Capítulo 28 - ¿Es tan difícil de creer?

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Inmediatamente cerré de golpe el cajón sin importarme nada y me levanté con rapidez, sintiendo un leve mareo por el brusco movimiento pero no le hice caso, seguí mi camino y me senté el sofá de la habitación, preguntándome sobre aquello

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Inmediatamente cerré de golpe el cajón sin importarme nada y me levanté con rapidez, sintiendo un leve mareo por el brusco movimiento pero no le hice caso, seguí mi camino y me senté el sofá de la habitación, preguntándome sobre aquello. ¿Resultado de exámenes? ¿Acaso Andrew estaba enfermo? ¿O era por lo de sus migrañas? Dios mío, los nervios estaban carcomiéndome. Por primera vez decidí dejar de darle vueltas a un asunto y enfrentarlo. Me levanté de un salto con un nuevo propósito y fui hacia la sala. Andrew seguía dormido, en la misma posición que lo había dejado pero con la boca entreabierta, un silbido muy bajo se le oía salir de la nariz. Andrew estaba roncando.

Quería despertarlo, sacudirlo y exigirle que me dijera qué eran esos exámenes que parecía haberse realizado en el hospital. Me estaba volviendo loca con tantas especulaciones. Mientras lo veía tan tranquilo durmiendo, ajeno a mis emociones, decidí esperar. Y no a que se despertara, sino a que me lo contara. Ya éramos novios, en algún momento iba a contármelo, ¿no? Me lo había dicho, había dicho que no se iba a abrir... aún. Así que iba a esperarlo. Respetaría su tiempo, el momento adecuado para saberlo, e iba a apoyarlo y no darme por vencida con él como le prometí.

Así que hice de tripas corazón y me eché a su lado en el sofá, me acurruqué en su pecho. Se despertó un breve momento pero cuando notó que solo era yo abrazándolo, me apretó contra él e hizo una cosa que me dejó sonriendo; besó la cima de mi cabeza por largo rato y se apoyó en mí. No hice otra cosa más que pegarme aun más a él y cerrar lo ojos para dormir. Aunque una sombra de duda y desconcierto se cernían sobre mí por aquel dichoso sobre del hospital.

Aquella noche dormimos en el sofá ininterrumpidamente. Ni siquiera nos movimos a la cama, me quedé con Andrew en el sofá porque parecía lo bastante cansado como para no querer moverse. Y yo estaba lo bastante cómoda como para irme. Así desperté al día siguiente, con la cabeza sobre su pecho que subía y bajaba a un ritmo suave. Lo primero que hice fue incorporarme, pero cuando lo hice, noté que no estábamos en su sala, sino en su habitación. Al parecer, Andrew me había traído hasta aquí en algún momento de la noche o madrugada. Sonreí repentinamente por ese detalle suyo. Él estaba debajo de mí, y yo estaba boca abajo, a centímetros de su pecho y con las manos en su cuello. Lo froté con suavidad en una lenta caricia y luego decidí empezar el día. Cuando miré la hora en el reloj de pared me di cuenta que ya había perdido las dos primeras clases del día, todo porque la comodidad de su pecho me había hecho dormir como una bebé.

—¿Andrew? —susurré en su oído—. Es tarde, tengo que irme.

No obtuve respuesta. Estaba profundamente dormido. Me levanté con sigilo sin querer molestarlo más y fui al baño. Cuando salí, él seguía durmiendo. Cogí un lapicero de su escritorio y arranqué un post-it, en él escribí:

Se me hizo tarde, debo ir a clases. Nos vemos luego.

Tu novia ;)

Lo dejé en su mesita de noche y partí de allí llevándome conmigo mi bolsa y las sandalias en la mano para no hacer ruido al caminar. En el pasillo Peludo me esperaba, la acaricié brevemente y luego me despedí, pero cuando seguí mi camino ella vino detrás de mí, maullando.

Lo que dure nuestro amor | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora