87. El diario de Zac (y un bebé)

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Los días pasaban y yo me sentía bastante bien. Principalmente porque Laura era oficialmente la campeona nacional de la olimpiada de matemáticas y aunque ya habían pasado unos días yo seguía muy feliz por ella. Le había horneado una tarta especial de manzana para celebrar. Eso la hizo feliz y por lo tanto yo lo estaba también. Sin embargo pensaba en mi padre de vez en cuando. La última vez que lo vi me pidió que volviera a casa. Y yo lo rechacé. De nuevo. Eso me hizo sentir muy mal. Para no preocuparme por eso traté de mantener mi cabeza enfocada en la escuela. Sin embargo no logré concentrarme tan bien porque Jace lo notó. Me disculpé. Lo que menos quería era causarle problemas.

— No te preocupes— me dijo de buen humor—. Realmente hemos avanzado mucho en estos días así que no me sorprende que te sientas bastante abrumado. Necesitas tomarte el día.
— ¿Puedo hacer eso?
— Deberías. Un buen descanso te vendrá bien. A mí también honestamente.

Lo acepté. Sobre todo porque pensé que podría usar ese tiempo para visitar a Will. La doctora Hermes me había dicho que podía ir al hospital siempre que quisiera así que debía aprovechar eso.
Llegar no fue difícil. Me sentía tan entusiasmado que viajar me gustó. Cuando llegué pasé los filtros en la entrada y después de que me pusieran mi identificador de “visitante” pude internarme en el lugar. Deseé que Will no estuviera en medio de una cirugía porque entonces no podría verlo. Iba a preguntarle a una enfermera por él cuando me encontré con la doctora Hermes. Estaba hablando con una señora que cargaba un bebé.

— Hola, buenas tardes— le dije.
— Zac, hola, qué bueno que estás aquí. ¿Puedo pedirte un favor?
— Eh... claro— dije.
— La señora vino a visitar a su esposo y quiere pasar a verlo pero no puede entrar con su bebé. ¿Podrías cuidarlo un momento?
— ¿Yo?— dije.
— No hay nadie más que pueda y sólo será por unos minutos— dijo la doctora.
— Es un bebé muy tranquilo— me dijo la señora—. Casi no llora y si necesitas algo, todo está dentro de esta bolsa.

Me puso su bolso y después me dio a su bebé. Lo sostuve. Estaba dormido.

— Bien, volveremos rápidamente— me dijo la doctora Hermes.

Se fueron. Miré al bebé. Era pequeño y dormía profundamente. Sus mejillas estaban rosadas. Se veía adorable. Busqué un lugar donde sentarme. Estuve así por unos minutos hasta que el bebé despertó. Entré en pánico.

— ¡No, duérmete, tú debes dormir!— le susurré.

Pero no lo hizo. Me observó con sus ojos bien abiertos.

— Eh... soy Zac— dije un tanto incómodo—. Te cuidaré por un momento. ¿Cómo te llamas? No sé porqué dije eso, es obvio que no sabes hablar. Probablemente parezco un desconocido y lo soy pero te juro que te cuidaré muy bien. No tengo experiencia con niños pero no puede ser muy difícil, ¿O sí?

El bebé sólo me miró.

— Tengo que dejar de preguntarte cosas, eres un bebé y no puedes responderme— dije—. Y si lo hicieras sería raro. Tal vez tienes hambre. Podría buscar algo que pudieras comer.

Busqué en el bolso que me dio su madre un biberón. Lo tomé, lo agite, le quité la tapa y se lo di. Empezó a comer.

— ¡Te ves increíblemente adorable comiendo!— le dije—. Eres una cosita muy tierna, tus padres deben sentirse muy felices por tenerte... aunque no ahora mismo porque por lo que entendí tu papá está en este lugar pero seguramente se recuperará pronto. Tal vez él también es torpe como yo. Porque aunque ya no uso el cabestrillo, mis dedos siguen teniendo estas cositas. Son férulas y sirven para mantener los huesos intactos porque me los rompí por culpa de una araña. ¿Has visto alguna araña? Son escalofriantes. Si un día te encuentras con una, corre lo más que puedas. Pero eres un bebé y no puedes huir... entonces llora lo más fuerte que puedas. Quizá alguien llegue a salvarte. A mí me sucede y eso que no soy un bebé. Pero es porque en mi vida pasada fui una princesa.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora