Capítulo 32 - Que pase lo que tenga que pasar

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Después de colapsar en el parque, y sin saber muy bien cómo, conseguí levantarme a duras penas y volver a casa. Agradecí que mis padres se hubiesen ido a comprar, así les ahorraba ver mi terrible aspecto. Me encerré en el baño y me di un largo baño, como si así pudiese limpiar todo lo que había pasado o los horribles recuerdos que había recuperado.

Ahora sabía quién era en mi vida anterior: una chica llamada Melody que tuvo que vivir una miserable y corta vida. Resultaba irónico que me llamara exactamente igual en mis vidas, pero bueno, hay pocas cosas más irónicas que revivir en mi videojuego favorito. Tenía un padre abusivo y me pasaba el día encerrada en mi casa, no tenía amigos porque pensaban que era una rarita. La única persona que me dio algo de luz en aquella oscuridad fue Jack, mi mejor amigo y mi novio, que en cuanto las cosas se pusieron difíciles de verdad con mi padre y mi enfermedad, me abandonó. Entiendo por qué me alegré de morir y abandonar esa vida, era triste que fuese así, pero lo entendía.

Mis padres llegaron mientras aún seguía en el baño, y después de un buen rato ahí metida, conseguí las fuerzas que necesitaba para salir de allí. Puede que tuviese una mala vida antes, pero ya no es así: tengo unos padres maravillosos, saco buenas notas, amigos que me aprecian y dos mejores amigos que son dos memos que pienso ayudar aunque no quieran. Con fuerzas renovadas, pensé en todo lo que podría pasar al día siguiente y me preparé. Sabía que Debrah se movería, pero yo también lo iba a hacer.

Al día siguiente, me enfundé en mis pantalones vaqueros, mis deportivas, mi camiseta con tirantes, y salí por la puerta. Aunque antes me detuve y miré mi móvil, que tenía una luz que brillaba desde ayer, pero no quise mirarlo después de todo lo que pasó. Lo guardé en la mochila sin mirarlo y me dirigí al instituto. Que pase lo que tenga que pasar.

Llegué al instituto, intentando mantener una expresión seria. No pienso permitir que nadie me pise, ya no. Llegué a mi taquilla y empecé a mover los libros que tendría que usar ese día, cuando me di cuenta de que alguien se había apoyado en la taquilla de al lado. Al cerrar la puertecilla, vi a Castiel mirándome de reojo, con aspecto arrepentido. Siento como si estuviese viviendo la escena del juego, pero hay una diferencia: No pienso seguir su ritmo.

– Oye, tengo que hablar contigo...

Le miré fijamente.

– ¿Me vas a creer?

– Yo...

– Entonces, déjame en paz.

Paso a su lado sin dirigirle una sola mirada más. Me niego a entrar en la Sala de Delegados, y me voy directamente a clase. Nada más entrar, noto ciertas miradas, pero hay una que destaca sobre las demás, la de Ámber.

– ¿Es posible que sea la primera vez que estemos de acuerdo en algo? – me sonrió.

Alzo las cejas.

– ¿De qué hablas? – estoy a la defensiva, de hecho, llevo a la defensiva desde que he salido de casa.

– La estúpida de Debrah le está diciendo a todo el mundo que la odias y que casi te pones violenta, que mi hermano la salvó de ti.

Suelto una risa seca sin reírme en absoluto. Imaginaba que estaría haciendo algo así.

– ¿Y qué? ¿me vas a poner un altar porque es la tía que se está enrollando con Castiel?

Veo un brillo astuto en sus ojos, y empiezo a preocuparme.

– Puede – dice simplemente.

– No hagas ninguna tontería, alguien podría ser salpicado por tus tonterías.

– No me importa.

– Es culpa mía por pensar que podrías preocuparte por los demás. Tu hermano o Castiel también podrían ser esas personas – algo dentro de ella se acobardó un poco, pero seguía siendo Ámber.

Viviendo un isekai en el Sweet Amoris // Corazón de MelónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora