Capítulo 08 - Si tu amiga no está loca, lo estás tú

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Por enésima vez estando en el auto de Trisha, estiré mi falda corta de jean sintiendo las palmas de mis manos sudar

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Por enésima vez estando en el auto de Trisha, estiré mi falda corta de jean sintiendo las palmas de mis manos sudar. A mi lado Jeremy estaba extasiado de estar por primera vez en una discoteca gay. Mientras Trisha conducía, él no parecía estar consciente del lugar a donde iríamos, hasta que ella giró en unas calles poco conocidas y él sumó dos más dos. Aunque no tuvo mucho que sumar, Taís fue la portadora de tales alegres noticias con una exclamación que casi me deja sorda.

Cuando llegamos fui la última en bajar, todos ya estaban fuera del auto mientras yo sacaba mis piernas de la puerta. Esta era mi primera vez yendo a una discoteca. Jamás en mi vida había ido a una, y mucho menos a una gay. Esperaba encontrar alcohol, bailes, y gente manoseándose. Ya saben, lo usual. Así que cuando entramos mostrando nuestras identificaciones, me sorprendió ver eso y mucho más. Había muchas personas por doquier, y la mayoría de ellas vestían ropa tan escasa que sentí que vestía un burka* [1] en vez de una simple blusa escotada y mi minifalda jean favorita. Un poco más y la gente se paseaba desnuda por allí.

Me apegué a Jer al notar la masa de cuerpos que no nos dejaban pasar por la cantidad de personas ubicadas en medio del lugar. Nuestro objetivo era coger una mesa, pero nos era imposible poder pasar. Por suerte Trisha era de armas tomar y fue la que lideró el camino, apartando cuerpos y personas a empujones. Una vez que encontró una mesa apartada de la pista de baile y muy cercana a un pasillo que parecía llevar a los baños, nos sentamos. La mesa contaba con cuatro asientos. Dos en un extremo y dos en el otro. A mi lado se sentó Trisha, frente a ella Taís y a su lado Jeremy.

A penas se podía hablar por el incesante sonido de la música que no parecía tener fin. Ni siquiera terminaba una canción cuando ya ponían otra, algunas veces ganándose los silbidos descontentos de las personas en la pista de baile.

Era muy de noche, exactamente la hora en la que yo me iba a dormir. Medianoche. Trisha me había recogido a las diez y media en mi departamento para ir al suyo, donde Taís y Jer vivían también. Allí estuvimos por lo menos dos horas conversando y viendo televisión mientras Taís se alistaba. La única en el grupo de ellos tres en tener auto era Trisha. Porque Taís no sabía conducir, al igual que yo, y Jeremy no tenía dinero para mantener un auto, pero sí sabía conducir.

Para Trisha era una tontería ser la única conductora con licencia porque al parecer quería emborracharse esta noche, pero era la conductora designada para volver y no podía tomar una sola gota de alcohol si quería llevarnos de vuelta a casa con vida.

—¿Quieren tomar algo? —preguntó Jer alzando su voz. Todas asentimos. Trisha hizo una mueca—. Sí, para ti gaseosa, Trish.

—Voy contigo —dijo Taís levantándose—. Traeré chupitos para celebrar.

Ni siquiera sabía qué era un chupito.

Mi inexperiencia era notable para Trisha, que al ver mi rostro consternado me codeó.

Lo que dure nuestro amor | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora