Capítulo 36 - Confortablemente entumecido

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ANDREW

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ANDREW

Mirar a Jeane dormir se había convertido en uno de mis hobbys. Su cabello castaño reposaba en la almohada y su respiración lenta acompasaba los pequeños sonidos que hacía. No podía creer que esta chica tan terca y testaruda, ahora estaba aquí en mi cama, como si perteneciera aquí. Y ciertamente lo hacía. En su rostro las pocas pecas que tenía eran un reflejo de la imperfección en ella, eso es lo que la hacía perfecta para mí. Sus ojos verdes, ahora cerrados, eran su mayor atractivo. Pero lo que más me atrajo de ella era su ingenio y la personalidad tan fresca que poseía. Recorrí mi manos por su cabello ondulado, escuchando su respiración y viéndola con adoración. La chica recostada sobre mi almohada era la misma que había logrado desenterrar al antiguo Andrew. No estaba del todo afuera, pero una parte de mí que estaba enterrado había logrado resurgir gracias a ella y su empeño.

Ella la única razón de que yo no tirara la toalla. Ella era mi roca.

Jeane era mi refugio.

Era más de las cuatro de la mañana pero ni siquiera tenía sueño. Mis pesadillas no me dejaban dormir. Cada maldita vez que intentaba dormir y cerraba los ojos, lo podía ver. Así que simplemente dejé de dormir. Deje de soñar. Dejé de vivir.

Desde niño dejé de hacer las cosas que a mí me gustaban para dejar pasar a la desilusión y convertirme en un niño al que no le importaba nada. Ni siquiera ir a terapia me funcionó. Mis padres jamás se enteraron de esto. Decidí callarme. Ni siquiera lo entendía. Tenía diez años, por el amor de Dios, a esa edad debería estar pensando en jugar. No en por qué mi propia familia me hacía esto. Cada maldita vez trataba de no llorar y fue en vano. Todas las veces que me prometí eran la última vez, no las fueron. Vinieron más y más.

Mientras veía a Jeane dormir pacíficamente sobre mi almohada, todo lo que sentía era paz. Mi corazón usualmente calmado se aceleraba cuando estaba cerca de ella. Todo mi interior se emocionaba ante la idea de verla. Ella no solo me daba esperanza y fuerzas, también me daba vida.

Escondí mi sonrisa cuando la vi removerse un poco mientras que lentamente abrió los ojos y me miró directamente. Sus ojos verdes que tanto amaba estaban somnolientos. Frunció el ceño cuando se percató que era de madrugada y yo seguía despierto.

—Hola —susurró con voz ronca y somnolienta. Quiso erguirse al darse cuenta que yo estaba recostado en la cabecera de mi cama, pero la detuve antes que pudiera lograrlo.

—No te levantes, aún es demasiado temprano.

Sus ojos me recorrieron, como si quisiera saber si yo estaba bien. Cuando estaba a su lado, lo estaba. Estaba más que bien junto a ella.

Levantó una mano desde su lugar en la cama y la llevó a mi mejilla, cerré los ojos al sentir el contacto de su piel contra la mía. Pequeños actos como estos me daban a entender que cualquier cosa que ella hiciera en mí estaba perdido, por ella.

Lo que dure nuestro amor | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora