Capítulo 31 - Todo se desmorona

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Ya habían pasado varias semanas desde la llegada de Debrah, y cada vez se me estaba haciendo más cuesta arriba. Por el momento, no podía evitar que encandilara a todo el instituto con su falsa amabilidad, y yo tenía que seguir mi papel de inocente que también la admira frente a los demás. El coqueteo con Castiel era cada vez más evidente, aunque yo me metía con él sobre ello, para ver si reaccionaba, pero nada. De hecho, empezaba a mosquearse conmigo, el tonto no se daba cuenta de que lo hacía por él. Lysandro comenzó a sospechar, lo cual me alegraba, pero estar moralmente separada de mis amigos era doloroso. Solo podía hablar con Nath libremente en la Sala de Delegados y en el móvil; yo me decía que era importante seguir con el plan, pero era difícil...

Todo era un auténtico asco. Me senté deprimida en clase mientras reunía todas mis fuerzas para poner una sonrisa en mi cara. No podía desfallecer, tenía que aguantar hasta el final. Entró la profesora y me percaté de que había dos asientos vacíos en clase: el de Castiel y el de Debrah. Oh no, por favor... Al acabar la clase, me levanté de mi asiento y salí fuera del instituto. No quería hacerlo, pero tenía que asegurarme de que no estaba pasando lo que creía que estaba pasando, pero en cuanto puse un pie fuera del recinto del instituto, me arrepentí. Porque vi lo que se suponía que eran dos personas enrollándose pero parecían dos lapas unidas. Efectivamente, eran Castiel y Debrah devorándose el uno al otro.

– Oh Dios Mío – solté de golpe sin poder reprimirme.

Las dos lapas se giraron a mirarme, y yo me di la vuelta sin querer presenciar nada más. Sentí un escalofrío en la espalda, Castiel y Debrah estaban besándose como si fuesen dos lobos peleándose por un trozo de carne. No podía quitarme la imagen de la cabeza, qué asco más grande. Escuché unos pasos detrás de mi.

– ¿Se puede saber de qué vas? – me increpó Castiel con los labios hinchados. Al parecer, había dejado a la otra atrás.

–¿Tú te piensas que quería ver "eso"? – repliqué en el mismo tono elevado que él. Hice un gesto de asco y moví las manos, intentando borrarlo de mi cabeza – Quiero lavarme los ojos.

– Pues bien que te has quedado mirando.

– Ha sido sin querer –mentí, la verdad que salí para averiguar si estaban en ello, pero no pensé que fuese de verdad, y mucho menos quería verlo – No sabía que la calle te perteneciera.

– Estás muy rara últimamente, eh – Parece que al quedarse sin argumentos sobre gritarme por verle enrollarse con una tía en plena calle, empezó a buscar otras razones por las que reñirme – Nunca te he visto así, no te reconozco.

– ¿Así cómo, Castiel? – me giro muy enfadada, harta de toda esta situación – Porque el que está raro de verdad eres tú, no recordaba que fueras el tipo de persona que se fía de la primera de la chica que le enseña el escote.

– Eso a ti no te importa – atacó él, ofendido – No te importa lo que hago o dejo de hacer, y menos con quién. No pensaba que tuviésemos ese tipo de amistad entrometida ¿o es que estás celosa?

– ¿Estás de coña? Porque no es momento para bromas – le fulminé con la mirada y no parecía que estuviera bromeando – Joder, Castiel, si tuvieses el ego un poco más grande, se te hincharía tanto la cabeza que saldrías volando.

– Pero no lo estás negando – ¿Qué clase de argumento es ese?

– No, Castiel, no estoy celosa, estoy preocupada de que mi supuesto amigo esté obsesionado con una persona que NO conoce y parece que está perdiendo el norte. Siento decirte que no todo el mundo está enamorado de ti.

– ¿De qué estás hablando?

– Hablo de que esa tía no te conviene – cuando iba a soltarle todo lo que llevaba guardando todos esos días, Debrah apareció por la puerta del instituto y me hizo parar. Bajo el tono para que solo me oiga él – Ten cuidado, piensa con la cabeza.

Viviendo un isekai en el Sweet Amoris // Corazón de MelónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora