184. El diario de James (y libros)

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Neil y Alex se fueron a la boda de mi abogado. Eso sonaba muy extraño (sobre todo porque no podía imaginarme qué clase de persona se casaría con él) pero sentía que los dos se merecían un descanso así que los animé a ir. Tener que lidiar conmigo debía tenerlos estresados, necesitaban relajarse en un ambiente divertido y agradable como una boda. Deseaba que se estuvieran divirtiendo mucho.

Zac y Will también irían a otra boda y mis padres no estarían en la ciudad porque fueron a visitar a mi abuela así que Madie y Jason se quedarían conmigo. Nos la pasamos jugando juegos de mesa en la casa de Neil hasta que Jason descubrió que tenía que hacer algo con unos compañeros de la escuela pero que olvidó.

— Debes ir, yo cuidaré a Jimi por ti— le dijo Madie.

Jason nos observó.

— De alguna manera no me da confianza— concluyó él.
— Soy mayor que tú— le dijo ella—. Quizá eres más alto pero te recuerdo que tengo más años.
— Estaremos bien— dije—. No soy un bebé que necesita que lo cuiden.
— Además tengo la lista que dejó Neil sobre cómo debemos cuidar de Jimi— dijo Madie—. Y todas son cosas fáciles como darle de comer, jugar con él o llevarlo a dormir. Quizá le lea un cuento para entonces.
— Sonó a que sí soy un bebé— dije molesto.
— Todo estará bien— le dijo Madie—. Relájate.
— Bien. No tardaré— dijo Jason—. Pero si pasa algo, lo que sea, llámenme. Vendré enseguida.
— Te preocupas demasiado— le dije—. Estoy bien. Mírame, me veo bien, ¿No?

Aún usaba el cabestrillo pero muchos de los moretones de mi cara ya casi desaparecían.

— Sólo... tengan cuidado— dijo Jason.

Se fue después de tomar algunas cosas. Realmente no era muy tarde, debían ser como las 7:00 pm.

— Juguemos cartas— le dije.
— ¿Cartas?— dijo ella.
— ¿Sabes jugar póker?
— No— dijo ella—. Siempre he pensado que es algo de mafiosos y adictos a las apuestas.
— Y tienes razón— dije—. Pero podríamos no apostar nada.
— Apostemos cosas de la casa de Neil— dijo ella.

Así fue como después de un par de juegos, yo ya tenía casi todas las cosas de valor de mi lado.

— Si pierdo este florero me quedaré sin nada— dijo Madie—. Pero esta vez ganaré.
— No lo creo— dije.

Y pasó. Ella perdió.

— ¡No puede ser! ¿Por qué eres tan bueno?— dijo.
— No tengo idea— dije.
— Debe haber algo más por aquí... ¿Qué tal esa pintura?

Me señaló una sobre la pared. Era un cuadro de un jarrón con flores.

— De acuerdo— dije.

Ella se acercó a la pared. Trató de quitarlo pero no podía.

— Lo intentaré yo, soy más alto que tú— le dije.

Y quizá lo era pero sólo tenía un brazo y ese marco estaba muy bien instalado.

— Hay que hacerlo al mismo tiempo— dijo ella—. Yo lo sostengo de abajo y tú de arriba.
— De acuerdo— dije.

Lo sujeté firmemente. Ella también. Entonces tiré de él pero Madie soltó su lado y por la fuerza que yo apliqué, atraje la pintura hacia mí y la esquina del marco me golpeó en la cara.

— ¡Oh no! ¿Estás bien? ¡Perdóname, se me resbaló el marco y... ¿Eso es sangre?
— ¿Eh?— dije.

Me llevé la mano a la parte adolorida. Sí, era sangre.

— Sí es— dije tranquilo.
— ¿Te duele mucho?— dijo preocupada.
— No, para nada. Quizá un poco pero no me molesta.

Recordé que se suponía que lo normal era sentir dolor. Estar acostumbrado al dolor era malo y había estado trabajando con Neil para identificarlo. Pero en vista de que fue un accidente no parecía tener que preocuparme sobre si lo normalizaba.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora