ÁNGEL
Llevamos un buen rato sentados sin entablar conversación con alguien y eso es algo que realmente me hace sentir muy ajena a las personas que nos rodean. Muchas chicas que desconozco— las mismas que nos observaban con tanto detalle al llegar— no hacen nada por voltear hacia otra parte que no sea a nosotros y los chicos no han parado de bombardear con preguntas incómodas a Esteban.
Le preguntan de la guerra y de cómo fue su estadía en Afganistán. Él se limita a contestar que fue un infierno y que tiene suerte de estar vivo. Sólo eso. Ni una palabra más, ni una palabra menos. Se tensa con cada pregunta y veo como juega con sus dedos a modo de distracción.
—Iré por más vino, ¿no quieres un poco? — pregunto a Esteban cuando ya ha terminado de hablar con un chico de rasgos asiáticos.
—No, amor, gracias.
Me pongo de pie y camino hacia la mesa en la que se encuentran varias botellas de distintos tipos de vino y también tablas de madera atiborradas de múltiples tipos de queso y jamóm . Estoy por encaminarme nuevamente a la mesa, cuando siento una mano colocándose sobre mi hombro.
— ¡Hola, linda! — una de las chicas que me ha estado observando se acerca a mí con falsa simpatía—. Ven acá, siéntate con nosotras.
Volteo a ver al resto de sus amigas, las cuales observan expectantes, y después volteo a ver a Esteban, rogando porque haga algún gesto que me indique que vuelva a su lado; pero está muy entretenido hablando con Santos y no quiero interrumpirlo ahora que ha logrado entablar una conversación decente con alguien que realmente parece interesarle.
—Bueno— le respondo a la rubia con timidez al ver que no tengo otra opción. La chica me lleva de la mano hasta donde están el resto de sus amigas y me ofrece una silla además de un platito de plástico con carnes frías, el cual rechazo. A continuación, una a una, estrechan mi mano y comienzan a presentarse.
— ¿Y bien? — pregunta Karina, una chica de cabello negro lacio y ojos rasgados — ¿Qué se siente salir con el chico más deseado de la generación?
La pregunta me toma por desprevenida y siento como mi cerebro se ha bloqueado al no saber qué responder. Estas chicas conocen a Esteban mejor que yo. Conocen su pasado, mientras que yo sólo pocas partes de su presente. Una ligera capa de sudor ha comenzado a sentirse en la piel de mis manos, y sé que se debe al interrogatorio que éstas chicas están por hacerme.
—Bien, supongo— contesto con nerviosismo y sonrío con timidez. Ellas ríen con hipocresía. Como si estuvieran burlándose de mí. De mi ingenuidad.
—Dios, eres tan linda. Quisiera guardarte en una cajita de cristal— dice una castaña llamada Rocío.
—Eres incluso más bonita que Maddie, ahora entiendo la razón por la cual Esteban no ha vuelto arrastrándose a sus pies — dice Bárbara, la rubia que me había invitado a sentarme con ellas.
Siento como si una piedra se adueñara de mi estómago «¿Quién es Maddie?» ¿Por qué Esteban no me ha hablado de ella? ¿Sigue siendo importante para él? Quiero salir huyendo de aquí.
— ¿M-Maddie? — la inseguridad con la que hago la pregunta logra sorprenderme.
—Sí, Maddie ¿No te ha hablado de ella? — Al ver mi expresión desconcertada, Bárbara ya sabe cuál es la respuesta— ¡No puedo creerlo! — ahora la mirada de todas se posa sobre mí y me sorprende no haberme desmayado todavía.
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El Guardaespaldas ©
RomanceEsteban Maxfield es un teniente de la marina estadounidense. Su servicio acabó y ahora él ya no sabe qué hacer de vuelta como civil. Su vida y su mentalidad han cambiado. Evita dormir para no sufrir de sus perturbantes pesadillas y no puede bajar la...