Capítulo 51 - Conociendo al enemigo

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Dos semanas después yo ya estaba volviéndome loca

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Dos semanas después yo ya estaba volviéndome loca. Las clases ya habían empezado, Jonah era mi único amigo y Elliette estaba empezando a enfurecerme. Con su actitud de creída y sus malos modales, ya me tenía harta. Siempre buscaba un pretexto para enfurecerme con sus acciones, y cuando yo ya no lo soportaba más, le hablaba en español para que se jorobara. Ella por supuesto se molestaba por no entenderme y me respondía en francés, seguro maldiciéndome. Ella podía ser alta y parecer una modelo, pero a mí nadie me fastidiaba ni mucho menos me menospreciaba. El pobre de Jonah era nuestro traductor y no quería estar cerca de nosotras porque siempre había un conflicto.

En aquellas dos semanas aprendí mucho sobre la paciencia y el autocontrol. Tal vez era Dios poniéndome una prueba o los ángeles fastidiándome, pero era algo o alguien quien controlaba a Elliette para que con su actitud arrogante me fastidiara. Si no eran ellos, entonces era el mismísimo diablo.

No podía soportar estar cerca de ella.

Y en este momento, una pelea estaba a punto de suceder porque Elliette había cogido el pedazo de tarta que yo había comprado en una cafetería cerca al instituto el día anterior. Jonah y yo habíamos salido de clases y decidimos ir a aquella cafetería de la que se hablaban maravillas. El único de regalo de Dios a mí fue que Elliette no compartiera clases conmigo ni con Jonah. Tanto él como yo asistíamos a clases dictadas en inglés, mientras que la rubia-conflictiva-cara-de-muñeca-pero-arpía recibía clases en francés. La gran mayoría allí éramos becados y estudiábamos las diferentes ramas de la fotografía. Aún así el lugar era inmenso y nunca me cruzaba con ella.

Jonah y yo compramos bocadillos franceses gratamente sorprendidos al saber que eran riquísimos. Decidí llevar una tartaleta más para comer en el apartamento luego de regresar de clases, pero ahora me había dado con la sorpresa que la rubia chiflada se la había comido. Cerré la puerta del refrigerador con tanta fuerza que resonó en la cocina. Caminé furiosamente por el apartamento hasta llegar a la sala, en donde la tal Elliette estaba tirada en el sofá sonriendo hacia su celular.

—¡Jonah! —grité con fuerza desde mi lugar mientras mis ojos no dejaban de fulminar a Elliette.

Jonah salió apresurado de su habitación. Acabábamos de llegar luego de clases y él parecía a punto de salir. Estaba con otra muda de ropa y tenía sus llaves en la mano. Yo quería aprovechar el resto de mi tarde libre comiendo mi postre en la comodidad de mi habitación para conversar con Andrew, teníamos una cita telefónica en quince minutos y no quería perdérmela.

—¿Qué pasó? —preguntó Jonah mirando entre Elliette y yo. Parecía asustado.

Levanté mi dedo acusador y señalé a la arpía rubia. Si fuera violenta hacía rato la hubiera tirado al suelo sujetando su cabello largo, pero no, Dios me había hecho pacífica.

Ugh.

—¡Se comió mi tarta! —grité. La rubia mosca muerta ni se inmutó. Continuó mirando su teléfono con los pies descalzos sobre el sillón como si yo no estuviera señalándola con mi dedo. Había sonado como una niña quejándose con su padre, pero Jonah era el único quien podía traducirme. Quería decirle unas cuantas cosas que me había guardado en estas última dos semanas. Quería descargarme. Lo de la tarta había colmado mi paciencia.

Lo que dure nuestro amor | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora