Capítulo 25 - Noche de confesiones

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Desperté por una sacudida que me hizo asustar

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Desperté por una sacudida que me hizo asustar. Me desperecé más rápido de lo que me dormí. Mis ojos se adaptaron al sol que ya estaba poniéndose, los último rayos me dieron directamente en la cara pero eso no era lo que me había despertado. Una gata negra, y de ojos color naranja, estaba sobre mis piernas mirándome con atención. Sonreí y la acaricié, contenta de saber que ya estábamos de vuelta en Western. Me había quedado inconsciente la hora de viaje y lo único que quería hacer al llegar a mi departamento era seguir durmiendo el día restante y mañana.

Andrew había parqueado su camioneta justo en la acera al lado de su departamento, estaba abriendo su puerta con una bolsa en el hombro que seguro contenía los juguetes de Peludo. Aquello me hizo sonreír, parecía un padre responsable. La gatita maulló demandando atención por lo que continué con mis caricias en su bonito pelaje negro.

—Oye, estás preciosa. Andrew tiene a la gatita más hermosa del mundo. —Ella volvió a maullar como si estuviera de acuerdo. Su cola se movió—. ¿Te portaste bien en casa de Joel? Sino papá estará molesto contigo. ¿O fuiste buena chica? Oh, sí, eres una buena chica.

Siguió maullando como si me respondiera. Seguro estaba diciendo lo tonta que era por hablar con una gata, pero seguí sonriendo sin importarme verme como una loca.

Andrew volvió a salir y se acercó a la camioneta. Cuando me vio despierta y acariciando a su gata, caminó a mi puerta y la abrió.

—Por fin despertó la bella durmiente. —Mi tonto corazón aleteo emocionado al oírlo llamarme "bella" como si fuera el mejor cumplido del mundo. Su sonrisa terminó por matarme, suspiré encantada cuando rozó mis dedos con los suyos para tomar a Peludo en sus brazos—. Voy a llevarla adentro.

Volvió a irse, esta vez dejándome sola. Tomé mi bolso del asiento trasero y saqué un pequeño caramelo de menta de las golosinas que había comprado para mí y lo succioné rápidamente. Dormir una hora sin haberme lavado los dientes luego de almorzar no era bueno. Así que cuando Andrew volvió a salir, no me importó abrir la boca, sabía que olía a menta.

Terminé mi caramelo y lo miré.

—Gracias por el viaje, fue... agradable. —Lo único que se me ocurrió decir fue eso. Koltov no respondió de inmediato, solo me ayudó a bajar tomándome de la mano para sostenerme. Una vez que llegué bien al suelo, me soltó y cerró la puerta detrás de mí.

—No se repetirá, por lo menos no el viaje que hicimos a mi casa.

Aquello me entristeció.

—Lo siento mucho, Andrew, no sabía que tu mamá tenía cáncer.

—No lo sientas, eso ya pasó. —Su voz endurecida me alertó que la cáscara del Andrew malhumorado había vuelto. Su expresión relajada había desaparecido. Ahora solo me miraba con molestia. Sacar el tema de su mamá lo había puesto así, pero no me arrepentía. Quería que supiera que estaría apoyándolo en lo que necesitara. Lo que sea.

Lo que dure nuestro amor | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora