Capítulo 46 - ¿Confesión?

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Mis padres estaban esperándome en la puerta del instituto cuando el autobús llegó. Les habían llamado para comunicarles que me había hecho daño. No sé qué les dijeron, pero estaban muy angustiados. Me llevaron rápidamente al hospital y confirmaron que me había torcido el tobillo, así que me tocaría andar en muletas durante un par de semanas. Diversión en muletas, maravilloso.

Lo mejor fue al día siguiente, que nada más llegar al instituto la Directora nos llamó a Lynn y a mi a su despacho para echarnos la bronca del siglo por ser tan descuidadas. Lo que le molestaba de verdad es que era un ejercicio para recaudar dinero y nuestro lío lo complicó todo. Como me imaginaba que eso iba a pasar, le enseñé el justificante médico y le insinué que quizá esa actividad no estaba hecha para adolescentes sin vigilancia, y que lo mío podría haber sido mucho peor. Cómo le cambió el tono nada más decirle eso. Lo que me faltaba, casi me rompo la pierna y me doy cuenta de que estoy enamorada de mi mejor amigo, como para tener que aguantar broncas de nadie.

Salimos con cuidado de su despacho, dejándola con la palabra en la boca y pensando una forma de recaudar dinero.

– Nunca pensé que le podrías decir algo así a la Directoria – Lynn me miraba con admiración.

– Nos perdemos, me hago un esguince, y encima es culpa nuestra de que no hayan ganado dinero por nuestro accidente – estaba bastante enfadada – No me da la gana. Quería volcar su frustración con alguien, y quería que fuésemos nosotras, pero no señora.

– Ni un esguince puede pararte.

– Podría hacer esto todo el día – bromeo.

Lynn me mira extrañada al ver que la acompaño a clase.

– ¿No vas a la sala de delegados? – pregunta desconcertada.

– Nath me ha prohibido terminantemente que vaya a ayudarle con las tareas de delegados. Me ha amenazado con cambiar la cerradura de la puerta si insistía en ir, así que estoy de "vacaciones".

Lynn me abrió la puerta y nos sentamos juntas en unas mesas. Dejó mi mochila, la que había estado cargado por mi todo el camino, en la mesa.

– ¿Y no has querido sacar a relucir ese carácter tuyo para llevarle la contraria porque te has dado cuenta por fin de que te gusta Nathaniel? – Suelto el libro que estaba agarrando de golpe para mirarla con los ojos como platos. Siento un calor abrasador en las mejillas. Ni una bala habría sido tan certera. Mi reacción le provocó una carcajada – Me lo tomaré como un sí.

– ¿Podrías hablar un poco más bajo? – miro a nuestro alrededor, pero el aula seguía vacía.

– Pero si lo sabe todo el mundo menos tú – se lo estaba pasando muy bien a mi costa – Sería como decirle a la primera persona que entre por la clase que el agua moja.

– Tampoco creo que sea tan obvio... – desvío la mirada, avergonzada.

– Oh, claro que sí, tú eres la que estaba ciega. No me extraña que Rosalya estuviese tan frustrada contigo. ¿Se lo vas a decir?

– ¿El qué? ¿a quién? – pregunto inquieta.

– ¿Cómo que el qué? Melody, por favor. Decirle a Nathaniel que te gusta.

– Calla – la chisto rápidamente – Lynn, contrólate. Además, ¿por qué me estás instando a que me confiese? Te recuerdo que a ti también te gusta.

– Sí, pero él no está enamorado de mi, sino de ti. No puedo luchar contras las fuerzas del universo, así que solo me queda apoyarte.

– No paras de repetir eso, pero eso no está tan claro.

Viviendo un isekai en el Sweet Amoris // Corazón de MelónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora