Capítulo 4 - El castigo

1.1K 191 9
                                    


Al acabarse las clases, las chicas me despidieron con cierta rabia de que me hubieran castigado por un fallo tan tonto el segundo día de clase. Intenté tranquilizarlas, no dándole importancia al castigo, más que nada porque era lo que yo quería. Antes de ir al aula de castigo, me acerqué a la sala de delegados para ver las tareas que tocaban ese día, para hacerlas durante la hora de castigo. Porque, sin querer sonar un poco contradictoria, sí que había hecho los deberes. Cuando se me ocurrió la idea, ya los había hecho, pero me parecía un poco tonto borrarlo todo después de hacerlo. Sí, más tonto que no entregar los deberes teniéndolos hechos. Las incongruencias del ser humano.

Al abrir la puerta, Nathaniel ya se encontraba dentro trabajando. Recé porque no se hubiera molestado demasiado por lo que pasó esa mañana con su hermana, o por no haber hecho los deberes el segundo día. Dios, pensará que soy una holgazana y ya no querrá hablar conmigo. Ahora mismo, Nathaniel se encuentra en una situación familiar en la que debe esforzarse el doble para cumplir las expectativas de su padre maltratador. Creo que no pensé bien este plan. Respiré hondo antes de hablar:

– Hola, Nathaniel, no quería molestarte, es que ahora tengo la hora de castigo por, bueno, ya sabes – No puedo sonar menos convincente, estupendo – Pues vengo a llevarme mi parte del trabajo, para adelantarlo y no dejarte colgado – Encima hablo como si fuese mi colega de toda la vida, no me aguanto – Así que... eso, que si hoy toca hacer mucho trabajo.

Nathaniel había permanecido en silencio y no había apartado la mirada de sus papeles. Cuando terminó de firmar el folio, se levantó y cogió una carpeta y me la dio.

– Esto es lo que queda por hacer – me habló en un tono suave, no parecía enfadado – Como sabía que te habían castigado, he adelantado el trabajo, para que no te fueras tarde a casa hoy también.

– Pero... no hacía falta – no salía de mi asombro – Esto es trabajo de los dos.

– No es nada, pero imaginé que ayer te olvidaste de hacer los deberes porque salimos tarde, así que quería ayudar y adelantar algo de trabajo para que no volviera a pasar

Me quedé mirándolo a él y a los papeles de forma intermitente, por si tenía dudas de que era boba. Agarré la carpeta y sonreí sinceramente. Acabo de "conocerlo" (sin contar mis recuerdos del juego) y ya me está haciendo favores sin pedir nada a cambio. En serio ¿cómo es posible que sea mellizo de esa bruja? Quiero un test de hermandad.

– Gracias. Pero, por favor, no hagas mi trabajo por mi, no quiero que pienses que me aprovecho de ti – me toqué la frente con cierta vergüenza – Además, me han castigado el segundo día por mi culpa, me merezco el castigo.

– Creo que la profesora se pasó un poco, sin contar con que mi hermana no es capaz de mantenerse al margen – parecía algo molesto.

Hablando de su hermana...

– Oye... – dudo antes de hablar – ¿Te han contado lo que pasó esta mañana entre tu hermana y yo?

– La verdad es que lo vi todo.

Enmudecí. Vale, vamos allá, inspiro antes de soltar:

– Lo siento, pero NO siento lo que ha pasado, tu hermana se pasó y...

– Lo sé – se limitó a decir– Siempre ha sido así, y como nadie la detiene, solo ha ido a peor.

– Pensé que te enfadarías por enfrentarme a tu hermana – dije, sin entender lo que estaba pasando.

– ¿Por qué? Actuaste bien, y te fuiste antes de que todo se pudiese descontrolar. Además, yo soy una persona distinta a mi hermana.

– Ya te digo... – De nuevo, soy incapaz de frenar mi lengua antes de hablar– Es decir, que se nota que sois personas muy diferentes – por lo menos, a Nathaniel le hace gracia – Bueno, me voy a la sala de castigo antes de decir alguna otra cosa. Hasta mañana.

Viviendo un isekai en el Sweet Amoris // Corazón de MelónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora