Capítulo 41 - Fiesta de pijamas

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Después de clase, Castiel me detuvo antes de que me fuera a la siguiente clase, con una expresión mucho menos prepotente que la del día anterior:

– ¿Y bien? – pregunto con una ceja alzada, más tranquila que ayer, pero desde luego con la paciencia muy limitada.

– Oye, relájate, que vengo en son de paz – me contestó molesto, pero vi que apretaba el puño derecho; se estaba esforzando – Verás, cuando te fuiste ayer enfadada después de... ya sabes, Lysandro y Nathaniel me insistieron repetidas veces en que me había pasado y que no tenía que hacer bromas así – le miré con insistencia, esperando la palabra mágica – No vas a parar de estar enfadada hasta que lo diga, ¿verdad? – asiento – Dios, eres incorregible... – coge aire, y en un tono más bajo, rápidamente dijo – ... perdona.

– Vaya, ¿qué has dicho? Es que el gorgojeo de un pájaro en la otra punta de la ciudad no me ha dejado oírte bien – no hice ni el intento de reprimir mi sonrisa.

– Tampoco te pases – me reí por la expresión disgustada que estaba poniendo. Odiaba parecer vulnerable.

– Perdonado – me cuelgo la mochila al hombro y le indico a Castiel que ande conmigo hasta la siguiente clase – Me alegro que hayas abierto los ojos, y que Lysandro y Nath te hayan reñido por mi. No sabes la suerte que tienes de tenerlos.

– Aguafiestas, son las voces de mi conciencia, siempre tan molestos y certeros – se quejó él mientras ponía los ojos en blanco. Se detuvo de golpe y empezó a rebuscar en su cartera, le miro extrañada.

– Casty, deja de buscar, tu cerebro se perdió hace mucho tiempo – bromeo al verle tan exasperado buscando.

– ¿A que no te lo doy por listilla? – me amenaza entrecerrando los ojos, alimentando mi curiosidad.

– ¿Darme?

Saca una pequeña pieza de plástico de color negro. Castiel agarra mi mano y posa el objeto en ella. Solo al tenerlo tan cerca me doy cuenta de que es una pua de guitarra con el nombre "Falling Crows" escrito.

– Qué chulo – admiro la pua entre las manos.

– El otro día fui a una tienda de música con Lysandro, y hacían piezas personalizadas. Quise probar cómo quedaba, y no me convence, así que te lo doy por tu cumple. Felicidades, anciana – se hacía el duro, como siempre, pero seguro que lo hizo para mi. Le sonreí de medio lado, sabiendo con certeza de que me estaba mintiendo.

– Gracias, anciano, que eres mayor que yo – me río al darme cuenta. Guardo con sumo cuidado la pua, para no perderla, y seguimos caminando – A ver si quedamos todos un día y celebramos mi cumple de verdad.

– Sí, que hemos sido excluidos de la "pijamada" – fingió de forma dramática estar molesto por no haber sido invitado.

– Una pena, seguro que te hubiese encantado estar toda la noche hablando de maquillajes, cotilleos y ropa – le dije, intentando sonar lo más exagerado que podía.

– Dios, suena horrible, qué envidia me dais.

– Me hubiese gustado invitaros a todos, pero mis padres no me dejarían jamás meter chicos en casa sin vigilancia – me río al imaginarme las caras de mis padres ante esa "terrible" idea.

– Oh sí, su pobre princesita con unos terribles chicos, horrible – niega brevemente la cabeza, como si dijera sin palabras que eso era una tontería – Antes lo entendería, pero ahora no deberían extrañarse por verte con chicos.

– Supongo que tienes razón, y en algún momento tendré que hablar con ellos, pero ese día no será hoy – empiezo a contar con los dedos de la mano – Primero, porque no están. Segundo, porque es una conversación sumamente incómoda que estoy atrasando todo lo que puedo. Y tercero, porque no tiene pinta de que se tengan que preocupar por esas cosas por ahora – me carcajeo ante esa loca idea.

Viviendo un isekai en el Sweet Amoris // Corazón de MelónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora