Capítulo 25 - Aún es pronto

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A la mañana siguiente, y a pesar de mis múltiples quejas, mi madre me llevó a casa a que me arreglara y recogiera mis cosas para ir a clase. Me despedí de ella con la mano antes de darme la vuelta e intentar entrar en el instituto, pero cuando quise hacerlo, mis piernas no respondían. No sabía si era la preocupación por mi padre, el lío por mi vida pasada o la ansiedad de tener que responder a todas las preguntas de mis amigos y compañeros, pero simplemente no podía avanzar hacia adelante.

Con rapidez, salí corriendo y me fui al callejón más cercano que había. Empecé a respirar con dificultad y me senté en el suelo, intentando serenarme. Notaba cada parte de mi cuerpo con sumo cuidado, mis respiración irregular, el sudor frío recorrer mi cuello, el latido de mi corazón... También sentí cómo alguien se acercaba a mi con tranquilidad, me giré hacia el susodicho con aprensión y me topé de frente con la cara de preocupación de Lysandro. Al ver mi estado, no dijo nada, se sentó a mi lado y me hizo compañía. Miré el reloj de mi móvil y comenté lo único que se me pasaba por la cabeza:

– Llegamos tarde a clase.

Lysandro parecía muy sereno mientras observaba cómo el profesor cerraba la puerta de la entrada del instituto.

– Eso parece.

La simple presencia de Lysandro calmó mis nervios y preocupaciones: él no quería preguntarme qué me pasaba, ni me agobiaba con comentarios para intentar llenar el silencio. Solo estaba a mi lado, listo por si le necesitaba, incluso si necesitaba saltarme la primera hora de clase... Por todas esas razones, las ganas de hablar volvieron:

– Cuando me llamó la Directora ayer, me dijo que mi padre estaba en el hospital, así que mi madre vino a recogerme y fuimos juntas a verle – Lysandro no me miraba, observaba con tranquilidad lo que rodeaba al instituto, lo que me permitió seguir sin interrupciones – Está enfermo, no han querido decirme lo que tiene, pero no es nada bueno. Estos días le harán pruebas para saber si lo que tiene es grave y si pueden operarle. Quería quedarme estos días con él, pero mis padres no quieren que pierda más clases... Y la preocupación me ha agobiado tanto que no he podido cruzar la puerta del instituto.

Lysandro no me interrumpió, solo habló cuando se aseguró de que ya no tenía nada que decir.

– Siento lo de tu padre, sé que estas palabras no podrán reconfortarte ni borrar la preocupación por él, pero solo quería que lo supieras – Esta vez se giró y me dedicó una pequeña sonrisa – Y gracias por confiar en mi lo suficiente como para contármelo.

Correspondí a su sonrisa y una pequeña lágrima cayó sin que yo pudiera ponerle remedio. Lloré en silencio arropada por el brazo de Lysandro hasta que quedé satisfecha. Cuando acabé, me limpié como pude las lágrimas y susurré:

– Gracias.

Lysandro asintió y me dio un pañuelo para que me limpiara. Noté que soltar mi miedo en voz alta me había ayudado a tranquilizarme. Cuando sentí que estaba lista para levantarme, recordé una parte del juego que había obviado, y me detuve.

– Lysandro, puede que esto que voy a decir suene raro...– le miro con seriedad – Creo que deberías decirles a tus padres que vayan al hospital y se hagan una revisión – Lysandro me miró con una mezcla de confusión y sorpresa – Sé que la situación de mi padre no tiene nada que ver con los tuyos, pero no paro de pensar en que si mi padre hubiese ido antes al hospital, no estaría así y no quiero que le pase a nadie más a mi alrededor...

No sabía cómo responder, pero al verme tan seria, lo único que pudo hacer fue asentir y prometerme que lo haría. Yo no puedo hacer nada por mi padre, pero quizá pueda evitar que los padres de Lysandro enfermen... Al asegurarle a Lysandro que estaba mejor, nos levantamos y fuimos juntos a clase.

Durante el camino, había algo que no podía quitarme de la cabeza. ¿La Melody del juego también vio a su padre enfermar? ¿y si no comentaron nada en el juego, significa que no se lo dijo a nadie y pasó por todo esto sola? Una punzada de culpabilidad cruzó mi estómago. Siempre intentaba alejarme de mi antiguo yo, intentando borrar al "personaje rival", pero ella era mucho más que eso. No quería imaginar lo que significaría esta situación para ella, y en ese momento no solo sentí cierta empatía con mi antiguo yo, sino también algo de admiración.

Tuvimos cuidado de no encontrarnos al profesor que teníamos a primera hora, y entramos en clase para la segunda hora. Miré a mis amigos con cariño y pensé en la suerte que tenía de no estar sola en esta nueva vida. No sabía cómo se las había apañado Lysandro para advertirles de que no me preguntaran nada durante las clases, pero así fue. Cuando llegó la hora del recreo, llevé a mis amigos al jardín del instituto y les conté todo. Les hice una promesa sobre no volver a pasar por una situación como la de Nathaniel sola, y tenía intención de cumplirla. Intenté suavizarlo como pude y gracias a haber soltado todas las lágrimas hacía horas, no lloré en ningún momento. Recibí abrazos y todo el apoyo que mis amigos podían ofrecerme, dándome fuerzas para pensar que todo saldría bien.

Esa semana intenté mantenerme todo lo ocupada que podía durante mi horario de clases para evitar que me tragara la preocupación. Mis amigos me ayudaron, incluso hacían turnos para acompañarme al hospital. Mis padres seguían animados, o por lo menos así pretendían estar mientras yo estaba delante, y casi empecé a pensar que todo saldría bien. Los días pasaron lo más pacíficamente posible, hasta que llegó el viernes, el día de los resultados de las pruebas de mi padre. Ese día no había nada que pudiese quitarme los ojos de mi móvil, esperando la llamada de mi madre. Hasta Nathaniel habló con los profesores para permitirme tener el móvil con sonido y encima de la mesa durante las clases.

Cada cinco segundos miraba la pantalla, como si esperara que se iluminara por la fuerza de mi voluntad. Pero no sonaba. Después del recreo, mi paciencia se estaba agotando y me tentaba demasiado la idea de largarme del instituto e ir al hospital. Cuando la espera amenazaba con volverme loca, mientras recogía mis libros de la taquilla para ir al laboratorio, el teléfono sonó. Solté todo de golpe y cerré de un portazo la taquilla. Contesté con todo el miedo que podía generar un cuerpo humano y oí la voz de mi madre, estaba llorando... de felicidad. Las pruebas indicaban que no era tan grave como podía ser, incluso podrían operar a mi padre la semana siguiente. Si todo salía como tenía que salir, y después de un largo descanso, mi padre estaba fuera de peligro.

Casi suelto el móvil de la emoción. Cuando consigo asimilar la noticia, me giro con ansia, buscando a mis amigos. La mayoría ya había subido al laboratorio, pero Nathaniel, Castiel, Rosalya y Lysandro me miraban expectantes detrás de mi, parecían casi tan ansiosos como yo. Les miré sin poder asimilarlo y dije:

– Se pondrá bien.

Pude oír un pequeño vitoreo antes de lanzarme a los brazos de la persona que tenía delante, que en este caso era Lysandro.

Melody no se percató, pero parecía que a alguien no le había sentado nada bien que abrazara a Lysandro.

Al acabar el abrazo, empecé a saltar histérica mientras Rosa me acompañaba. Apremié a mis amigos para ir rápido al laboratorio y contarles al resto que mi padre se iba a poner bien. Antes no quería ilusionarme, pero ahora estaba convencida de que todo esto podría acabar pronto y con los mejores resultados. Por primera vez en toda la semana, pude respirar.


Viviendo un isekai en el Sweet Amoris // Corazón de MelónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora