199. El diario de James

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Me pasé el resto del día de mal humor. Incluso fui a mi terapia grupal sintiéndome así. Tom no podía estar casado. Era imposible. Mi frustración sólo aumentó los siguientes días. Alex trató de animarme cuando nos encontramos en la escuela pero yo me sentía muy decepcionado.

— Deberías resignarte— me dijo en el receso mientras estábamos en las mesas junto a la cancha—. Tom está muy casado. Además, aún si estuviera soltero, no creo que sea tu tipo.
— ¿A qué te refieres?— dije.
— Pues él me cuenta muchas cosas sobre su relación y... en su matrimonio él es el pasivo por ahora... quizá eso no cambie. Su esposo parece estar muy feliz con su rol actual y él también.
— Eso ya lo sé— dije—. Me puedo imaginar a ese sujeto enorme haciéndole de todo a Tom.
— Por eso, no parece tu tipo...
— Por él cambiaría de rol— dije—. Definitivamente lo haría. Es Tom, un angelito en la tierra... sé lo que quiero hacerle...
— ¿De verdad?— dijo él sorprendido—, no puedo imaginarlo. Quizá porque yo no lo haría. Me gusta que me la metan y no sé si quiero hacerle eso a otro hombre. Tiene que gustarte mucho Tom si estarías dispuesto a cambiar por él.
— En serio me gusta. Nos enviamos mensajes y todo lo que dice es adorable y lindo... no voy a superarlo nunca.
— Él no va a divorciarse. Acéptalo. Y deja de enviarle mensajes, jamás va a dejar de gustarte si se mantienen en contacto. Mejor busca otra persona. Si los niños lindos y amables te gustan, busca uno así por aquí.
— No quiero salir con un adolescente— dije.
— Jimi, tienes 19 años. No hables como si fueras muy mayor.
— Me siento muy mayor— dije.
— No lo eres. Así que mejor busca otra persona para distraerte.

En ese momento alguien detrás de mí dijo mi nombre. Reconocí esa voz y tuve ganas de darme de topes contra la mesa. Me giré.

— Hola— dijo Percy.
— Los dejaré hablar— me dijo Alex, se acercó para hablarme al oído—, te amo pero aleja tu pene de Tom.

Después se fue caminando. Lo observé irse. Sabía que tenía razón pero odiaba que las cosas fueran así. Suspiré. Miré a Percy.

— ¿No te cansas de ser tan molesto?— le dije estresado.
— Sólo quería preguntarte algo— dijo.
— La respuesta es no.
— No sabes qué te voy a preguntar.
— No me importa saberlo.
— Sólo quería saber si quieres unirte a nuestro grupo de estudio— dijo—. Estudiamos para el examen de admisión a la universidad y la presidenta Laura piensa que podría ser bueno para ti.
— No, así estoy de maravilla. Ahora vete con tu novio.

Me observó fijamente.

— ¿Hay algo en mí que no te agrada?— dijo—, porque puedo cambiarlo. Sólo dime qué es y...
— Hablas demasiado y no me dejas en paz— dije—. Además... eres muy pelirrojo. Eso me estresa mucho.
— ¿En serio?— dijo sorprendido—, ¡Usaré un gorro si eso te molesta!
— Me conformo con que no me hables— dije.
— ¿Te ofendí en algún momento? Sólo quería ser amable.
— Pues no lo seas porque no quiero tu amabilidad o tu ayuda.
— ¿Por qué no?
— Porque la última vez que acepté la ayuda de un desconocido, arruinó mi vida y ahora tengo ataques y visiones por eso. No volveré a cometer ese error de nuevo.
— ¿Visiones? ¿Del futuro?
— Del pasado. De cosas horribles que viví que trato de superar así que no volveré a confiar en un desconocido que dice querer ayudarme.
— No soy un desconocido. Muchos me conocen aquí.
— Pues yo no te conozco. Así que mejor vete a ofrecerle tu amabilidad a alguien que la necesite.
— De acuerdo— dijo—. Pero si cambias de opinión, avísame.

Entonces comenzó a caminar al lado de las canchas. Iba lentamente hasta que un balón se dirigió a él. Para evitarlo se hizo a un lado con tan mala suerte que se torció un tobillo. Suspiré. Odiaba mi suerte. Me acerqué. Parecía sufrir mucho.

— No sabes cuánto te detesto— le dije mientras lo cargaba.
— ¿A... a dónde me llevas?— dijo preocupado.
— A la enfermería— dije mientras caminaba por un pasillo—. No puedo dejarte ahí. Me gustaría pero te ves tan frágil que presiento que si te abandono podrías morir.
— No soy tan frágil— dijo.
— Tu tobillo se está inflamando. Parece un jamón. También tu cara. Si quieres llorar sólo hazlo.
— Estoy... bien.

Rupturas de PasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora