Rupturas de Pasillo

2. El diario de James

El pequeño pueblo donde Clint nació estaba cerca de una playa hermosa. El clima era tan bonito ahí que casi no parecíamos estar en pleno invierno. Imaginé que crecer ahí debió ser algo muy bueno. Le pregunté a él mientras dejábamos el auto al lado del camino y avanzábamos por la orilla de la playa lentamente.

— Pasé toda mi infancia aquí, me gusta creer que pertenezco a este lugar— dijo—. Lo visito cada vez que puedo.
— ¿Aquí estuviste en navidad?
— Así es— dijo—. Me quedé en la casa de mis padres ese día.
— ¿Y está bien que yo vaya?— pregunté, como si no supiera que no le quedaba ningún familiar vivo—, no quiero molestar a nadie...
— Está bien, esa casa está vacía.

Seguimos andando y nos alejamos completamente del pueblo. Entonces vislumbré una preciosa casa muy cerca de la playa. Llegamos a ella. Clint abrió. Me invitó a pasar.

— ¿Ésta es tu casa?— dije sorprendido.
— ¿Te gusta?
— Me encanta. Debe ser increíble despertar en las mañanas y ver la playa desde la ventana.
— Ven, te mostraré el lugar— dijo.

Era grande aunque no mucho porque justamente se ubicaba muy cerca del mar y no podía ser de otro modo. Se encontraba perfectamente bien cuidada. Le pregunté y dijo que tenía a alguien que le daba mantenimiento. Me dijo que podía escoger una habitación para instalarme. Me dio mi espacio. Lo primero que hice cuando estuve solo fue abrir las ventanas. El viento fresco tocó mi cara. Me moría de ganas por ir a sentir cómo las olas golpeaban mis pies. Tomé mi teléfono. No había señal ahí. Imaginé que nadie querría tener que recordar el mundo cuando estaba en sitio así. Simplemente era perfecto. Mientras revisaba la habitación, escuché unas voces. Me asomé por la ventana. Clint hablaba con una mujer. Ambos me miraron. Los saludé. Clint me pidió que bajara. Eso hice. Los alcancé en la puerta.

— James, ella es Sara— me dijo Clint—. Cuida la casa y hará cualquier cosa que le pidas mientras yo no estoy.
— ¿Te irás?— pregunté.
— Por algunas horas— dijo—. Pero intentaré regresar antes del anochecer.
— De acuerdo— dije tratando de parecer triste.
— Sólo será un momento— dijo y revolvió mi cabello.

Se fue. La mujer se quedó conmigo. Era mayor, debía tener unos 60 años. Parecía muy amable, me preguntó si necesitaba algo. Le dije que estaba bien. Me miró con curiosidad un tiempo.

— ¿Ocurre algo?— le pregunté.
— No, nada, es sólo que... el joven Clint nunca había traído a nadie a este lugar antes. ¿Eres su amigo?
— Me gusta pensar que lo soy— dije intentando parecer tierno e inocente—. Él me ha cuidado y ayudado mucho.
— ¿De verdad? ¿Puedo preguntar cómo lo conoció?
— Él me salvó hace unos meses— dije—. Desde entonces somos amigos. Clint ha sido muy bueno conmigo así que me parece imposible que no haya traído nunca a nadie más.
— Es una personas bastante reservada— dijo ella—, no lo había visto tocar a nadie desde que...

Se detuvo. Sólo me miró.

— ¿Quiere que le cocine algo?— dijo.
— No, estoy bien— dije, entendí que quería desviarse del tema—. Iré a darme un baño.
— Estaré aquí abajo hasta que el joven regrese, así que si se le ofrece algo, dígame.
— Gracias— dije.

Subí unas bellas escaleras de madera hasta el segundo piso. Crucé el pasillo y entré a mi habitación. Imaginé que no iba a poder sacarle más información a esa mujer. Podría hacer que Clint me contara pero debía hacer que confiara totalmente en mí. Así que las cosas que acababa de comprar me iban a servir definitivamente. Me bañé (y usé el enema en caso de que tuviera suerte) y salí afuera para que mi cabello se secara con el viento. Me senté en los escalones frente a la puerta. Como el clima ahí era agradable, me puse simplemente una camisa. Estaba harto del frío de la ciudad.
Estuve ahí un rato relajándome hasta que decidí entrar. Sara se fue a un pequeño saloncito que tenía una ventana enorme que se abría por completo a la mitad. Me fui con ella.