3. El diario de James

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Me puse un poco de mi perfume favorito. Mi cabello estaba bastante largo. No lo peiné, lo dejé así. La noche cayó lentamente y Clint no llegaba pero yo lo esperaba. No sabía bien cómo seducir a alguien pero observé a Shelby varias veces y tenía una vaga idea de cómo debía hacerlo. Pero me urgía que él quisiera tenerme. Lo único que me preocupaba de eso era la posibilidad de perder el control mientras lo hacía. Porque cuando estaba con Evan el placer me hacía olvidarme de todo. Entonces ya nada importaba, podía decir y hacer lo que quisiera. Pero con él las cosas no podían ser de ese modo. Un pequeño error, algo que yo hiciera que arruinara mi imagen de niño tierno y Clint me descubriría. Entonces todo se acabaría. Debía concentrarme. Pero tampoco me serviría intentar no sentir nada. Además hacía tanto que no había tenido sexo que sentía que sólo necesitaba que me tocaran un poco para empezar a gemir. Esperaba que eso no fuera cierto pero al mismo tiempo también lo deseaba.

Eso me causaba bastante conflicto. Quería destruir a Clint pero también deseaba que me hiciera sentir bien. Imaginé que no pasaba nada si hacía ambas cosas.

Él llegó. Sara se fue después de que ambos hablaron. No quería espiarlos pero lo hice. Ella le dijo antes de irse que me cuidara bien porque yo era “un chico muy especial”. Luego me fui a mi habitación para que no sospechara. No había tratado de ganarme la buena opinión de Sara pero había sido muy bueno que le dijera eso.
Me acerqué a la ventana. Estaba muy cerca de la cama. No encendí la luz. Se veía muy tenuemente porque la luna lo iluminaba todo. Escuché cómo se abrió la puerta. Clint entró.

— La vista desde aquí es preciosa— dije pareciendo feliz—. La luna se ve reflejada en el mar.
— ¿Por eso no has encendido las luces?
— Así me parece que está perfecto— dije, lo miré—, ¿Tú no?

Se acercó a mí. Se detuvo muy cerca de mí.

— Es perfecto— dijo.

Le sonreí. Se veía bastante abrumado. Posiblemente estaba pensando en qué hacer.

— Gracias por traerme— dije—. Eres muy amable.
— No lo soy para nada— dijo—. Hay una razón por la que quería que vinieras.
— ¿Y cuál es?— dije con inocencia.

Sólo me observó. Suspiró.

— Ya no importa— dijo.

Iba a darse la vuelta cuando lo tomé del brazo. Me observó sorprendido.

— Está bien, puedes decirme— le dije—. Confía en mí.
— Confío en ti— dijo—, pero no se trata de confianza, es de...
— Entonces dime— dije—. Puedo con lo que sea. Por ti haría lo que fuera...
— No digas eso porque no sabes de lo que estás hablando.
— Sí sé— dije—. Es verdad, haría cualquier cosa por ti.
— ¿Por qué?— dijo un tanto molesto—, ¿No puedes ver que estás en demasiado peligro si te quedas aquí? ¿No puedes ver lo que verdaderamente deseo hacer contigo? ¿No te das cuenta de que cada cosa que haces sólo me hace querer mantenerte a mi lado y no dejarte ir nunca?
— ¡Entonces está bien porque no quiero irme!— dije un tanto afligido—, ¡Quiero quedarme contigo!
— ¿Por qué? ¿No te asusta todo lo que has visto? ¿No te doy miedo?

Mucho. Jamás en mi vida había tenido tanto miedo. Pero eso ya no importaba.

— No— dije mientras me acercaba para estar a escasos centímetros de él—, no me asustas. No me preguntes por qué puesto que no lo sé... lo único que sí sé es que me gusta estar contigo. Me encanta la manera en la que me cuidas y te preocupas por mí... me hace sentir bien. Me gustaría poder hacerte sentir así también pero sé que no puedo... no hay nada que necesites de mí pero aún así quiero quedarme contigo. Lo siento, creo que estoy siendo un poco egoísta pero... así me siento. Perdón.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora