142. El diario de James (y la promesa)

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— Me alegra ver que Paul se encuentra bien— dijo Jack.
— Entonces deberías ir con él— le dije—. Seguro hay mucho que quieres preguntarle.

Salió. Eso me dio un poco más de libertad para hablar de mis planes.

— Boris me contó muchas cosas porque se lo pediste— dijo Garret—. Y estoy totalmente de tu lado.
— No muchos lo harán— dije.
— Serás el primer objetivo que tengan si tomas el lugar de Clint. Pero se calmaran si ven todo el poder que tienes.
— Mucha gente está de mi lado— dije.
— No me refería a eso. Hablaba de dinero— dijo.
— Claro— dije—. Estoy trabajando en ver dónde lo guarda Clint.
— Según sé hay muchos lugares donde lo almacena.
— Y pronto yo lo sabré— dije—. Es cuestión de tiempo.
— Bien. Suena complicado pero... avísame cuando quieras hacerlo— se levantó—. Nos vemos. Adiós Stefan. Deberías sonreír más.
— Vete al diablo— le dijo Stefan.

Salimos. Todos parecían hablar animadamente con Paul. Se veían felices.

— Ojalá pudiéramos estar así para siempre— dije.
— Pero tengo que llevármelo— dijo Garret—. Sobre todo porque resultó ser alguien de verdad talentoso. No sé cómo Clint pudo deshacerse de alguien así.
— Empezó a enloquecer— dije.
— Ya estaba loco desde antes— dijo él—. Probablemente Paul va a necesitar una cirugía. Su brazo no sanó bien.
— ¿Y eso cuándo pasará?
— Yo diría que mientras más pronto, mejor. Pero él no quiere.
— Me encargaré de eso— dije y me acerqué a los demás.

Me miraron.

— Hola— me dijo Paul mientras se acercaba para abrazarme.

Lo abracé. Después de un rato nos separamos.

— Necesitas una cirugía— le dije.
— ¿Qué?— dijo Bran.
— Estoy bien— dijo Paul.
— No lo estás— dije—. Así que aceptarás que te la hagan.
— Me dan miedo las cirugías— dijo Bran.
— Entonces tienes suerte de no ser tú el que tenga que hacerse una— le dijo Jack.
— Es escalofriante— le dijo Bran—. Pero te desearé suerte.
— No te preocupes, todo saldrá bien— le dijo Rocky.
— Así que no dirás nada, serás un buen niño y dejarás que los expertos médicos hagan su trabajo— le dije.
— Bien— dijo Paul.

Después de un rato más (en donde nos la pasamos hablando de cosas tontas), ellos se fueron. Stefan me llevó a casa en mi nube que ya no tenía ese feo rastreador. Hice que Ned se lo sacara. De alguna manera me sentía muy libre. Todos debían sentirse así.

Al día siguiente Stefan pasó por mí junto a los demás para llevarme a la escuela.

— Quiero intentar conducir— dije.
— ¿Sabes conducir?— me dijo Jack.
— No— dije—. Pero he visto como lo hacen ustedes. Seguro no estoy tan perdido.

Stefan se pasó al otro asiento. Yo fui al del piloto. Me senté y empecé a conducir.

— ¿Jamás antes habías conducido?— me dijo Rocky.
— No— dije—. Esta es mi primera vez. Así que sean gentiles.
— Pues estás conduciendo perfectamente— dijo Jack.
— ¿Aprendiste simplemente por vernos?— dijo Bran.
— Así es— dije—. Aprendo rápido.
— Hermanito, eres más listo de lo que pareces— me dijo Rocky.

Llegamos a la escuela y fue de verdad muy fácil. Decidí empezar a conducir mi auto yo mismo. Por supuesto que después de sacar mi permiso de conducir.
Cuando entramos, todos hablaban de mí. Ya no de Clyde y Percy. Sólo de mí. Como siempre.

— Planeaste que esto pasaría— me dijo Stefan mientras íbamos a nuestro salón de clases—. Todos hablarían de ti y dejarían de molestar a los demás.
— Claro que no— dije—, eso me haría una buena persona. Y no lo soy.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora