07| Una bala no va a matarme.

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ÁNGEL

El viento se ha tornado helado y violento. La lluvia y los relámpagos parecen querer partir la tierra en dos mientras que las fuertes bocanadas de aire logran hacer que las gotas de lluvia choquen con fuerza contra el contenedor de basura, causando así un ruido horrible que solamente está logrando ponerme más nerviosa.

Siento las gotas espesas de la lluvia en todo mi cuerpo y he comenzado a sentir frío. Mis dientes han comenzado a titiritar de forma involuntaria e intento abrazarme a mí misma para darme un poco de calor rozando mis brazos. El olor a comida podrida y a animal muerto se ha adueñado de mis fosas nasales; además de que sé que debe de haber muchos insectos y roedores a mí alrededor, lo cual logra ponerme la piel de gallina. Escucho carros pasando a la distancia y a personas caminando por el asfalto mojado, pero nadie ha parecido interesarse en entrar al lugar en el que estoy debido a la fuerza de la tormenta.

Tengo miedo. Tengo mucho miedo, pero intento no pensar en que Esteban ha muerto. Intento no pensar en todo lo malo que pudo haber pasado para que aun no haya llegado por mí. Mis lágrimas han comenzado a derramarse, pero se confunden con las gotas de lluvia que se han instalado en mi rostro.

<<Él va a estar bien. Todo va a estar bien. >> Eso es lo único en lo que me permito pensar.

Me aferro a mis rodillas y oculto mi rostro entre ellas. Los mechones de cabello húmedo me causan cosquillas, pero después de unos instantes logro acostumbrarme a la sensación.

— ¡Ángel! —escucho mi nombre a la distancia, pero el pánico logra hacer que me quede paralizada en mi lugar. Mis labios parecen no poder formular una respuesta y puedo sentir como cada una de mis articulaciones es atacada por pequeños temblores causados por el pánico. Escucho pasos cerca de mí. Hay alguien caminando en mi dirección y no puedo ser lo suficientemente positiva como para pensar que sólo se trata de Esteban. — ¡Oh, por Dios! ¡Pensé que te habían encontrado! — entonces siento como un par de brazos fuertes y seguros rodean mi cuerpo con firmeza. Un vago olor a loción masculina se hace paso entre la desagradable combinación de olores en el callejón, haciéndome saber que es Esteban quien me abraza con fuerza.

—V-Volviste—digo con inseguridad.

— Claro que lo hice, Ángel— me suelta, abriéndole paso a una sensación de vacío que hasta ahora me había resultado desconocida—. Siempre volveré, Ángel. Siempre lo haré.


ESTEBAN

El ardor en mi pierna se ha tornado terrible. Me duele como el infierno, pero no puedo permitirme expresar mi dolor en voz alta porque sé que preocuparía a Ángel y eso es lo último que quiero hacer.

— ¿E-Estás bien?

—Perfectamente bien—miento—Esos bastardos no lograron tocarme ni un pelo.

—Tuve mucho miedo, Esteban—su voz se quiebra de repente—P-Pensé que habías muerto.

—Oye—la acerco más a mí y tomo su mano—, estamos bien ¿de acuerdo? Llamaré a mi hermano para que venga a recogernos. No puedo permitirme confiar en nadie más que en él— ella asiente con la cabeza. Busco mi celular en el bolsillo de mi pantalón y marco el número de David.

— ¿Bueno?

—Dave..., necesito que me hagas un favor ¿sí?

— ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

—No puedo hablar mucho ahora. Sólo no tardes mucho ¿de acuerdo? — él me pide la dirección, pero no recuerdo el nombre de las calles, así que activo la ubicación en mi teléfono para que le sea más fácil dar con nosotros.

El Guardaespaldas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora