ESTEBAN
Llevo casi dos semanas trabajando para Ronald Woodsen y mis tareas como guardaespaldas no logran quedarme del todo claras. Mis días hasta ahora solamente se han basado en vigilar a Ángel cuando sale al jardín o en llevarla de vez en cuando a lugares con los que aún no me familiarizo. Honestamente, he comenzado a preguntarme las razones por las cuáles los Woodsen necesitan tantos guardaespaldas a su servicio.
No tengo ninguna clase de experiencia en este tipo de empleo, y para ser verdad, me siento nervioso. No quiero arruinar esto, ya que estoy más que consciente de que no trabajo por dinero, si no para no volverme completamente loco encerrado en mi casa.
Salgo de mi cuarto en dirección a la casa grande cuando me topo con Carlos Montero—el guardaespaldas de Patricia— quien me saluda haciendo un simple movimiento con la cabeza. Sigo mi camino sin prestar mucha atención a mí alrededor. Faltan dos minutos para que den las ocho en punto y necesito estar preparado para cualquier cosa que se me pida hacer.
Estoy por cruzar el umbral de la puerta principal cuando siento un golpe en mi espalda. Todo mi cuerpo parece responder ante la sorpresa, y cuando lo acuerdo, ya estoy sobre la persona que me ha tomado por desprevenido. Mi puño se encuentra en el aire, amenazando con romperle la nariz si hace cualquier otro movimiento.
— ¡Oye, oye! —dice el hombre al que he atacado—Tranquilo, amigo. Sólo quería presentarme— es entonces cuando me relajo un poco. Me pongo de pie y le ayudo a levantarse del suelo. Me observa con miedo y confusión. Yo me limito a permanecer callado e intentar ralentizar el latido de mi corazón.
—No vuelvas a hacer eso.
—Créeme, no pienso volver a hacerlo— ríe, pero no entiendo el chiste de la situación. Él deja de reír en cuanto ve mi semblante y se aclara la garganta para cambiar de tema de forma casi inmediata —. Mi nombre es Salvador. Salvador Loera. Pensé que tu experiencia aquí sería más grata si tuvieras un colega o algo así, he escuchado que eres de pocas palabras, pero veo que es porque eres un lobo solitario.
Afirmo con la cabeza.
— ¿Ya sabes que harás hoy?
—No.
—Supongo que harás lo mismo que éstos últimos días ¿Ya hablaste con el jefe para ver si algo ha cambiado en la rutina de Ángel? ¿o ya hablaste con Ángel en todo caso?
Recuerdo el incidente de la primera noche que pasé aquí y mi piel se pone de gallina al sentir el fantasma de sus manos haciendo contacto con mi rostro.
—No.
—Qué platicador eres.
—No me interesa platicar en este momento.
<<Ni en ningún otro>> pienso.
Salvador alza las cejas y coloca sus manos a la altura de su pecho haciendo una señal de rendición. No puedo evitar el reprocharme por ser tan poco agradable, pero me recuerdo que estoy aquí para trabajar, no para hacer amigos.
Pienso en la pregunta que me ha hecho Salvador sobre preguntar a Ronald Woodsen si ha habido algún cambio en la agenda, así que me dedico a buscarlo.
No logro encontrarlo por ninguna parte, así que me apego a lo que he estado haciendo éstos pocos días: pregunto a Ángel si gusta que la lleve a algún lugar, ella me dice que no tiene planes de salir hoy, así que ya no queda mucho que hacer durante el resto del día.
Desayuno en mi cuarto, veo una serie, hago un par de horas de ejercicio para después tomar una ducha larga y relajante. Vuelvo a ponerme mi traje y salgo en búsqueda de Carlos y Salvador para revisar un asunto de las cámaras de seguridad que estaban fallando desde mi primera semana de trabajo.
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El Guardaespaldas ©
RomanceEsteban Maxfield es un teniente de la marina estadounidense. Su servicio acabó y ahora él ya no sabe qué hacer de vuelta como civil. Su vida y su mentalidad han cambiado. Evita dormir para no sufrir de sus perturbantes pesadillas y no puede bajar la...