ÁNGEL
Siento las manos frías del doctor Warner mientras desenrolla la venda con cuidado y con una lentitud que me parece extrema. El silencio es tan tenso que puedo jurar que escucho los latidos de mi corazón e incluso los latidos de Esteban quien aún se encuentra sentado a un lado mío sin haber dejado de sostener mi mano.
En cuanto dejo de sentir el trozo de tela cubriendo mis ojos, no puedo evitar dejarlos cerrados. El miedo a que todo haya sido en vano logra invadirme de golpe.
—Bien, Ángel. Por favor abre los ojos despacio.
Sigo sus órdenes y de pronto me invaden unas ganas inmensas de echarme a llorar.
— ¿Y bien?
Alzo mis manos y estoy a punto de tallarme los ojos para limpiar mis lágrimas, pero alguien interfiere. Supongo que no debo tocar nada aún.
— ¿E-Esteban? — siento mi voz quebrándose en cuanto soy capaz de percibir una mancha en color durazno sobre mi mano. No puedo ver nada con claridad absoluta, pero estoy viendo algo, estoy viendo muchas cosas ¡La oscuridad se ha ido!
—No te preocupes, mi vida, todo estará...
— ¡Puedo ver! —Entonces no puedo evitar avalanzarme contra el cuerpo borroso que se encuentra junto a mi, pero sé que es él.
Todos en la habitación comienzan a aplaudir y los comentarios sobre el éxito de la cirugía no tardan en hacerse presentes.
Esteban no ha dejado de abrazarme y puedo jurar que le he escuchado sollozar. Toma mi rostro entre sus manos grandes y fuertes para proceder a besar mi frente, mejillas y por último mis labios. Una silueta con blanco predominante se aproxima a mi con cuidado, supongo que se trata de Warner.
—Esto es maravilloso, linda. Necesito que me digas qué es exactamente lo que ves.
Entonces una silueta diferente y más pequeña se posa frente a mi cara. Sé que se trata de su mano porque puedo distinguir sus dedos moviéndose.
—Veo su mano, pero no con claridad. Está bastante borrosa, pero no tanto como para no distinguir sus dedos.
—¡Asombroso!— exclama con emoción —. Un resultado mejor de lo esperado. Si todo sigue avanzando de ésta forma, podrás ver con perfecta claridad en menos de dos semanas.
ESTEBAN
Menos de dos semanas.
Si Warner está en lo correcto, es sólo cuestión de días para que por fin Ángel pueda recuperar su vista totalmente. No puedo evitar sentirme abrumado por todas las emociones que se arremolinan dentro de mi. Estoy inmensamente feliz porque el resultado de la cirugía ha sido favorable, pero no puedo dejar de preocuparme por el comportamiento tan sospechoso que ha tenido Daniel Johnson desde el momento en el que arrivamos en Maryland.
Ya han pasado varias horas desde que Warner removió la venda. Ahora los ojos de Ángel se encuentran protegidos con parches blancos ligeramente acoginados. Lleva dormida apenas unas dos horas, tiempo que he aprovechado para estudiar el hospital más a fondo.
Lo más extraño es que Johnson no parece estar por ninguna parte y dudo que sea del tipo turista en una situación así. Su interés en mi chica de ojos verdes es más que obvio; lo cual me hace interrogarme el porqué no ha hecho acto de presencia en tantas horas.
Apenas estoy por quedarme dormido cuando el sonido de mi celular logra ponerme alerta nuevamente. El nombre de mi hermano es el que aparece en pantalla, así que me apresuro a responder con la esperanza de que ya haya averiguado algo por mínimo que fuese.
—¿Y bien? ¿Encontraste algo?
—Hola, Dave ¿cómo estás? ¡Yo muy bien! ¿Y tú, hermano?
Responde de modo sarcástico, haciéndome rodar los ojos como reacción. A veces puede ser muy infantil.
—Hola, Dave ¿averiguaste algo?
—No, aún no— resopla—, pero logré contactar con uno de los amigos que papá tenía en la marina. Prometío que se pondría en contacto conmigo en el momento en el que lograra obtener el expediente de Johnson. Aunque sería muy útil tener alguna fotografía del tipejo éste.
—Dame un momento, las envío por mensaje.
—Demonios, eso fue rápido— ríe— ¿desde cuando guardas fotografías de Johnson en tu teléfono, Teby?
—No me llames así.
—Bueno, Esteban ¿desde cuando tienes esas fotos?
Había comenzado a tomar fotos de Johnson desde el día en que me amenazó antes de entrar a mi habitación. Cuando me dijo que era una bomba de tiempo. Ya desconfiaba de él desde el momento en el que le vi por primera vez y pensé que solamente eran mis celos..., pero temo que no sea sólo eso.
—Esa información es irrelevante. No me fio de él, punto.
—Vale, vale. Tengo que colgar. Patricia acaba de llegar. Estamos en contacto.
Apenas he guardado el celular en mi bolsillo cuando veo a Johnson hablando con un enfermero apenas a unos metros de distancia de la habitación de Ángel. Es casi como si no quisiesen ser vistos, ya que parecen estar hablando a susurros; además, su lenguaje corporal es bastante evidente. El poco personal médico que hay alrededor está ocupándose de sus propios problemas, así que no parecen percatarse de lo que está ocurriendo.
« Eres un paranóico de mierda » , pienso al percatarme de mi propio comportamiento.
Vuelvo a acomodarme en mi lugar y finjo estar distraído en mi celular en cuanto veo a Johnson aproximándose al cuarto.
—Deberías de dormir un poco— sugiere en cuanto me ve —La cirugía no la mató, pero creo que tú sí podrías hacerlo ¿no crees?
Me pongo de pie de golpe dispuesto a romperle la cara de una buena vez, pero logro contenerme al recordarme que un acto así por parte mía solamente lograría que Ronald Woodsen me enviase de vuelta a Chicago, y eso definitivamente queda descartado. No puedo dejar a mi novia en manos de un sujeto tan misterioso como Johnson.
Daniel me observa con satisfacción. Sabe que ha logrado una reacción por parte mía y con eso le es más que suficiente para sentir que ha logrado su cometido.
—¿Esteban?
La voz adormilada de Ángel termina con el momento de tensión entre su profesor y yo.
—Aquí estoy, amor.
—Aquí estamos— dice Daniel y las ganas de golpearlo resurgen.
Tomo asiento a un lado de Ángel en la cama después de asesinar con la mirada a Johnson. Ella busca mi mano y la estruja con fuerza antes de comenzar a acurrucarse junto mi. Supongo que el medicamento que le suministran debe de ser bastante fuerte, ya que no se le ven ganas de despertarse.
Me dispongo a dormir yo también, cuando escucho que están tocando la puerta de la habitación. Johnson de apresura a dejar su café sobre la mesa para abrir antes de que yo pueda hacerlo y sale del cuarto, sin prisa, pero si parece bastante inquieto
—¿Algún problema, Johnson?
Le cuestiono en cuanto entra de nuevo a la habitación tras unos minutos hablando con el enfermero de antes.
—Nada que sea de tu incumbencia, Maxfield. Pero no, no hay ningún problema.
Es entonces cuando veo cómo guarda —intentando ser discreto— lo que parece ser un celular en el bolsillo interno de su chaqueta, y estoy seguro de que no es el suyo porque ese está sobre la mesa.
ESTÁS LEYENDO
El Guardaespaldas ©
RomanceEsteban Maxfield es un teniente de la marina estadounidense. Su servicio acabó y ahora él ya no sabe qué hacer de vuelta como civil. Su vida y su mentalidad han cambiado. Evita dormir para no sufrir de sus perturbantes pesadillas y no puede bajar la...