Capítulo 20 - Descubiertos

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La situación con Castiel, Lysandro y Nath era muy incómoda: se disculparon por cómo sucedieron las cosas el día anterior (bueno, Castiel estaba presente, gruñó dos veces y asintió una, no es que se pueda llamar una disculpa a eso), pero seguían sin decir ni mu del por qué no podían venir. Había comprobado varias veces que no iban a contarme nada sin más, y cada vez que intentaba sacar el tema, cambiaban de tema, convirtiendo nuestras charlas en conversaciones de ascensor. No me decían qué tal estaba el tiempo ese día de milagro. Y las chicas tampoco querían insistir después de verles pedir perdón. Si quería averiguarlo, estaba sola.

Empecé a espiarles cuando estaban los tres solos conversando. Y si no estaba convencida de que era un asunto que involucraba tanto a Castiel, como Lysandro y Nath, después de verles reunirse en secreto en el patio como delincuentes, ahora estaba segura. Algo pasaba con esos tres. Empecé a observarles con disimulo sin que se dieran cuenta y pude reunir varios datos: Lysandro y Castiel salían deprisa del instituto varias tardes a la semana, al contrario que Nath, que se quedaba hasta tarde. Tenían conversaciones "secretas" constantemente, y cada vez que alguien aparecía a su alrededor, callaban. Y por si fuera poco, pillé a Nath ojeando el cuaderno perdido de Lysandro. ¿Qué estaban escondiendo? No sabía qué me molestaba más, que disimularan tan mal o que no confiaran en mi.

Una de las tardes intenté salir del instituto a la misma hora que Nath, pero era tan tarde que si me quedaba más tiempo sin avisar, mis padres se preocuparían. Pero mientras recogía mis cosas para marcharme, vi como Nath respiraba ¿aliviado? Será mamón...

– Bueno, yo me marcho ya – me levanto de la silla y me dirijo a la puerta – Hasta mañana, Nath.

– Eh... sí, hasta mañana, Melody – parecía nervioso.

Disminuí mi paso para llegar más despacio a la puerta, cuando la alcancé y giré el pomo, pude ver como Nath se apresuró a buscar algo en el armario. Estoy a punto de irme cuando descubro qué ha cogido. Abro los ojos muy sorprendida «¡Serán... ! ¡Ha sido eso todo el tiempo!». Cierro la puerta de la sala con demasiada fuerza y me voy corriendo a mi casa. Ya sabía lo que tenía que hacer al día siguiente.

Muy decidida, me preparo para lo que estaba por venir. Sudadera y pantalones oscuros y coleta baja. Me apresuro a bajar a desayunar y les advierto a mis padres de que ese día tendría que llegar muy tarde porque teníamos un trabajo en grupo. Asintieron y me dijeron que si volvía muy tarde, que les llamara para que fueran a buscarme. Les digo que no hacía falta, pero que lo tendría presente, y salgo pitando hacia el instituto. Tenía que llegar antes que Nath al aula de delegados. Entro y está completamente vacía, perfecto. Me acerco al armario, abro el primero cajón y busco un objeto que ya sabía que no iba a estar. Hago una mueca de satisfacción al comprobar que tenía razón. Dejo todo como estaba y empiezo mis tareas como delegada, le dedico una tímida sonrisa a Nath cuando entra por la puerta, que intento controlar para que no se ensanche y gritar: «¡JA! ¡Os pillé!».

Me adelanto y salgo primero del aula. Solo tenía que tener un poco de paciencia. Las clases transcurrieron con tranquilidad y llegó el final del día. Hoy también me quedo hasta tarde en el aula de delegados, pero no tanto como el día anterior. Como suponía, Nath también se quedó. Me despedí de él, y sin que nadie me viera, me escondí en los vestuarios del gimnasio con la capucha de la sudadera puesta hasta que el instituto se había vaciado. Antes de salir por la puerta del gimnasio, esperé en la entrada con paciencia hasta que vi dos sujetos entrando en el Sweet Amoris. Esperé unos minutos hasta calcular que ya habían llegado al lugar acordado y corrí hacia allí.

La verdad es que daba un poco de miedo el instituto a oscuras, pero no me acobardé. Llegué a las escaleras del instituto y empecé a oír sonidos del sótano, según me fui acercando, los sonidos se convirtieron en una melodía rítmica. Con cuidado, abrí la puerta, que ya estaba abierta, y entré sin que se dieran cuenta. Castiel, Lysandro y Nath estaban tan concentrados en sus instrumentos musicales y en hacer correctamente la canción que estaban tocando, que ni se dieron cuenta de que estaba allí. Cuando acabaron, empecé a aplaudir lentamente para que se percataran de mi presencia, y después de disfrutar viendo la cara horrorizada que estaban poniendo, me quité la capucha:

Viviendo un isekai en el Sweet Amoris // Corazón de MelónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora