Capítulo 34 - Pensamientos profundos

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Empujé la puerta de la cafetería de la universidad con fuerza al ver que ésta no se abría al primer empujón

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Empujé la puerta de la cafetería de la universidad con fuerza al ver que ésta no se abría al primer empujón. Entré rápidamente buscando con la mirada a Jadel. Me había dicho que estaría en la mesa de al fondo. Ni bien lo vi, caminé hacia él. Las puertas de vidrio me permitían ver mi bicicleta estacionada justo al lado de varias. La cafetería estaba llena debido a la hora punta que era: 1:00p.m. La hora en que todos los estudiantes salían a comer luego de un largo día de exámenes de los que todos estábamos asustados porque de eso dependía nuestra rendimiento de lo que quedaba del semestre.

Sorteé a algunas personas en mi camino mientras agradecía el clima no tan caluroso que hoy teníamos. Estaba con mi bufanda negra tapando mi cuello y los chupetones.

Para nuestra buena suerte la mesa que Jadel había escogido estaba alejada de las personas, lo que significaba que tendríamos tranquilidad y privacidad, algo que los demás aquí no podían gozar. Suponía que Jadel había esperado buen rato para separarla.

—Hola. —Saludé agitando mi mano mientras me sentaba frente a él en la mesa. Había accedido a almorzar con él porque no quería hacerlo sola. Andrew estaba descansando por sus migrañas, mi amiga Trisha seguro estaba durmiendo por la borrachera, Taís quién sabe qué haciendo, al igual que Jeremy y Magda, y Beth en una cita con su crush.

No había nada de malo en almorzar con Jadel. Esta no era una cita. Ni siquiera se asemejaba a una. Éramos dos amigos encontrándonos en una cafetería llena de gente para almorzar y disfrutar de la compañía del otro. Algo casual y puramente amigable. Sin segundas intenciones.

Jadel sonrío al levantar la cabeza de la carta del menú que sostenía entre sus manos.

—Hola, Jeane. O debo decir, hola señorita tardona —murmuró con sarcasmo.

Entrecerré mis ojos.

—Es la una en punto —afirmé. Jadel extendió su teléfono hacia mi rostro. Era la 1:11 p.m—. Bueno, creí que tenía diez minutos de tolerancia como los tengo en clases.

—No estás en clases, estás conmigo.

Una camarera joven y de sonrisa amable se acercó para atendernos. Rápidamente cogí la carta del menú y leí con prisa la sección de hamburguesas. Señalé la imagen en la que se veía una apetitosa hamburguesa de queso con carne, y sonreí.

—Deme esta, por favor. Y una Coca-Cola Zero.

Jadel por otro lado sólo pidió una ensalada con pollo, y agua de refresco. Cuando la camarera se fue con nuestros pedidos, lo miré interrogante.

—¿Estás a dieta o algo así?

—Algo así.

—¿Cómo es eso?

Se acercó a la mesa y bajó la cabeza como si fuera a contarme un secreto.

—Sabes que no ganamos la temporada de fútbol, ¿verdad?

Lo que dure nuestro amor | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora