Capítulo Extra #3

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ANDREW

No tenía idea de por qué estaba haciendo lo que estaba a punto de hacer, pero parte de la enseñanza de mi terapeuta era dejar atrás todo pensamiento malo que había cargado por tanto tiempo. Es por eso que estaba a punto de liberarme, y nada me daba más miedo que aquello. Aunque mi terapeuta me había indicado que dolería, también me indicó que tenía que pasar por aquello para por fin poder ser libre como tanto anhelaba. Era el último paso antes de la libertad. No solo estaba aterrado, sino con desconfianza. Era como dar un salto al vacío sin saber si al otro lado había algo o alguien que pudiera detener mi caída.

Lo gracioso es que así era.

Al otro lado estaba Jeane para recibirme. Mi chica. La única ancla que tenía en mi vida. Aprendí y pasé por mucho antes de tener la total certeza que ella nunca se iría de mi lado. Estuvo allí en mi peor momento y en el mejor. Así que este último paso de fe era necesario para dejar ir toda la carga con la que había lidiado la mayor parte de mi infancia.

No estábamos yendo a otro lugar que a la carretera. Era casi de madrugada y Jeane estaba ansiosa. Había preparado algo para este día, no solo por ser casi mi cumpleaños, sino también porque estaba por mostrarle algo que seguro iba a dolerle.

Ella no puso objeción cuando la llevé al auto para dar un pequeño paseo por la noche. Estaba seguro de que si le decía a mi chica que me acompañara al fin del mundo ella lo haría. Era mi complemento perfecto. Mi compañera.

Poco le importó subirse a mi camioneta y seguirme a donde fuera que yo la llevara. Eso sí, tenía mucha curiosidad.

—Se supone que yo debo darte una sorpresa porque es tu cumpleaños. No al revés.

Tomé su mano de su rodilla y tomé el volante con una mano. Besé el dorso de la suya con una sonrisa ladina.

—Esta sorpresa es para ambos, no solo para ti.

Al llegar al lugar todavía estaba oscuro. Había pasado más de una hora en el camino, pero aun así todo estaba silencioso y oscuro, elegí un lugar cerca a la pendiente y estacioné la camioneta.

Allí, casi a la orilla de una laguna entre Beaufort y Western, nos esperaba el pícnic que había preparado para un buen desayuno el día anterior. Sobre el césped reposaba una manta grande, lo suficiente como para que ambos cupiéramos allí con brazos y piernas estiradas. También había una canasta, adentro estaban los insumos que preparé para comer hoy.

—¿Preparaste todo esto para hoy? —La sorpresa en su voz era muy palpable—. ¿Cuándo?

Fue mientras ella dormía, pero prefería mostrarle a contarle.

—Ven, siéntate. —Tomé su mano y la hice sentarse sobre la manta roja que puse para no sentarnos directamente sobre el césped. Aún no era hora de comer porque ni siquiera amanecía, pero por eso la he traje. Para ver el amanecer.

¿Qué mejor manera de pasar mi cumpleaños que con ella, viendo el amanecer?

—Es hermoso —dijo ella tomando las flores de colores que dejé sobre la manta para adornarlo. Fueron las chicas quienes me ayudaron a tenerlo todo preparado para hoy, las amigas de Jeane fueron de mucha ayuda para este desayuno cumpleañero. Magda, Beth, Trisha y Taís fueron las que orquestaron esto. Con mi ayuda, claro.

Me senté a su lado, sintiendo que mis manos sudaban por los nervios. Traté de calmarme y respirar con pausa, después de esto tendría el mejor alivio que podré tener en mi vida y ese era el propósito de esta salida. Y la coincidencia es que fuera el día de mi cumpleaños, lo que hacía un día perfecto para dejar salir todo lo malo que aún guardaba en mí. Por más mínima que fuera.

Lo que dure nuestro amor | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora