Capítulo 9 - La verdad sale a la luz

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Después de pasarme casi toda la noche analizando los documentos que había reunido, me levanté de mi escritorio y fui al baño a ducharme. Al acabar, fui a la cocina con los ojos hinchados por la falta de sueño y la cara desanimada. Estoy segura de que si no estuviera en el cuerpo de una niña de doce años, no estaría así. Cuando mis padres me miraron a la cara, esta vez sí que se asustaron:

– ¿Qué te ocurre, hija? – mi padre acarició mi rostro, parecía muy preocupado.

– No es nada, papá. Es solo que... – dudé – no he dormido mucho, estaba preocupada por los exámenes – intenté reírme un poco, pero no me salía.

– Cariño, ya te has esforzado suficiente, estoy segura de que todos los exámenes te van a ir muy bien. Así que este fin de semana tienes que descansar – ya tenía que estar alarmada para que mi madre, la persona más obsesionada con los estudios del mundo, me pidiera que descansara. Debía tener un aspecto horrible.

– Vale, lo prometo.

Antes de irme, y solo para evitar rumores raros en el instituto, tomé prestado el maquillaje de mi madre y me arreglé un poco. Me miré al espejo, poco convencida.

– Es lo que hay.

Y salí por la puerta. No fui al instituto, como de costumbre, sino que me dirigí a la dirección de Nathaniel nuevamente. Era muy temprano, así que no habían salido todavía. Llamé a la puerta y me contestó la madre de mala gana, le dije quién era y me abrió. Me esperaba en la entrada de la puerta, como si fuera el perro guardián de la casa.

– Buenos días, señora. Verá, es que ayer me dejé un libro aquí y lo necesito hoy ¿Le importa si lo busco?

Creo que le dio igual, porque me dejó la puerta abierta y se marchó. Al otro lado estaba Nathaniel, ya listo para ir a clase.

– Hola, Melody – me saludó tímidamente, probablemente por lo que le dije ayer – ¿Te dejaste un libro? No lo vi ayer.

Normal, lo escondí.

– Sí, fue un despiste.

– Búscalo, voy a subir a por mis cosas. Ya que estás aquí, vamos juntos a clase.

Asentí mientras veía cómo subía rápidamente por las escaleras. Me aseguré de que no había nadie a mi alrededor para recoger mi libro y algo más que dejé aquí el día anterior.

– ¿Qué pasa? ¿te gustó tanto mi casa ayer que buscas cualquier excusa para volver? En el trato acordamos que sería un solo día – Que tenga que aguantar a Ámber nada más empezar el día no puede vaticinar nada bueno – Por cierto, ayer no me diste la información de Castiel.

– Porque no estuviste en toda la tarde – me quejé, ya no tengo que fingir amabilidad, no hay nadie delante. Le di el papel de mala gana – Toma.

– Genial, ahora lárgate. Tenerte aquí es una imagen desagradable.

– Yo también estoy encantada de verte.

Antes de que pudiera replicarme, Nathaniel ya había bajado con su mochila y me esperaba en la entrada. Nos fuimos sin decir nada. Era curioso la ligereza en los hombros que se sentía tras salir de esa casa. Qué lugar más horrible. Nathaniel también lo notaba, porque empezó a conversar alegremente como hacía todos los días. Yo, en cambio, tenía la cabeza llena de preocupaciones y contestaba de forma automática.

– Oye – Nathaniel se paró en medio del parque que estábamos atravesando – Desde ayer, estás muy rara ¿Y qué querías decir con lo que dijiste antes de irte? ¿con qué tengo que tener cuidado?

Ahora no, por favor.

– Nathaniel, no creo que sea el momento de hablar de esto.

Detuvo mi paso, poniéndose delante de mi.

Viviendo un isekai en el Sweet Amoris // Corazón de MelónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora