03| Ángel Woodsen

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ESTEBAN

Las pastillas me han mantenido despierto y alerta toda la noche. Titán yace tranquilo a un lado mío en la cama y lo envidio por poder dormir tan serenamente. Me pongo de pie en cuanto veo que el reloj marca las seis de la mañana en punto. Tomo una ducha rápida, me rasuro y me lavo los dientes en menos de una hora. Antes de ponerme uno de los trajes nuevos, observo mis cicatrices con detenimiento. Las marcas hacen que mi cuerpo luzca como una réplica de Frankenstein.

— ¿Esteban?

Me pongo la camisa de inmediato en cuanto veo la cabeza de mi hermano mayor asomándose por el umbral de la puerta. No quiero comenzar una incómoda conversación sobre la historia de cada una de mis marcas y mucho menos pretendo que se percate de que mis heridas más horribles no son las externas.

— ¿Te molestaría mucho tocar antes de entrar? Da gracias al cielo que ya tenía los pantalones puestos.

—Lo siento. Solamente quería pedirte perdón por lo que te dije ayer— su mirada baja hacia el suelo—. Sé que estuvo fuera de lugar, es sólo que—su voz se quiebra. Jamás lo había visto llorar—, no sé cómo debo de tratarte.

Un silencio algo incómodo se abre paso entre ambos. Sólo me encuentro de pie mientras veo como mi hermano mayor intenta contener el llanto por que me he convertido en un insensible de mierda.

—Lo sé, Dave— permanezco en mi lugar aun sin estar seguro de qué cara poner al verlo llorar por primera ze—. Yo tampoco sé cómo tratar conmigo. — él sonríe con desgane.

— ¿Estas son tus maletas? — pregunta mientras limpia sus mejillas con el dorso de su mano.

—Sí. — me dirijo a la cama por mi saco negro y mi corbata a juego.

—Le diré a Román que venga por ellas.

—Yo soy capaz de hacerlo, Dave. Román debe de estar ocupado con cosas de mayor importancia— mi hermano asiente con la cabeza y sale de la habitación sin decir nada más, y sin ofrecerse a bajar alguna de las maletas.

Me pongo el saco, asegurándome de que se encuentre libre de arrugas —o de pelusa—e intento hacerle un nudo decente y sofisticado a mi corbata. Titán se pone a un lado mío y yo acaricio su cabeza.

—Si te comportas, tal vez pueda llevarte conmigo—el eleva su cabeza y saca la lengua como si realmente entendiera lo que le he dicho. Yo le sonrío y me pongo de cuclillas para poder abrazarlo.

Bajo el par de maletas sin problema alguno. Mi madre está sentada en la sala. Su vista esta fija en la taza de té caliente que sostiene entre sus manos. Sé que se está muriendo por decirme algo antes de irme, pero también estoy consciente de lo orgullosa que puede llegar a ser en ocasiones.

—Suerte, cariño.

Dice finalmente antes de que pueda salir de la casa. Me doy media vuelta e intento sonreírle, pero creo que me ha salido más como una mueca que como lo que se supone debe ser una sonrisa. Ella me sonríe en forma melancólica y cierro la puerta antes de que pueda verle llorar una vez más. David ya me espera arriba de mi camioneta. Subo ambas maletas a la cajuela y después me subo al asiento del copiloto. David permanece callado. Enciende el vehículo y comienza a manejar a casa de Patricia sin decir nada.


~*~


El cuarto de servicio que se me ha sido asignado es un poco más grande que mi habitación. De hecho, se podría decir que es más un departamento que un cuarto. Hay una cama de tamaño matrimonial, una mesa de noche, un armario bastante amplio, una televisión de pantalla plana, un sofá para dos personas, una pequeña cocina en uno de los rincones, un baño completo y un escritorio con dos cajones en cada costado. Las paredes son blancas, pero el techo está pintado de negro. Las sabanas de la cama van combinadas con el resto de las cosas en el lugar y, al sentarme, noto que el colchón parece ser bastante cómodo.

El Guardaespaldas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora