Capítulo 16 - Verdades escritas

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—¿Tienes idea del miedo que le tengo a Gruñona? —pregunté, riéndome luego que las palabras salieran

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—¿Tienes idea del miedo que le tengo a Gruñona? —pregunté, riéndome luego que las palabras salieran. Era algo obvio aquello. El susto que me dio hoy tenía que darle un indicio a Koltov del miedo que aquella biblioteca me daba.

Estábamos sobre el césped, recostados en la hierba verde del campus luego de que Koltov me haya explicado por media hora los ejercicios de matemática que no entendía. Habíamos terminado nuestra hora de tutoría y ninguno de nosotros quería moverse de donde estaba. Yo, recostada en el árbol, y Koltov frente a mí, con las piernas estiradas viéndose relajado como nunca. Estábamos comentado lo terrorífico que iba a ser para nosotros si seguíamos yendo a la biblioteca para nuestras posteriores asesorías. Él sugirió que lo hiciéramos aquí, en el césped donde se podía hablar en cualquier tono de voz sin esperar una amonestación de alguien. Un claro beneficio para ambos dado que era un lugar abierto.

No estaba segura si funcionaría, las piernas me comenzaban a doler de estar tanto tiempo en la misma posición y la espalda también, como si fuera una anciana. Aún así no me quejé. Estar con Koltov sentada sobre el césped mientras conversábamos como amigos de toda la vida valía totalmente la pena.

—Ella es así con todo el mundo —aclaró—. No te lo tomes personal. Parece odiar a todo el que haga ruido.

—Bueno, definitivamente ahora estoy en su lista negra.

—No puede ser tan malo. Solo no hagas ruido y ya.

Llevé una mano a mi pecho.

—¿Sabes lo difícil que es eso para mí?

—Sí, ya me di cuenta.

Nos volvimos a quedar en silencio, oyendo el cantar de los pájaros en las copas de los árboles que rodeaban el campus y el sonido de conversaciones provenientes de los estudiantes que caminaban de un lugar a otro en su trayectoria por aquí. Varias personas como nosotros se encontraban echadas o sentadas sobre el césped con amigos riéndose y conversando.

Los silencios con Koltov nunca los sentí incómodos. Así que no sé por qué se me ocurrió llenar el silencio rápidamente a la vista de que él no lo haría.

—¿Puedo preguntarte algo, Koltov? —Él notó la seriedad en mi voz. Se acomodó mejor y asintió—. Bueno, llevamos varias clases juntos y he visto que has faltado toda la semana... ¿Puedo preguntar por qué?

Hoy, viernes, lo volvía a ver luego de toda una semana sin hacerlo entre clases o tutorías.

—Ya lo hiciste.

—Uhm...

Levantó la mano, como si quisiera hablar sin interrupciones, así que cerré la boca y esperé una respuesta suya. Parecía tenso, sin ganas de responderme, pero aún así dispuesto a hacerlo.

—Yo... sufro de migraña. —Quise hablar pero de nuevo me interrumpió—. ¿Sabes lo que es, no? Dolores muy fuertes de cabeza y sensibilidad a sonidos y a la luz. O eso es lo que me pasa a mí. No salí de mi casa en toda la semana, hasta ayer, que me sentí mejor luego de tomar mis pastillas y eso.

Lo que dure nuestro amor | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora