxima a mí con lentitud, sobándose la barbilla, como si estuviera examinándome —, eso no será suficiente. Tu noviecito tiene que saber que esto va en serio. —entonces se sienta a horcajadas sobre mí y me jala el cabello, haciendo que alce la cabeza —. Si tan sólo te hubieras fijado en mí. Todo esto sería tan distinto.

Mis ojos se abren completamente en cuanto Daniel pega mis labios con los suyos. Pataleo y me retuerzo por debajo de él para intentar liberarme, pero me encuentro demasiado débil como para moverlo. Siento como su sucia mano toca mi entrepierna y luego pasa a besar mi cuello.

El Guardaespaldas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora