180. El diario de James (y su padrino)

41 11 10
                                    

En el papel tapiz de la pared donde estaba la ventana habían 4323 florecitas. Había estado tanto tiempo ahí que las había contado varias veces. Sobre todo cuando aún usaba la silla de ruedas. Si no estaba dibujando, contaba. Era relajante, ambas cosas me lo parecían. Pero entonces Alex me dio a entender que mis dibujos no estaban bien. Por ende, yo menos. Había algo mal en mi cabeza. Así que me dediqué únicamente a contar. Hasta que descubrí que eso tampoco era normal. Y comencé a preguntarme si podría ser normal algún día como los demás. La respuesta a eso me asustaba así que no se lo pregunté a Neil. Principalmente porque llevaba días evadiéndolo porque besé a su prometido. Alex no le dio importancia y tenía sentido porque eso no debió significar nada para él, pero yo sí me sentía pésimo. Tanto que no podía ver a Neil a la cara. Me dedicaba simplemente a seguir sus órdenes y portarme bien. Pensé que no se daría cuenta pero lo hizo.

— Estás muy callado— dijo mientras estábamos en el sofá. Él sostenía su cuaderno.
— Intento relajarme— dije—, ¿Puedo ir a mi habitación?
— Pero aún no terminas tu dibujo. Recuerda que debes mostrármelo.
— Ya lo acabé— dije.

Se lo enseñé.

— ¿Podrías explicarlo?— dijo.
— Dibujé mi mano— dije—. La puse sobre la hoja y remarqué el contorno con un lapiz. Salió un poco deforme y hace que mis dedos se vean gordos pero creo que de todos mis dibujos es el mejor hasta ahora, ¿Ya puedo irme?
— Tus anteriores dibujos eran diferentes— dijo—, ¿Por qué cambiaste de estilo?
— Porque casi le dieron un ataque cardíaco a Alex. Probablemente a Zac hasta le causaron pesadillas. También se los enseñé a Jason pero sospecho que a él no le impresionaron tanto. Bien, ya me voy...
— Pero a ti te gustaban tus dibujos— dijo—. Parecías emocionado cuando me los explicabas.
— Del mismo modo que me gustaba drogarme. Estaba mal y ya se detuvo.
— Pero parece que ambas cosas se detuvieron no porque tú quisieras, sino porque otros te alentaron a hacerlo.
— Sinceramente ambas cosas no me parecen tan malas— dije—. Pero iré hoy a rehabilitación así que no le digas a nadie.
— ¿Estar drogado todo el tiempo no te parece malo?
— Se sentía bien— dije—. No dañé a nadie con eso. Y jamás se volvió una adicción. Lo dejé y estoy de maravilla.
— Jimi, los primeros días que pasaste aquí rasguñabas todo a tu paso. Tanto que te quedaste sin uñas.

Miré mis manos. Mis uñas estaban muy cortas y maltratadas.

— ¿Yo hacía eso?— dije confundido.
— Cuando cenábamos rasguñabas la mesa— dijo—. Sin darte cuenta. Y cuando no podías hacerlo te balanceabas de adelante hacia atrás repetidas veces sin parar. O movías compulsivamente algún miembro de tu cuerpo. Eso último aún lo haces.
— Pero no es por eso— dije.
— ¿Entonces por qué crees que sea?
— Porque estoy ansioso.
— ¿Por?
— Por salir de aquí. No es nada personal, simplemente ya me cansé de estar encerrado.
— ¿Y es todo lo que te causa ansiedad?
— Sí— dije muy seguro.

Me observó. Anotó algo en su cuaderno.

— ¿Puedo ver qué escribiste?— dije.
— Claro— dijo y me enseñó.

Simplemente era la palabra "ansiedad” en medio de la hoja.

— ¿Y eso qué significa?— dije.
— Tú acabas de decirme que estás ansioso— dijo.
— Sí pero tú piensas que es por las drogas— dije.
— Pero tú dices que no es por eso.
— ¿Y me crees?
— Debo hacerlo. Confío en ti.
— No deberías— dije—. Soy un gran mentiroso. Podría fácilmente hacerte pensar en algo y lo creerías sin dudar. Ese es mi súper poder.
— Pero quedamos que este es un ambiente seguro— dijo—. Donde podemos ser sinceros.
— Tú no fuiste sincero. No me contaste que yo me muevo como loco.
— Porque esperaba que te dieras cuenta por ti mismo en algún momento. Y no dije que te mueves como loco, dije que te balanceas compulsivamente. No siempre, sólo cuando no estás distraído en algo.
— Balancearse en algo que haría la gente loca— dije.
— El término “locura” es...
— ¡Apuesto a que sí piensas que estoy loco pero tampoco me lo dices!
— No pienso eso de ti.
— ¿Aún cuando has visto mis dibujos y escuchas lo que digo y me ves hacer esas cosas raras?
— Tienes una razón para hacer todo eso.
— Y aún así está mal. Yo lo estoy. Sinceramente no sé por qué no me lo dices. Nos ahorraríamos mucho tiempo. Sólo dime que ya no tengo remedio.
— No creo que no tengas remedio.
— Pues yo sí. Porque me siento exactamente igual que cuando llegué. Nada ha cambiado. Todo lo que quiero hacer es salir de aquí y estoy muy contento de que hoy al fin podré hacerlo aunque sea sólo un momento porque sinceramente estoy harto de todo esto, de ustedes mirándome con lástima, tratándome como si fuera un niño tonto. No lo soy, quizá soy un drogadicto, un asesino y todas esas cosas que susurraban los policías en el hospital sobre mí cuando creían que yo estaba dormido, pero jamás seré un tonto. Soy un maldito genio. Y que me pongas a leer libros para niños, a dibujar o construir con bloques sólo me dice que piensas que soy un niño. Quizá no lo dices pero tus acciones me hacen pensar que lo crees. Y está bien, no me interesa. No debes ser el único que piensa cosas así de mí. Simplemente creo que podríamos dejar de pretender que esto está funcionando porque no es así para nada.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora