Capítulo 5 - Las ventajas de ser precavida

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Después de colocar algunos libros en mi taquilla, saco de mi mochila mi "arma secreta": el candado más fuerte y seguro que he encontrado. Si el aquelarre es tan malo como lo recuerdo (y viendo su actitud estos últimos días, lo son y mucho), prefiero que me llamen paranoica a dejar mis cosas sin protección, que tienen antecedentes. Me niego a que me escondan los deberes o cualquier tontería que se les ocurra. Me dirigía a la clase cuando me encuentro con Nathaniel en el pasillo:

– Buenos días – saludo con simpatía.

– Buenos días, Melody – me responde de forma amable – ¿Fue muy duro el castigo? Me fui antes de que acabaras.

– No, qué va, en cuanto acabamos los deberes nos dejó salir.

– Me alegro.

Justo cuando estábamos conversando, somos llamados por otro profesor, que nos pedía hacer unas fotocopias para su clase. Asentimos sin comentar nada hasta que se había ido.

– Lo hemos invocado. Los dos delegados juntos en el pasillo llama demasiado la atención – bromeo mientras nos dirigimos a la sala de delegados a hacer las fotocopias.

– Desde luego, es lo que parece – me contesta resignado.

Tardamos poco en acabar la tarea, y salimos juntos con los documentos bajó el brazo para entregárselos al profesor. Cuando estoy cerrando la sala de delegados con llave, Nathaniel llama mi atención:

– Melody ¿esa no es tu taquilla?

Dirijo mi mirada al lugar señalado, y efectivamente, las tres arpías estaban delante de mi taquilla. Asiento despreocupada, mientras le devuelvo la llave.

– Vamos a detenerlas – se apresura a decir Nathaniel, enfadado.

Le paro rápidamente y le señalo la escena que está ocurriendo delante de mi taquilla. Estaban intentando abrir la puerta de mi taquilla, y fallando de forma monumental. Me doy una palmadita mental en la espalda por haber traído el candado especial. Parecían desesperadas por intentar abrirlo antes de que llegara ningún profesor, pero, gracias a la suerte, no llega un profesor, sino la propia Directora, que tenía un perro entre sus brazos. Llama la atención de las chicas por maltratar mobiliario escolar. Al darse cuenta de que el nombre de ninguna alumna correspondía con el que estaba escrito en la taquilla, las obligó a ir a su despacho. Observo la escena aguantándome la risa, mientras Nathaniel no acababa de entender todo lo que había sucedido en menos de un minuto.

– ¿Cómo sabías que pasaría eso?

– Bueno, digamos que después de lo que pasó en el pasillo la última vez, preferí tener cuidado, así que traje un candado de mi casa – suelto una risotada – Lo de la Directora ha sido pura suerte.

– Muy inteligente por tu parte– Comenta Nathaniel con cierta admiración mientras caminamos hacia la sala de profesores.

– Muy a lo Arsène Lupin ¿verdad? – digo con suficiencia. El comentario le causa una carcajada.

– Sí, exactamente.

Entregamos los documentos, y vamos juntos a clase. En el camino, veo un pequeño cuaderno en el suelo de la entrada del aula. Al cogerlo, reconozco de quién es.

– ¿Quieres que vayamos a dejarlo a objetos perdidos? – sugiere Nathaniel.

– No, no hace falta, sé de quién es este cuaderno.

Entramos en clase y le sugiero a Nathaniel que se siente con nosotras, ya que suele sentarse solo en la primera fila. Al principio vacila, pero finalmente accede y me sigue hasta la mesa. Creo que se ha decidido al ver que las chicas ya estaban sentadas juntas y le tocaría sentarse conmigo. Aún no tiene la suficiente confianza con el resto para sentarse a su lado, así que lo entiendo. Espero que a partir de ahora se siente con nosotras y empiece a hablar con todas. El comienzo es muy cómodo, todas le sonríen y le dan la bienvenida (no es porque sean mis amigas, ni mis personajes favoritos, pero son unos amores). Kim y Nathaniel comienzan a hablar de deportes y de cómo le gustaría empezar a hacer boxeo, que era muy aficionado a verlo por la televisión. Mi plan ha funcionado al cien por cien, y no puedo estar más contenta. Tanto, que se me ha olvidado devolver el cuaderno a su legítimo dueño, y ya había empezado la clase.

Al oír la campana, veo como toda la clase se desespera por ser los primeros en salir. Yo salgo cuando puedo, junto a Nathaniel, mientras conversamos tranquilamente. Alcanzo a ver a Castiel y Lysandro cerca de las taquillas de la escalera. Me acerco con cuidado, para no parecer brusca, y saludo amablemente a los chicos. Con cuidado, saco el cuaderno de mi mochila y se lo ofrezco a Lysandro.

– ¿Esto es tuyo?

Él asiente, aliviado, agarrando el cuaderno con cariño.

– Lo perdí esta mañana y no lo encontraba por ninguna parte, gracias – me sonríe de forma tímida.

– ¿Cómo sabías que era suyo? – pregunta Castiel con cierta sospecha ¿cuándo bajará la guardia de verdad?

Nathaniel parecía que iba a ofenderse, por eso respondí con simpleza:

– Siempre que he visto a Lysandro, tenía el cuaderno en la mano. No ha sido difícil saber de quién era.

– ¿Lo has abierto? – Esta vez ha sido Lysandro quién me ha preguntado. Niego con la cabeza.

– No es mío, y sabía que era tuyo, así que... – me encogí de hombros.

– Te agradezco el gesto – la sonrisa de Lysandro se había ensanchado.

En el momento en el que iba a despedirme, para irme con Nathaniel a la sala de delegados, escucho una voz femenina gritar con cierta desesperación:

– ¡KIKI

– Oh no – susurro, sabiendo a la perfección lo que significaba ese grito.

– ¿Qué pasa? – pregunta Nathaniel desconcertado.

– Problemas – arrastro a los tres chicos al rincón que hay debajo de la escalera que va al primer piso.

– ¿¡Qué haces!? – pregunta Castiel de forma brusca.

– Salvarte la vida. Escondeos aquí y no hagáis ruido.

– ¿¡Qué está pa...– antes de que acabara la frase, le tapo la boca con mi mano. Hacerle esto conllevará ciertas consecuencias, pero no será peor de lo que nos ocurriría si no nos quedamos callados.

Antes de que Castiel se deshiciera de mi mano y pudiera volver a hablar, vemos a un perro pasar corriendo rápidamente, mientras la Directora le persigue al grito de "KIKI, VUELVE AQUÍ". Cuando dejo de escuchar los tacones, salimos del rincón de la escalera con cuidado. Castiel estaba abriendo la boca, claramente molesto, así que me doy prisa en contestar sus dudas:

– Es el perro escapista de la Directora, la he visto llegar con él esta mañana. Y se había escapado de nuevo, y a los primeros chicos que se ha encontrado, los ha obligado a buscarlo por todo el instituto, amenazándolos con castigarlos si no conseguían atraparlo. Si nos llegaba a ver justo cuando el perro se ha echado a correr, nos habría obligado a buscarlo – Veo como Nathaniel intenta objetar – No, no es nada fácil atraparlo. Aunque tenga las patitas cortas, es escurridizo y habríamos perdido mucho tiempo con la petición de la Directora.

Los tres se han quedado en completo silencio, escuchando mi monólogo. La expresión de Castiel era más pacífica, parecía que había aclarado las dudas de Nathaniel, y a Lysandro toda esta situación le daba completamente igual. Pasados unos segundos, los suficientes como para comprender lo que acababa de decir, Castiel y Nathaniel se han echado a reír. Lysandro simplemente sonríe ante la situación, y yo les miro sin entender absolutamente nada.

– Parecías completamente desesperada porque no nos viera – Empezó a decir Castiel entre risas.

– Nunca había visto a nadie correr de esa forma – Nathaniel se agarraba la tripa, parecía que le estaba doliendo después de tantas carcajadas.

Sin decir demasiado, observé cómo esos dos se burlaban de mi mientras caminaba junto a Lysandro, que se había enfrascado nuevamente en su recién recuperado cuaderno. Aunque sea a mi costa, me alegra que el primer contacto que han tenido esos dos en el instituto sea tan positivo. Supongo.

Viviendo un isekai en el Sweet Amoris // Corazón de MelónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora