54. El diario de Zac

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Caminé a la cocina. Necesitaba tomar agua. Los demás me siguieron.

— No te ves bien— me dijo mamá, parecía preocupada.
— Lo estoy— mentí.
— No es cierto— dijo el profesor mientras se acercaba a mí y tocaba mi frente—, ¿Te sientes mal?
— Exageran— dije—. Ahora yo... ¿Alguien quiere llevarme a casa?
— ¿Y no por eso vino Will hasta aquí?— dijo Ben.

Nos miramos. Me seguía sintiendo muy apenado.

— Cierto— dije pretendiendo estar bien—, buenas noches a todos, me voy a casa. Debo preparar la cena.

Caminé a la puerta. Will me detuvo. Me observó preocupado.

— De verdad debo ayudar con la cena— dije nervioso.
— Debemos hablar— dijo muy serio.
— Tal vez... luego— dije—. Ahora debo...
— No debes hacer nada y lo sabes, sólo quieres evadirme— dijo.
— Por supuesto que sí, estoy muy ansioso y no quiero volver a vomitar— dije.
— ¿Vomitaste?— dijo él.
— Pero no es por ti, es porque cuando me siento ansioso vomito.
— Pero te sientes ansioso por mí, ¿No?
— Sí pero...
— Entonces técnicamente sí vomitaste por mi culpa.
— Pues sí pero... ¿Tenemos que hablar de esto ahora?— dije.
— Sí, me preocupa que vomites. Aún no te recuperas de tu brazo y no quiero que te pase nada más.
— Estoy bien, tengo mala suerte, es todo. Ahora llévame a casa.

No parecía convencido. Es más, se veía un poco molesto. Eso me dio mucha más ansiedad. Pero salimos y subimos al auto. Me despedí de todos pretendiendo estar bien. En el camino fuimos en silencio. Mi ansiedad sólo aumentó. Llegamos. Bajamos y buscamos el ascensor en el estacionamiento. Subimos lentamente y sin hacer ruido hasta nuestro piso. Podía ver su reflejo en el metal que recubría las puertas del ascensor y él no parecía feliz. Salimos y caminamos por el pasillo. Entramos a su departamento. Lo observé. Cerró la puerta.

— ¿Estás enojado?— dije con miedo.

Me observó.

— Jamás me enojaría contigo— dijo.
— Excepto ahora porque sí pareces un poco molesto.
— ¿Cómo no voy a estarlo? No quieres hablar conmigo.
— ¿Qué quieres que te diga?
— Lo que piensas sobre lo que te dije.
— Créeme, no quieres saberlo.
— Sólo dilo.
— ¡Bien, eso haré!— dije molesto—, ¡No quiero! ¿Eso es lo que querías escuchar?

Me observó muy sorprendido. Me sentí terrible pero ya lo había dicho, era imposible retroceder.

— No quiero— dije sintiéndome muy avergonzado—. Sólo de pensarlo me da ansiedad. Es la verdad. Y en realidad sí quería hablarte hace mucho sobre eso pero no sabía cómo hacerlo. Yo... no creo estar listo. Para eso o para cualquier otra cosa. Sé que quiero estar contigo pero aún es abrumador para mí, no me imagino haciendo otra cosa... y me siento terrible por lo que pasó esa noche porque evidentemente estaba muy intoxicado y no es tu culpa... soy yo, lo sé... de verdad lo siento.

Me miró atónito.

— ¡Oh por dios, casi te hago algo horrible porque pensé que querías!— dijo angustiado.
— ¡No es tu culpa, yo nunca te dije cómo me sentía!
— ¿Y por qué no lo hiciste?
— Creí que podría hacerte sentir mal o que tú ya no ibas a querer estar conmigo...
— ¿Qué?— dijo muy confundido.
— Es que yo... sé que no es normal porque ya hemos estado casi un año juntos pero... de verdad no... no estoy listo. No sé por qué, sólo sé que me asusta pensarlo y sabía que eso causaría problemas, por eso no te lo dije...
— ¿Qué es exactamente lo que no te gusta?— me dijo.
— No es que no me guste o que no quiera— dije muy abrumado—, es sólo que... simplemente no estoy listo.
— ¿Para qué?

Lo miré. Me sentía muy angustiado.

— Para cualquier cosa— admití—. Aún si tú quieres, yo... no estoy listo. Perdón.
— Y nunca me lo dijiste— sonaba decepcionado.
— ¡No quería que te molestaras!
— ¿Y ahora me veo feliz?
— ¡No y sé que es mi culpa porque a estas alturas yo ya debería...
— Zac, no estoy molesto por eso— dijo—. Lo estoy porque me has prometido como mil veces que confiarás en mí y me dirás todo lo que te preocupa para poder ayudarte pero... al final no es así. Nunca lo haces. Siempre soy el último en enterarme de lo que sucede... y esto es algo muy serio, deberías haberme dicho en el primer momento en que te comenzaste a sentir así. ¿Significa que no te gusta que te toque siquiera? ¿Entonces cada noche mientras dormimos juntos es una tortura para ti pero nunca lo dijiste? ¿Qué hay de todas esas veces donde te he besado?
— ¡No, me estás malinterpretando!
— ¿Sí somos una pareja o qué está pasando aquí?— dijo.
— ¡Lo somos, y no me molesta dormir contigo o que me abraces!
— Bien, hay cosas de mí que toleras— dijo—. Es bueno escuchar eso.
— No es así, es sólo que yo... me asustan muchas cosas.
— Pero abandonaste a tu familia y a todo lo que tenías por quedarte al lado de alguien que te asusta.
— No me asustas, yo te amo.
— Pues no me siento así— dijo y se veía muy agobiado—. Y ya no sé qué sucede aquí.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora