Capítulo 8 - Reuniendo pruebas

980 181 7
                                    

Convencer a Nathaniel para ir a su casa había sido complicado, no tenía ni pizca de ganas de que yo estuviera allí. No obstante, y no es por tirarme flores, soy MUY pesada cuando quiero, así que no le quedó más remedio que aceptar. Quedamos esa semana, después del instituto iríamos juntos a su casa. Si él estaba incómodo y nervioso, yo estaba histérica. Iba a entrar en el peor lugar posible por propia voluntad, a veces creo que me falta un tornillo.

Caminamos prácticamente en silencio durante todo el trayecto. Al llegar al enorme portón de su casa, abrí la boca de asombro sin poder evitarlo. Sabía que era grande, pero verlo en persona es una cosa muy distinta a verlo en una pantalla. Pasé con cuidado y sin hacer comentario alguno, pero estaba tan nerviosa que me ajustaba constantemente la chaqueta vaquera que había elegido especialmente para ese día.

– Mis padres no están, y no llegarán hasta tarde, creo– comentó Nathaniel perdido entre sus pensamientos, probablemente no me estaba prestando atención, ya que miraba el gran reloj que había en el salón angustiado– Podemos estudiar en la mesa del comedor, no la usaremos hasta la cena.

– Vale, pues empecemos entonces – le dediqué una sonrisa algo forzada. Yo tampoco estaba cómoda en un lugar así, pero... era necesario.

Empezamos a estudiar en silencio, cada uno con su libro. Cuando había pasado media hora y estábamos algo más relajados, empezamos a preguntarnos dudas mutuamente. Casi se me había olvidado el por qué estábamos ahí cuando oí la puerta abrirse y escuché la conversación de dos chinchillas repelentes discutiendo: eran Ámber y su madre.

– No me ha gustado nada esa última tienda, no tenía casi variedad de colores y encima era demasiado barata – ¿Quién demonios en su sano juicio se puede quejar de que algo es barato?

– Sí, tienes razón, Ámber. No volveremos por allí.

Ambas mujeres hicieron acto de presencia en el salón. Nathaniel y yo nos levantamos para saludar.

– Uh ya estás aquí – Yo tampoco me alegro de verte, Ámber, pero lo disimulo mejor.

– Buenas tardes – saludé a las dos recién llegadas con toda la educación que pude reunir.

– Ah, sí, ya nos avisó Nathaniel que la Señorita Merian estaría hoy en casa – Ahora entiendo por qué la voz de Ámber era tan irritante.

– Melody, mamá, se llama Melody – la corrigió Nathaniel.

– Como sea. Bienvenida – la forma en la que sus ojos me examinaban no era nada sutil. Al acabar la inspección, negó con desaprobación. Señora, mejor no le digo lo que pienso de su familia.

– Gracias – saqué una caja que traía en la mochila – He traído esta caja de bombones como regalo.

Se la ofrecí a la madre de Nathaniel, que miró la caja con cierta conmoción. Se trataba de una de las cajas de bombones más caras del mercado, mi padre, que era director de una agencia de viajes, las regalaba a sus clientes más importantes, así que le pedí una. Sabía que le encantarían, hasta a Ámber se le había cerrado el pico. Solo les importa el dinero, era asqueroso.

– Gracias, es un detalle por tu parte – No lo hizo sonar como un agradecimiento, más bien como un comentario sarcástico y lleno de sorpresa.

– No es nada, no me parecía bien ir de invitada a la casa de uno de mis amigos – hice énfasis en amigos – y no traer nada a su encantadora familia – Es posible que se me escapara cierta burla en el tono, pero ninguna de las dos pareció notarlo. Nathaniel estaba demasiado ocupado flipando, así que creo que tampoco lo captó.

Cuando parecía que ya íbamos a tener algo de tranquilidad, llegó el problema principal de esta casa: el padre de Nathaniel. Nada más y nada menos que el maltratador principal de la familia. Juro que tuve que reunir toda mi fuerza de voluntad para no tirarle una silla a la cabeza. En lugar de eso, puse la sonrisa más falsa e incómoda que pude lucir en una situación así, que viendo las caras que ponían su mujer y su hija, era la habitual por aquí.

– Buenas tardes, señor – Señor por no llamarle ###.

– Oh, la señorita Melody – Bueno, además de maltratador, también tiene algo de memoria, qué sorpresa – ¿Habéis estudiado mucho?

– Sí, mucho, creo que nos irá muy bien en los exámenes – He preferido contestar yo, porque noto a Nathaniel algo asustado, y eso que su padre se está esforzando en parecer simpático.

– Eso espero, Nathaniel sabe que solo la excelencia es aceptable– Esto último lo dijo en un tono amenazante, acompañado de una pequeña palmadita en los hombros de Nathaniel, que tembló ante el roce de su padre. Que alguien me sujete, que lo voy a...

– ¿Te vas a quedar a cenar?

– Si no es mucha molestia.

– Para nada, donde caben cuatro langostas, caben cinco – Y soltó una risotada prepotente. Respira, Melody, recuerda que el asesinato está penado.

– Muchas gracias, señor – Poner este tono de voz exageradamente amable me hizo recordar a la Melody original y sentí un escalofrío de mi misma.

La madre de Nathaniel y Ámber subieron a las habitaciones a probarse la ropa que se acababan de comprar, así que nos quedamos nosotros tres. Estudiamos un poco más hasta la hora de la cena, y digo estudiamos porque decir "mirar los libros mientras el padre de Nathaniel nos juzga con la mirada" era muy largo. La situación más incómoda que había vivido desde que reencarné.

Cuando acabamos, recogimos todos los libros y ayudé a Nathaniel a poner la mesa, con demasiada reticencia por parte de su padre. Nathaniel parecía tan nervioso, que acumuló demasiados cubiertos en sus brazos para acabar antes, le agarré del brazo para llamar su atención y ayudarle con los platos. Grave error, en el momento en el que toqué su brazo, Nathaniel se apartó de mi con una mueca de dolor y casi tira todo al suelo. Antes de que cayeran al suelo, lo ayudé a tiempo y mantuvimos todo en el aire. Su padre se giró ante el ruido de los platos chocar, me apresuré y me disculpé por mi torpeza. Al volver a girarse, le hice una mueca a Nathaniel, negando la cabeza, para que no dijera que fue error suyo. Bueno suyo, más bien del más que probable moratón que tendrá en el brazo por culpa de alguien que yo me sé.

Estábamos esperando a que la madre y la hija bajaran a cenar, así que aproveché la situación para observar la habitación. Había un gran cuadro en el medio del salón, y debajo había un mueble con libros, todo era tan pretencioso y elegante. Me acerqué al lugar, y miré con falso asombro el cuadro:

– Vaya, es un cuadro magnífico – comenté.

– Tienes buen ojo. Ese cuadro lo pintó Sibylle Naifeh, una artista muy famosa que estudió en esta ciudad– Este señor era la presunción personificada.

– Es impresionante – Lo siento por la artista, pero se lo metía a él por...

Antes de alejarme, dejé algo escondido entre los libros sin que nadie se diera cuenta. Después de esperar otro rato y que finalmente esas dos bajaran, empezamos a cenar en silencio, solo interrumpidos por las críticas constantes del padre, que parecía un militar. El intento fallido de Ámber de pisarme bajo la mesa, golpeando a su madre por error fue la única sonrisa real que emplee en toda la noche. Nathaniel y yo recogimos los cacharros, porque al parecer nadie movía un dedo en esa casa si no era él. Al acabar, me despedí de la familia y Nathaniel me acompañó hasta la puerta.

– Bu-bueno, ha sido una tarde productiva ¿no? – Creo que es lo primero que se le ocurrió decir después de una cena tan tensa.

– Sí, ha estado... bien. Nos vemos mañana en clase ¿vale? – Lo perforé con la mirada, angustiada por lo que pasaría al marcharme. Lo agarré de la mano, con cuidado de no hacerle daño en ninguna herida y susurré – Ten cuidado, por favor.

– ¿Cuidado? ¿De qué estás...

Pero ya estaba bajando las escaleras. Durante el camino a casa, le di muchas vueltas a lo que tendría que hacer a continuación y, en un instante, el miedo se apoderó de mi. Sabía que lo que iba a hacer ayudaría a Nathaniel y a su situación familiar, pero también trastocaría todo su mundo y provocaría que me odiara. Es probable que mañana sea la última vez que hable con Nathaniel, porque al contrario de lo que ocurrió en el juego, yo no soy la protagonista de un juego otome. Yo era Melody, un personaje secundario y completamente olvidable. Aquí no había ninguna fuerza divina que obligara a los personajes a perdonarme cualquier cosa. Y por una vez desde que reencarné, me arrepentí de no haber despertado siendo otra persona.

Viviendo un isekai en el Sweet Amoris // Corazón de MelónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora