138. El diario de Alex Harper

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Me daban ganas de darme de topes contra la pared.

— Podría hacer una lista— dijo Neil de buen humor—. Porque hay muchas cosas de Will que de verdad me agradan.
— Qué bien— dijo mamá bastante confusa.

Lo miré. ¿Qué estaba pasando? ¿Neil había podido con ella?

— De verdad me agrada que nuestros hijos vayan a casarse— dijo Neil feliz.
— ¿Entonces usted no tiene problemas con su relación?— dijo mamá.
— En lo absoluto— dijo Neil—. Parece como si estuvieran hechos el uno para el otro.

Mi papá volvió. Se veía feliz. Se sentó.

— Listo— dijo él—. Todo estará bien. ¿De qué hablaban?
— De la buena unión que hacen nuestros hijos— dijo Neil.
— Yo también lo creo— dijo papá—. Zachary cocina muy bien. Podría volverse chef un día.
— Quizá después de que sea presidente— dijo Zac.
— A mí también me parece que cocina muy bien— dijo Neil—. Sobre todo porque yo no sé hacerlo.
— Es una manera buena de compensar habilidades— dijo mamá—. Sobre todo si consideramos que William no parece aportar mucho a la relación.
— En mi opinión aporta tanto como Zac— dijo Neil—. Por eso son una buena pareja. Están en equilibrio tanto en habilidades como en otras cosas.

Sí, Neil definitivamente podía contra mis padres y lo mejor era que no sabía que lo estaba haciendo. En su mente simplemente debía pensar que tenía una conversación animada con otras personas. Will y Zac lo miraban como si no pudieran creerlo. Yo sólo quería besarlo.
Seguí escuchando toda esa conversación que tenía con mis padres porque ellos seguían hablando. Y cuando decían algo cruel, Neil encontraba una manera de voltearlo. Jamás había visto algo así. Hasta mis padres parecían sorprendidos. Era fascinante. Quería seguir presenciando eso pero tenía que ir al baño. Me disculpé y fui rápidamente. Salí y fui a lavarme las manos. Estaba en eso cuando alguien apareció a mi lado para lavarse la manos también. Había un gran espejo ahí así que pude ver quién era. Y él me miró a mí.

— Buenas noches, señor Benette— le dije.
— ¿Alex? ¿Que haces aquí? No sé por qué pregunto, obviamente debías estar aquí— dijo—. Y si te preguntas por qué vine, quiero que sepas que no es porque estoy planeando algo contra Zac o tu hermano, de hecho no sabía que esta fundación era de tus padres hasta hoy.
— ¿Qué?— dije—, ¿Es de mis padres?

Nos miramos.

— ¿No estás por eso aquí?— dijo.
— No exactamente— dije—. En realidad vine con Neil. Me invitó y...

Le cambió la cara cuando dije su nombre.

— Sí, lo vi hace un rato— dijo—. Se veía muy feliz hablando con tus padres. Se agradan, ¿No?
— Mis padres son médicos— dije—. Tienen cosas en común.
— También con tu hermano. Deben adorarlo.
— Debo admitir que es cierto, Neil le agrada mucho a todos.
— Siempre supo cómo agradarle a los demás.

Parecía frustrado. En ese momento se escuchó un leve rechinido en la puerta. Miré instintivamente hacia ahí. Era Zac. Nos miró muy sorprendido. Después esa expresión de su cara cambió. Se veía bastante afectado y triste.

— Quería... lavar mis manos— dijo.

Se acercó a donde yo estaba. Lo hizo. El señor Benette lo observó. Y se veía tan afligido como él. Yo odiaba tener que presenciar algo así. Eran dos personas que se querían mucho y que debían hablar pero no lo hacían por alguna razón.
Zac terminó de lavar sus manos y tomó una toalla de papel para secarlas. Estaba en eso cuando el señor Benette habló.

— ¿Estás bien?— dijo.

Zac se giró para verlo.

— Me siento muy bien— dijo sin mucho entusiasmo.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora