Capítulo 53 - Trajes

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Rosa y Alexy se atrincheraron en el laboratorio de ciencias para tomar medidas a todos los alumnos que participaran en el musical. Eramos unos cuantos y tenían que darse prisa para hacer todos los trajes, así que eso se traducía en ver a Rosa dar órdenes a diestro y siniestro. Lo habitual, vamos. Cuando acabó de tomar medidas a Lynn, me tocó a mi.

– ¿A que no ha sido para tanto? – pregunta Rosa en voz alta a Kim y Lynn, que ya habían acabado.

– No hemos dicho que fuese malo, sino que estás un poco... – Lynn intentaba suavizar el golpe – irascible.

– Que eres una torturadora, eso es lo que queríamos decir – y Kim no suavizó nada.

– ¡No es verdad!

– ¿Podéis criticarla cuando esté otro aquí? – pregunto con los brazos levantados – Porque tiene una regla en la mano y no me gustaría que la usara conmigo en el peor sentido de la frase – Empezó a recorrer mi cuerpo con su regla, midiendo cada parte de él, lo último que me midió fue el pecho – ¿Has acabado? – asiente preocupada – Genial, ahora puedo... ¿por qué estás poniendo esa cara?

– ¿Puedo ser sincera?

– Oh oh...

– Creo que voy a tener que comprar más tela para ti, en la parte delantera – la miro sin comprender – Tienes demasiado pecho para la tela que he pedido.

Y tres, dos, uno... sí, se puede morir de la vergüenza. Me costó controlar el tono de voz, pero sobretodo la expresión de mi cara tras semejante frase.

– ¿En serio acabas de decir eso en voz alta? – murmuro para que lo oiga el menor número de personas. Estaba tan roja que juraría que podría mimetizarme con un tomate.

– Es que era la tela perfecta para el traje de Mimi, pero no había pensado que tú estás muy... dotada.

– Rosa...

– ¿Quién está dotada? ¿necesitas ayuda con algo, Rosa? – bromeó Armin, que acababa de llegar con Nathaniel. No, ahora sí que he muerto de la vergüenza.

– Eh, solo YO puedo hablar de los pechos exageradamente desarrollados de mi amiga, tú no.

Que la tierra me trague, por favor. Me tapo la cara con las dos manos, intentando desaparecer. No funcionaba, seguía en ese infierno.

– Como alguien vuelve hablar de mis pechos, me voy a empezar a poner violenta... – respiraba con dificultad, intentando paliar la vergüenza y el enfado.

– ¿Por qué te pones así? Si los tienes preciosos.

– ¡ROSA!

La primera carcajada abrió la veda a que el aula se llenara de risas y yo quisiera tirarme por la ventana. Llamamos tanto la atención que se oían las risas desde fuera.

– ¿Qué ha pasado? – pregunta Castiel desde la puerta.

– NADA – respondo yo rápidamente, tapándome los pechos por inercia – Me largo a ensayar o a morirme, lo que me pille antes.

– Oye, Castiel, te estaba buscando – le llama Nathaniel mientras yo me dirigía a la salida – Y teniendo en cuenta que es sobre tus padres, sospecho que es una noticia que no te va a gustar nada.

Me detengo a su lado, justo después de oír esa palabra. Le miro con los ojos entrecerrados.

– No acabas de decir eso... – le espeto de manera amenazante.

– ¿El qué? – pregunta desconcertado, hasta que se percata de sus palabras – Ha sido sin querer, te lo juro. No te lo tomes tan... apecho – ahora sí que se estaba riendo, esta vez sí que lo había hecho apropósito.

Viviendo un isekai en el Sweet Amoris // Corazón de MelónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora