ÁNGEL
— ¿Papá?
Mi voz se escucha tan solo como un eco en la habitación. Esteban parece ser incapaz de hacer algún tipo de movimiento. Ambos estamos impactados por semejante acontecimiento. Mi padre se mueve por su estudio, sin dejar de apuntarle a Esteban con su arma. Kellan tampoco ha cedido.
—Oh, cariño— el hombre de cabello canoso comienza a hablar. Se pone de cuclillas para encararme, ya que Kellan no me ha permitido ponerme en pie. Su mano acaricia mi mejilla, y en su mirada no hay nada más de odio —. Yo no soy tu padre.
No puedo moverme. Mis ojos están fijos en los suyos.
— ¿Q-Qué?— me siento estúpida por preguntar eso, pero no puedo evitarlo.
—Creo— se pone de pie—, que me escuchaste perfectamente. Yo no soy tu padre, Ángel.
—E-Eso no es cierto— digo mientras siento como las lágrimas resbalan por mis mejillas sin poder detenerse —, no tiene sentido.
— ¡¿Qué no es obvio, niña?!— lanza su puro al suelo, aplastándolo con la suela de sus zapatos — ¡La zorra de tu madre se metió con otro hombre estando casada conmigo!
Mi cabeza da vueltas, y de pronto, las imágenes de todas aquellas discusiones que había presenciado, toman forma en mi cabeza. Cada vez que mi madre salía de casa y yo le veía volver hasta muy tarde, todos esos escapes nocturnos que no tenían sentido en la mente de una niña de siete años, eran con el único propósito de salir a encontrarse con mi padre. Mi padre biológico.
—N-No lo entiendo, ¿Quién es mi padre entonces?
—Ay, niña ¡Ese bastardo ya no existe!
— ¡¿Qué le hiciste?!— entonces, el accidente en el que había perdido la vista se reproduce nuevamente en mi memoria y uno las piezas del rompecabezas— ¡¿Qué le hiciste a mi madre?!— me pongo de pie rápidamente, siendo presa de una rabia que jamás había sentido antes. Mi corazón late con fuerza contra mi pecho en cuanto veo como Esteban se apresura a interceder en cuanto Kellan me empuja hacia atrás, para proteger al hombre de traje azul oscuro.
Ronald Woodsen ríe con cinismo al verme tan afectada. Ahora es él quien me apunta, mientras Kellan se ocupa de mantener a Esteban bajo control.
— ¡Yo planeé aquel accidente de auto!— confiesa sin más—. ¡Sara y tú debieron de morir ese día! Pero no fue así, ¡quedé con la jodida carga de tener en mi casa a una ciega bastarda!
Esto no puede estar pasando. Esto es una pesadilla ¿no es así?
— ¡Sara no dejó de joderme la existencia aun después de haber muerto!
—Pero tú la querías, yo fui testigo de lo que sentías por ella ¿Por qué harías todo lo que hiciste?
—Todo ese amor dejó de existir en cuanto ella eligió al inútil de tu padre. Pensé que negarle el divorcio sería la mejor venganza, pero ella seguía viéndole. Escabulléndose por las noches para ir a encontrarle— descansa su arma sobre el escritorio—. No tuve más remedio que matarles.
— ¿C-Cuándo te enteraste?— me las arreglo para preguntar, aun cuando siento mi sangre congelada.
—Después del nacimiento de Teobaldo, contraté a un detective. Ese hombre tuvo vigilada a esa zorra por meses..., hasta que cayó. Fue entonces cuando lo planeé todo para acabar con el cerdo de tu padre. Sara solamente permaneció a mi lado por temor a lo que yo pudiera hacerte. Le prometí que te aceptaría como hija legítima..., pero ni siquiera de esa forma pudo olvidar al imbécil ese.
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El Guardaespaldas ©
RomanceEsteban Maxfield es un teniente de la marina estadounidense. Su servicio acabó y ahora él ya no sabe qué hacer de vuelta como civil. Su vida y su mentalidad han cambiado. Evita dormir para no sufrir de sus perturbantes pesadillas y no puede bajar la...