113. El diario de Laura

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— Creo que podría morir de felicidad— dijo Zac feliz—. Todo es perfecto.
— No puedes morir— le dijo Jason—. Todavía debes ir al bar por la noche.
— Lo sé... sigo sin entender por qué nos reuniremos en un bar pero seguramente será divertido— dijo Zac mientras brillaba mucho.

Eso en realidad era mi culpa. Como Alex me dijo que quería ir a un bar, convencí a George y a Will de que organizaran todo ahí. No les dije que era por Alex pero no fue necesario porque George amó la idea. Como ese día trabajaría hasta tarde, era ideal poder llegar en la noche. Will dijo que estaba bien siempre que todos pudieran estar ahí.

— Zac, no es por presionarte pero quiero mi regalo— le dije—. Apuesto a que es delicioso.
— Lo es— dijo—. Aunque tuve un poco de ayuda.

Se levantó del oso y fue a la cocina. Lo seguimos. Jason no bromeaba, Zac tenía toda una pastelería ahí.
Mientras me comía la mía, no podía dejar de pensar en que Zac debería ser pastelero. Así que le dije.

— Puedo ser un presidente pastelero— dijo él.
— Sería una rara combinación— le dijo Jason—. Mejor sólo sé pastelero con nosotros y presidente con el resto de la población.

Entonces él puso el libro que le di sobre la mesa y en el movimiento cayó al suelo un pedazo de papel.

— ¿Qué es eso, una carta?— dijo Zac.
— Un separador— dije un poco avergonzada—. Yo lo hice. Para que fuera útil mientras leían el libro.

Jason se inclinó para recogerlo. En realidad no era nada impresionante porque lo hice yo misma con papeles de colores y recortes de viejas revistas. Pude comprarlo pero quería hacerle algo personalmente. Por eso estaba muy nerviosa.

— Es muy bonito y será muy útil— dijo Jason—. Gracias.

Casi me muero. Por un momento se me detuvo el corazón. Sentí cómo mi cara se ponía caliente. Así que mejor me giré hacia mi tarta y pretendí que comía.

Lucille apareció. Se acercó. Zac le dio su tarta. Mientras todos comíamos, ella se puso a hablar sobre lo que le regaló a George. Yo aún me sentía muy abrumada así que me quedé callada. Hasta que ella notó mi brazalete de mariposas.

— Me la regalaron hoy en la escuela— dije.
— ¿Quién?— dijo ella.
— Bran.
— ¿El amigo de Jimi?— dijo ella con interés.
— Así es— dije feliz—. Cuando fui con James para darle su regalo de cumpleaños, Bran estaba ahí y me regaló esto.
— Es muy lindo— dijo ella.
— También Bran— dije—. De todos los amigos problemáticos de James, es el que me habla más. Stefan me ignora totalmente. Aunque él ignora a todo el mundo.
— ¿Bran es el chico que estaba con Jimi el día de la final de la olimpiada de matemáticas?— dijo Zac.
— Sí— dije—. Es él.
— Parecía una persona muy agradable— dijo Zac.
— Lo es— dijo Lucille—. Además tiene una relación tan buena con Jimi que hace poco fueron de viaje juntos.
— Lo sé, Jimi me envió un mensaje diciendo que acompañaría a su amigo a casa de sus familiares porque uno estaba enfermo— dijo Zac—. Qué considerado es. Espero que se haya divertido.
— Me contó que fue un viaje muy interesante— dijo Lucille—. Aunque el pobrecillo tuvo mala suerte y se cayó. No me dijo de dónde pero sí tenía varios golpes y moretones. Últimamente le pasa mucho.
— Quizá también le ocurre como a mí— dijo Zac—. Por alguna razón siempre termino herido. Miren mis dedos, aún tienen estas cositas molestas.
— ¿Cuándo van a quitártelas?— le pregunté.
— En unos días según Madie— dijo Zac—. Neil me ha estado ayudando a rehabilitar mis dedos para que pueda moverlos con normalidad.

Siguieron hablando de eso. Miré a Jason. Parecía pensativo.

— ¿Ocurre algo?— le pregunté.

Me observó.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora