Capítulo 17 - Adquisiciones no tan favorables

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No era una persona torpe

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No era una persona torpe.

Bueno, no me consideraba una la mayoría del tiempo. Solo un poco descuidada y distraída. Esas palabras solían repetirse en casa cuando mis padres me llamaban la atención. Así que sí, crecí con ese pensamiento arraigado en mi mente a lo largo de mi adolescencia sabiendo lo descuidada y distraía que era. En verdad nunca pude demostrarlo a ciencia cierta. Verás, las personas torpes lo demuestran cuando tiran cosas al suelo de casualidad, o cuando se caen o tropiezan con cualquier cosa. ¿Yo? Jamás había hecho un papel semejante en público. Pero, como a cada persona, hay una primera vez para todo. Mi primera vez en hacer un papel quedando como una persona completamente torpe, descuidada y distraída, llegó mientras manejaba mi nueva bicicleta a la universidad.

Hoy, estaba llegando tarde, de nuevo, por culpa de la alarma que nunca parecía querer funcionar, así que mis pedaleos era rápidos y descuidados mientras avanzaba entre los carros para apresurarme en estacionar la bicicleta.

En un pequeño, muy diminuto descuido y sin saber cómo, el sonido las llantas de un auto deteniéndose intempestivamente sobre la pista hizo que, de un momento a otro, cayera tan fuerte al suelo que temí haberme roto algo. Luego, perdí el conocimiento. Como por tres segundos.

Había caído de lado y la bicicleta se había desbordando montándose en un sardinal, mientras que yo estaba tendida en medio de la pista. El dolor que me atravesó fue tan intenso que cuando abrí los ojos y vi una luz blanca, sonreí sabiendo que estaba cerca del cielo.

Pero fui sacudida levemente y la luz blanca se fue apagando hasta que noté realmente lo que había a mi alrededor. En ese preciso instante, una mano apareció en mi campo de visión asustándome.

—¿Qué...? —Traté de pronunciar pero mi voz salió en un susurro. Estaba totalmente desorientada y sin reconocer algo de mi entorno. Un chico con cabello ondulado y atado en un moño me tendió su mano, pero no podía levantarme. Me encontraba mareada como si hubiera sido atropellada por cientos de elefantes.

—¡No te maté! —exclamó el chico asustándome por su tono de voz. Mis oídos estaban tan sensibles que me los tapé con la explosión de alegría del chico.

—Shhhh —susurré llevándome una mano a la cabeza que era donde me dolía mucho. Poco a poco giré mi cabeza a los lados para ubicarme. Estaba en la acera, tendida y con chico cerniéndose sobre mí. Muchos otros chicos y chicas estaban aglomerados a mi alrededor como si fuera la atracción de un museo—. Rayos, mi bicicleta.

Intenté levantarme para buscar mi más reciente adquisición con el dinero que había ganado del trabajo, pero de nuevo, el chico me sujetó impidiéndome moverme o levantarme.

—Espera, aun no puedes caminar. Tenemos que esperar la ambulancia. O puedo llevarte yo al hospital. ¿Te encuentras bien?

Creo que eso fue el detonante para mí. Me zafé de su agarre y con rapidez y agilidad me puse de pie. Parecía bambi, pero prefería aquello a que ir al hospital y gastar tiempo y dinero en algo que podía evitarse conmigo haciendo reposo o tomando alguna pastilla para el dolor.

Lo que dure nuestro amor | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora