CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

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CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

Rosas,

Las cosas se habían salido un poco de control.

Ren se encontraba sentada como indio sobre su cama mientras cubría su rostro con sus manos, frente a ella estaba Taiga quien reía por lo bajo.

— Ren... ¿Por eso estás así? — Preguntó el pelinegro, acercándose a tomar asiento junto a la mayor, acariciando su espalda de arriba hacia abajo.

— No lo entiendes. — Negó la mujer. — Cuando dijo eso yo... Yo... ¡Por dios, Taiga! ¡No me hagas repetirlo!

— Lo siento. — Bushida sonrió. — Pero creo que estás exagerando un poco.

— ¿Exagerando?

— Ren, entiendo que no hayas experimentado enamorarte nunca, pero no es nada del otro mundo ¿Sabes?

No era una exageración de parte de Bushida lo que había dicho, en realidad Sasaki jamás había estado realmente enamorada, claro que le gustó uno que otro chico durante su juventud antes de que su vida como un civil normal se fuera al carajo por culpa de su familia, pero después de eso ningún hombre llegó a producir ningún sentimiento diferente en ella más que placer sexual.

Ninguno más que Bushida Taiga y Hajime Kokonoi.

El primero solamente había despertado en ella un deseo protector, era como si hubiese adoptado al muchacho para mantenerlo bajo su poder a cambio de una vida feliz y a Taiga no le importó aquello con tal de seguir a la mujer que admiraba a cualquier sitio.

Por otro lado, Kokonoi había sido un extraño amorío de la castaña, nunca se habían enamorado realmente, sólo gustaban entre sí, mayormente en el aspecto sexual, pero eran incompatibles el uno al otro, un maniático por el dinero y obsesionado con su difunto primer amor, por un lado, y por el otro una mujer con grandes deseos de producir caos a su organización rival y una necesidad por siempre mantenerse en la cima desinteresada por todo lo demás. Estaba muy claro que aquello no funcionaría.

Ahora, Sasaki estaba verdaderamente experimentando qué era sentirse atraída como imán a metal a un hombre... O dos. Incluso después de todo ese desastre con el mayor de los hermanos no podía sacarlo de su cabeza, y su pecho dolía cuando recordaba que se había metido con un hombre que tenía a otra mujer y, supuestamente, estaban comprometidos.

— ¿Por qué no comienzas a prepararte y olvidas todo esto? — El pelinegro acomodó los mechones desordenados de cabello ajenos detrás de su oreja. — Hoy tienes un evento importante al que asistir, sé la estrella de esa fiesta.

— Sí... Lo haré. — Sasaki se puso de pie mirando el vestido que colgada en su puerta. — Prepara mis cosas, me daré una ducha rápida.

— Entendido.

Taiga observó a la castaña caminar a su baño, desapareciendo detrás de la puerta. Tras un suspiro, se encargó de ir por el vestido y joyas que utilizaría la mujer, dejándolos sobre la cama, haciendo después lo mismo con el calzado. El pelinegro miró las prendas con curiosidad, habrían sido similares a las que escogería él, después de todo el ojiazul conocía perfectamente a la mujer.
Conocía que Rindo había sido quien compró todo aquello para su jefa y le sorprendía grandemente lo mucho que había acertado en lo que la castaña usaba comúnmente para esta clase de ocasiones.

— Al menos no seleccionó lencería tan descarada como su hermano. — Observó Taiga.

Su teléfono sonó, Bushida no dudó en tomarlo y contestar a la llamada.

— Habla Bushida Taiga.

— Deja las formalidades, idiota. — Un suspiro escapó del pelinegro al reconocer esa voz. — Estoy abajo, estos gorilas no me dejan pasar.

— Pon la llamada en altavoz. — Ordenó Taiga.

— Hecho.

— Déjenlo entrar, es invitado de la señorita Sasaki. — Informó el ojiazul, pronto escuchó las puertas del elevador abrirse a través de la llamada.

— Al fin sirves de algo. — Entonces la llamada finalizó.

Bushida caminó a la puerta principal, abriéndola, pocos segundos más tarde el elevador abrió sus puertas dejando ver salir a un hombre de orbes violetas. Una sonrisa burlona se estiró en el rostro de Taiga al notar la rosa negra que en una de las manos el hombre llevaba.

— Qué cursi.

— Cierra la boca o te meteré la rosa por el culo.

Rindo se adentró al departamento, tomando asiento en uno de los sofás de la sala de estar.

— Ren está duchándose ahora mismo, espérala aquí.

— Podría ir a hacerle compañía si quiero. — Bushida frunció su ceño. — Bájales a los celos, cieguito.

— Con mi único ojo veo más de lo que tú, tarado, puedes ver con dos.

El ambiente comenzó a volverse tenso entre ambos. Estaba más que claro que, tal como se conocieron los hermanos y la castaña, Bushida y los dos Haitani no habían tenido un gran comienzo, después de todo el pelinegro había entrado botando las paredes del sótano de aquel edificio abandonado en donde estaba la castaña cuando la secuestraron.

— ¡Taiga, prepárame un café! Necesito relajar estos nervios o me desmayaré.

Ambos hombres terminaron con aquella guerra de miradas al escuchar a la mujer salir del baño. Bushida no dudó en caminar hacia la cocina para preparar lo ordenado.

Rindo sonrió colocándose en pie, sus pies le llevaron hasta la habitación de la mujer, apoyándose en el marco de la puerta observando cómo esta comenzaba a vestirse.

— Qué buen culo.

— ¡Mierda! — Sasaki se giró de golpe, un arma en manos apuntando a Rindo. — Hijo de tu perra madre... ¡Pude haberte asesinado, imbécil!

— Morir por tu mano no suena tan mal, linda. — Ren lanzó el arma a la cama, Rindo se acercó, tomando su cintura y uniendo sus labios en un corto beso. — Toma.

— ¿Una rosa? — La mujer sonrió. — Qué cursi.

— Es exactamente lo que él cieguito dijo. — Sasaki la observó por unos segundos antes de girarse y colocarla en un jarrón sobre su cómoda.

— Es linda, gracias.

Sasaki cerró sus ojos al sentir un par de labios pegarse a su cuello, dejando suaves y cortos besos.

— No empieces... O no saldremos de aquí.

— Tenemos tiempo antes de que empiece el evento. — Las grandes manos de Rindo tomaron sus caderas, tirando de su cuerpo para pegar su trasero contra su pelvis.

— No hagas eso, Taiga sigue aquí.

— Dile que se largue y lo hará sin rechistar. — Ren gimió por lo bajo al sentir dos dedos ajenos deslizarse sobre su sexo. — Ayer me dejaste curioso y sin recibir una respuesta... Ren, respóndeme.

El cuerpo entero de Sasaki tembló.

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𝐏𝐫𝐞𝐝𝐚𝐭𝐨𝐫𝐬・[𝐇𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧𝐨𝐬 𝐇𝐚𝐢𝐭𝐚𝐧𝐢 𝐱 𝐎𝐜]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora