179. El diario de Alex

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Llegué al pasillo donde vivía Neil. Subí por las escaleras y me sentía de un humor tan bueno que cuando vi a Neil y Zac ahí me sentí feliz. Me acerqué. Pero ellos no parecían felices. Zac se veía asustado. Cuando pregunté qué pasaba, Zac me abrazó.

— ¿Está todo bien?— dije.
— No, los dibujos de Jimi son aterradores— dijo asustado.
— No pueden estar tan mal— dije.

Pero sí. Porque cuando tuve oportunidad de pasar a verlo, él parecía muy emocionado por que viera sus dibujos. Me sorprendió ver que ya caminaba. Neil dijo que se dio de alta solito así que técnicamente aún no estaba autorizado para hacerlo. Pero no parecía estar adolorido. De hecho se veía mejor que la última vez que lo vi. Neil me había contado que le había costado hacer que se sintiera cómodo ahí pero al parecer lo logró. Sin embargo no estaba bien. Porque sus dibujos terminaron de asustarme por completo. Cada vez que pasaba páginas era como una tortura. Lo peor era que él no le veía lo malo. Porque probablemente ninguno de esos recuerdos lo era. Debían haber muchos peores.

— Y este era mi gato Botitas— dijo mientras me enseñaba un dibujo de un gato.
— Creo que ya es suficiente de dibujos— lo interrumpió Neil—. Mejor hay que hacer otra cosa.
— De acuerdo— dije—. Veamos más dibujos otro día.

Como parte de las actividades que Neil implementaba como terapia, estaba una donde debía construir cosas con unos bloques. Jimi odiaba eso. Al parecer la arquitectura no era lo suyo. Me senté con él sobre la alfombra para ayudarlo pero sólo ponía los bloques uno encima de otro y los derribaba cuando empezaban a tambalearse.

— Esto puede ser divertido— dije—. De niño me gustaban estas cosas. No juegué mucho con ellos pero... se veían muy interesantes.
— ¿Por qué no jugabas con ellos?
— Porque desde los tres años comencé a practicar ballet y mi infancia terminó— dije.
— Pero ahora bailas ballet.
— Sí pero... es difícil de explicar— dije—. Mejor hay que construir una ciudad. Podríamos usar otras cosas que no sean bloques. Por ejemplo esos libros para hacer puentes. Y esas cajas para que sean casas.

Fui por cosas. Empezamos a construir. Él no parecía animado al principio pero después mientras la ciudad aumentaba de tamaño, hasta daba ideas de lo que hacía falta. Neil se acercó.

— Esto ya se está extendiendo mucho— dijo.
— Es que faltan muchas cosas— dije—. No hay un departamento de bomberos.
— ¿Para qué necesitan uno?— dijo él.
— Por si hay un incendio— dijo Jimi—. Y para que los del departamento de policía no se sientan tan solitos.
— De acuerdo— dijo Neil—. Que el edificio de los bomberos sea esta caja de zapatos.

La puso ahí.

— Le hace falta un centro comercial— dijo Jimi—. Uno muy grande.
— Buscaré algo que pueda ser— dijo Neil.

Así fue como se unió a nosotros. Pasamos horas perfeccionando esa ciudad. Cuando acabamos, ya era hora de cenar. Para ese día Neil intentaría que Jimi cenara con todos los demás. Él no quería, sentía que sólo causaría molestias. Pero logramos convencerlo. Así que Jimi salió del departamento de Neil después de días de no hacerlo. Se negó a volver a la silla así que lo llevamos lentamente al departamento de Will. Entramos. Jason estaba ahí.

— Estoy casi seguro de que no debería estar caminando sin antes haber ido a rehabilitación— dijo Jason.
— Aún no eres médico, no puedes estar seguro de eso— le dijo Jimi.
— Por eso dije “casi”— aclaró Jason.
— Yo soy médico y estoy seguro de que definitivamente no debería estar haciendo eso— dijo Neil.
— Se preocupan demasiado— dijo Jimi.

Lo llevamos al sofá. Zac apareció.

— ¿Cómo les fue con los bloques?— dijo.
— Construimos una ciudad— dijo Jimi—. Una muy grande. Aunque le falta un bar.
— Quedamos que nuestra ciudad no tendría eso— dijo Neil.
— ¿Qué hay de un casino?— dijo Jimi.
— Menos— dijo Neil.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora