Lunes de nuevo.
Y yo la misma de siempre.
Despeinada, tardona y refunfuñando mientras manejaba mi bicicleta por el campus.
Ni siquiera debía decir que mi teléfono no había sonado esta vez. Mi yo interno me decía que debía botar mi viejo iPhone. Mi yo pobre respondió que no lo hiciera porque no tenía ni un centavo para comprar otro. ¿Mi yo gastadora-compulsiva? Sugería que debía sacar un préstamo del banco para comprarme el nuevo iPhone. Ninguna «yo» tuvo la increíble idea de mandarlo a arreglar, porque era lo suficientemente terca como para decir que mi celular no estaba malogrado solo porque la alarma no sonara.
Mientras estacionaba mi bicicleta y dejaba mi casco al lado, pensé en lo muy mal que me iría al final del semestre si no empezaba a llegar temprano. El profesor era de esos que ni bien llegaba al salón, ni un minuto más ni uno menos, pasaba lista. Si alguien llegaba un minuto después que él, te ponía «tardanza». Y si uno acumulaba muchas tardanzas, el sistema de la universidad automáticamente te consideraba como «desaprobada». O sea, el promedio final sería la nota más baja. ¿Adivinaban por qué siempre renegaba al llegar tarde? Mi cuerpo se negaba a despertarse a una hora prudente, y no es como si viviera lejos. Estaba tan cerca que los primeros días sin mi bicicleta me venía caminando. Ahora tenía una ventaja, y aún así no sabía aprovecharla.
No estaba cerca a desaprobar el curso, pero casi.
Y había espacio para «casi» en mi vocabulario.
Tal vez fuera desordenada, impuntual o distraída, pero era vehemente. Y era una de las cualidades que más me gustaban de mí. Muchas personas tomaban aquello como algo malo, no sabían lo bueno que era.
Es por eso que estudiaba matemáticas con Koltov, a pesar que mis exámenes demostraban lo mal estudiante de aquel curso que era.
Con un fuerte suspiro de desesperación y frustración, toqué la puerta y esperé. Esperé un largo rato en el que solo quería chocar mi cabeza contra la puerta hasta que esta se abriera, pero no estaba segura que al profesor y a los demás estudiantes les gustaría ver una chica sangrando y con la cabeza abierta. Lo que parecieron horas en realidad fueron cinco minutos. Cinco minutos en los cuales estuve fuera del salón mirando la puerta como si fuera mi peor enemiga, cuando realmente lo era mi celular.
La puerta se abrió luego de ese tiempo. El profesor, con su extraño bigote, me miró reprobatoriamente.
—Ya ni siquiera sé por qué viene a esta clase si siempre llega tarde. —Su tono de voz hizo de todo menos calmar mi tensión y furia. Apreté mis manos en puños y me imaginé golpeando su cara con mi teléfono. Estaba pasando otra vergüenza, ya que con la puerta abierta todos los estudiantes del salón me alcanzaban a ver.
—Siento mucho la tardanza, profesor —dije muy a mi pesar—. Lo que pasa es que mi...
Levantó una mano justo a centímetros de mi cara, callándome abruptamente.
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Lo que dure nuestro amor | ✓
Teen FictionAndrew Koltov es enigmático, silencioso y oculta un terrible secreto, Jeane hará todo por ayudarlo. ☽ ☽ ☼ ☾ ☾ Jeane Miller cree que su primer año en la universidad será sencillo, al menos eso es lo que parece cuando se muda de su ciudad natal para...