39. El diario de Zac (y el accidente)

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Yo me encontraba feliz limpiando mi departamento y creí que ya había terminado pero noté que la lámpara principal que colgaba del techo parecía un poco sucia. Así que tomé una silla y me subí. En efecto se veía mal pero no era nada que una buena combinación de productos de limpieza no pudiera solucionar. Entonces cuando extendí mi brazo para limpiar suavemente la superficie, apareció una araña. Era pequeña pero fue tan sorpresiva que hasta salté del susto. Cosa terrible si consideramos que estaba sobre la silla aún. Perdí el equilibrio y caí. Me detuve con la mano izquierda pero esa fue una mala idea porque sentí un dolor agudo cuando todo mi peso se apoyó en ella. Así que terminé en el suelo, sintiendo mucho dolor. Suspiré. No era algo insoportable así que creí que no era para tanto. Hasta que observé mi mano.

— No sabía que mis dedos eran tan flexibles— me dije a mí mismo—, no, estoy seguro de que ningún humano puede lograr que sus dedos se doblen así.

Aún sobre el suelo, tomé mi teléfono de mi bolsillo. Le marqué a Will pero no respondió. Para mi mala suerte esa tarde Jason no estaba y Neil tampoco así que me encontraba totalmente solo. Decidí hacerle una videollamada a Madie.
Ella sí contestó.

— Hola torpe— me dijo ella.
— ¿Te estoy interrumpiendo?— le pregunté.
— No, estaba comiendo helado.
— ¿Dónde conseguiste helado en el hospital?
— Yo lo consigo— dijo.
— Como sea, ¿Y Will?
— En una cirugía— dijo ella—, ¿Por qué? ¿Qué sucede? ¿Y dónde estás?
— En el suelo— dije.
— ¿Literal o metafóricamente?
— Ambas— dije—. En realidad creo que debo mostrarte algo.

Le enseñé mi mano.

— ¡Oh por dios, eso se ve mal!— dijo.
— ¿En serio? Porque no duele mucho... excepto estos dedos... son muy molestos si los toco...
— ¿Qué te pasó?
— Me caí de una silla.

Empezó a reírse con ganas.

— ¡No es divertido!— me quejé.
— Claro que sí. Pero espera ahí, llegaré de inmediato.
— No hace falta que vengas... aunque sería conveniente, no hay nadie aquí...
— Tú sólo espera y no te muevas.

Terminó la llamada. Me quedé ahí en el suelo, mirando la lámpara. La odiaba de verdad. La araña seguía ahí. No se saldría con la suya, pensé.
Después de un buen rato, Madie entró al lugar.

— Hola— le dije.
— No te preocupes, te llevaremos a una ambulancia.
— ¿Qué?— dije.

Efectivamente, ella llegó en una ambulancia con dos paramédicos. Les dije que yo perfectamente podría ir pero se ofrecieron a ayudarme a bajar. Fuimos al ascensor, llegamos a la recepción y la ambulancia estaba afuera. Me ayudaron a subir. Parecía demasiado exagerado porque todos nos miraban pero según Madie probablemente algunos de mis huesos estaba rotos.

— No pueden romperse, los necesito— dije.
— Debiste pensar en eso antes de subirte a esa silla— me dijo ella.
— No fue mi culpa, apareció una araña... me sorprendió de verdad...
— ¿Entonces fue una araña la que te rompió los dedos? ¿Por qué? ¿Le debías dinero?
— No pero creo que quería vengarse porque traté de destruir su hogar— dije.
— Sí, odian a la gente que hace eso. Pero no te preocupes, todo estará bien... además pude salirme del trabajo por un tiempo. Es grandioso.
— Te presentaré a la araña. Creo que ambas podrán ser muy buenas amigas.

Llegamos. Nuevamente me ayudaron a bajar. Les agradecí. Ya en urgencias, Madie dijo que definitivamente tenía dos dedos rotos pero que debía hacerme unas radiografías para estar más segura. Además de otras pruebas. Por suerte la doctora Hermes apareció por ahí. Le conté lo que pasó.

— Pobrecito— dijo ella—, ¿Aún sientes dolor?
— No tanto, Madie me dio algo para eso... aunque ahora siento sueño.
— Es normal. Pero no te preocupes, todo estará bien. ¿Quién te está acompañando? Sería muy bueno que pudiera estar aquí ahora contigo...
— Es Madie— dije—. Ella fue a salvarme. En una ambulancia.
— Madie no puede ser tu acompañante— dijo ella—. Fue en calidad de personal de salud. Aunque no debió, ella no es paramédico.
— No quería que la ambulancia se perdiera— dijo Madie.
— Entonces creo que estoy solo— dije.
— Necesitas de alguien por si debemos darte de alta. No puedes irte solo en estas condiciones. Madie no puede ser, ella está en horario laboral.
— Me están dando ganas de renunciar— se quejó Madie.
— Sigue diciendo eso y te acusaré con tu padre— le dijo la doctora Hermes.
— Está bien, llamaré a Jason— dije—. Seguramente ya terminó su práctica con el equipo de basquetbol.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora